“Es un asunto interno de Irán (...). La injerencia externa que desestabilice la situación es inadmisible”, ha subrayado el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia en un comunicado.
Además, ha expresado su esperanza de que “la situación no se desarrolle bajo un escenario de violencia y derramamiento de sangre”.
Desde el 28 de diciembre, varias ciudades de Irán, incluida la capital Teherán, viven una oleada de marchas callejeras en protesta por el alza del precio de varios productos y el desempleo.
Las movilizaciones se han desarrollado pacíficamente, pero en algunos casos se volvieron violentas cuando varios grupos intentaron incendiar los vehículos, romper los cristales de las tiendas y dañar los bienes públicos. La Policía ha intervenido en algunas protestas y detenido a varios infractores de la ley.
Ciertos medios de comunicación occidentales y árabes han aprovechado la situación y han descrito las marchas como un levantamiento político contra el sistema de la República Islámica.
El presidente de EE.UU., Donald Trump, por su parte, fue uno de los primeros en dar su apoyo a los alborotadores y pidió el viernes al Gobierno iraní “respetar los derechos de su pueblo, incluido el derecho a la libertad de expresión”.
El mandatario estadounidense, conocido por su hostilidad abierta hacia la nación y el Gobierno de Irán, no pasa ni un día sin incitar a más protestas. El lunes, Trump ha tuiteado que “el gran pueblo iraní ha sido reprimido durante muchos años” y que “es hora de un cambio” en dicho país.
“Irán está fracasando a todos los niveles a pesar del terrible acuerdo que hizo con ellos la Administración (del expresidente estadounidense Barack) Obama”, ha escrito Trump en su cuenta de Twitter.
Ayer domingo, el presidente de Irán, Hasan Rohani, repudió la injerencia de su homólogo estadounidense en los asuntos internos del país y subrayó que “Trump no puede simpatizar con los iraníes tras llamarlos terroristas”.
Además, ha expresado su esperanza de que “la situación no se desarrolle bajo un escenario de violencia y derramamiento de sangre”.
Desde el 28 de diciembre, varias ciudades de Irán, incluida la capital Teherán, viven una oleada de marchas callejeras en protesta por el alza del precio de varios productos y el desempleo.
Las movilizaciones se han desarrollado pacíficamente, pero en algunos casos se volvieron violentas cuando varios grupos intentaron incendiar los vehículos, romper los cristales de las tiendas y dañar los bienes públicos. La Policía ha intervenido en algunas protestas y detenido a varios infractores de la ley.
Ciertos medios de comunicación occidentales y árabes han aprovechado la situación y han descrito las marchas como un levantamiento político contra el sistema de la República Islámica.
El presidente de EE.UU., Donald Trump, por su parte, fue uno de los primeros en dar su apoyo a los alborotadores y pidió el viernes al Gobierno iraní “respetar los derechos de su pueblo, incluido el derecho a la libertad de expresión”.
El mandatario estadounidense, conocido por su hostilidad abierta hacia la nación y el Gobierno de Irán, no pasa ni un día sin incitar a más protestas. El lunes, Trump ha tuiteado que “el gran pueblo iraní ha sido reprimido durante muchos años” y que “es hora de un cambio” en dicho país.
“Irán está fracasando a todos los niveles a pesar del terrible acuerdo que hizo con ellos la Administración (del expresidente estadounidense Barack) Obama”, ha escrito Trump en su cuenta de Twitter.
Ayer domingo, el presidente de Irán, Hasan Rohani, repudió la injerencia de su homólogo estadounidense en los asuntos internos del país y subrayó que “Trump no puede simpatizar con los iraníes tras llamarlos terroristas”.