El premio a la mejor película de este certamen internacional coronó el sábado "Borgman", del holandés Alex van Warmerdam, un filme de terror sobrenatural y psicológico.
El galardón a mejor dirección recompensó a Navot Papushado y Aharon Keshales por la cinta israelí "Big Bad Wolves", un intenso thriller con toques de humor y muy buenas interpretaciones que Quentin Tarantino ha calificado de mejor película del año.
La selección oficial de este Festival fue un recorrido por todas las variantes del cine de género, con los vampiros ilustrados de Jim Jarmusch ("Only lovers left alive"), posesiones infernales ("Possession"), del filipino Brillante Mendoza o "Insidious 2", de James Wan.
Sitges ofreció también filmes de ciencia ficción ("The Congress", de Ari Folman y "The zero theorem", de Terry Gilliam) y cine policiaco, con interesantes propuestas venidas de India, entre ellas "Monsoon Shootout", de Amit Kumar, y de Hong Kong, de la mano del veterano y prolífico director Johnnie To.
Tampoco faltaron los zombies, que ya no sólo recorren las grandes ciudades estadounidenses sino también las megalópolis de África e India ("The Dead 2", de Howard J. y Jon Ford), ni los caníbales, con dos películas estadounidenses, "The Green Inferno', de Eli Roth, rodada en Perú y Chile, y "We are what we are", de Jim Mickle, un remake de la película mexicana "Somos los que hay" (Jorge Michel Grau, 2010), pero sin la carga de crítica social de la original.
Cine de crisis y homenaje a Jodorowsky
Sitges hizo también una apuesta decidida por el cine español, que vive "un tiempo de desafíos", según el director del certamen, Ángel Sala.
Un caso emblemático es el de "Hooked up", del joven Pablo Larcuen, de 26 años, una película de terror "found footage" (o "falso documental", un género muy en boga en los últimos años), filmada íntegramente con teléfono móvil y con un presupuesto de menos de 20.000 euros, que compitió en la sección oficial junto a grandes producciones estadounidenses.
Fuera del género fantástico también se presentó "Gente en sitios", de Juan Cavestany, una película rodada con pocos medios y cámara en mano que hace un retrato a la vez irónico y demoledor de una España deprimida por la crisis económica.
Otro de los momentos fuertes del festival fue el homenaje a Alejandro Jodorowsky, que vino a presentar "La danza de la realidad", una evocación poética de su infancia en Chile, que fue ovacionada en el pasado Festival de Cannes.
También presentó "Jorodowsky's Dune", un apasionante documental del estadounidense Frank Pavich, que recibió el premio del público.
La cinta narra el intento fallido del director chileno en los años 1970 de adaptar al cine "Dune", un clásico de la literatura de ciencia-ficción.
Este proyecto faraónico, que contó con la participación del dibujante francés Moebius y en el que Orson Welles, Mick Jagger y Salvador Dalí iban a interpretar los papeles principales, no se pudo llevar a cabo por la desconfianza de los grandes estudios de Hollywood, pero tuvo una influencia decisiva en películas posteriores como "La Guerra de las Galaxias" y "Alien".
Las secciones paralelas hicieron hincapié este año en el cine experimental e independiente, con las últimas películas del iraní Jafar Panahi o del veterano británico Peter Greenaway, y propuestas tan originales como "Escape from tomorrow", la ópera prima del estadounidense Randy Moore, una película en blanco y negro rodada clandestinamente en Disneyland sin el permiso de la multinacional estadounidense.
Pero Sitges es también y sobre todo un ambiente único, con un público muy joven que abarrota las salas de madrugada para ver "maratones" de películas de terror.
Es también la posibilidad de encontrarse por las estrechas calles de la ciudad a directores como el español Alex de la Iglesia o al japonés Takeshi Miike, conocido por sus propuestas radicales y violentas, que este año asistieron al festival y no tuvieron reparos en charlar o hacerse fotos con sus fans.