Ocurrió en 1925, al día siguiente de la segunda derrota registrada por España frente al jefe de la rebelión, Abdelkrim El Jattabi en el Rif, una región históricamente rebelde en el reino. El norte de Marruecos era en aquel momento un protectorado español, mientras que el resto del país estaba ocupado por Francia.
Temiendo que las proezas de Jattabi amenazaran sus afanes coloniales, ambos países formaron una coalición para atajar la resistencia rifeña.
En ese contexto, España empleó contra el Rif armas químicas -gas mostaza- aportadas por Alemania, forzando a los insurgentes a capitular.
Estos hechos han sido establecidos por numerosos historiadores, como el británico Sebastian Balfour o el español Angel Viñas, pero nunca han sido reconocidos por los países involucrados, empezando por España, cuyos diputados rechazaron en 2007 un proyecto de ley sobre posibles compensaciones económicas individuales a los descendientes de las víctimas de estos bombardeos.
Casi un siglo después, algunos habitantes de Alhucemas, una ciudad ubicada en el corazón del Rif sacudida por un movimiento de protestas desde hace ocho meses, aseguran que todavía padecen las consecuencias del gas mostaza.
Este "sentimiento es muy fuerte entre los habitantes", confirma a la AFP Mohamed Budra, alcalde de la ciudad y médico radiólogo.
"¡Pregunten a quien sea, verán que hay alguien de su entorno que murió de cáncer!", comenta Tufiq, de unos veinte años, recepcionista en un hotel de Alhucemas. "El veneno de la guerra corre por nuestras tierras y por la sangre de nuestros parientes", agrega su colega Adil.
Uno de los primeros que defendió esta hipótesis es el actual presidente de la región, Ilyas El Omari, que a finales de los años 1990 fundó la Asociación para la Defensa de las Víctimas de la Guerra del Rif.
"La relación de causa-efecto con el gas mostaza ha sido establecida por numerosos expertos", indica Omari.
Algunos historiadores e investigadores defienden que hay una relación de causalidad entre el gas mostaza y la supuesta alta tasa de cáncer en la región, cuyas nuevas generaciones estarían predispuestas genéticamente a contraer esta enfermedad.
Pero "ningún estudio ha desmostrado hasta ahora" esta hipótesis, advierte a la AFP el ministro de Salud, El Hucine Luardi, agregando que su departamento ha iniciado un estudio sobre esta cuestión, cuyos resultados deberían publicarse "en una decena de días".
Desde que comenzaran las protestas en octubre, la población ha reclamado la construcción de un hospital de oncología, pues los enfermos de cáncer afirman que se tienen que desplazar a Rabat, Fez o Casablanca para recibir tratamiento.
"Uno de mis vecinos murió de un cáncer de sangre. Pese a sus medios limitados, tomaba el avión a Casablanca una vez al mes para (someterse a) la quimioterapia", cuenta Mehdi, un vecino.
"Otro murió hace unos meses de un cáncer de estómago. Una vez al mes, alquilaba una ambulancia para ir a Fez, donde nunca lo atendieron por falta de espacio", lamenta.
Y aunque Alhucemas cuenta con un centro de oncología desde 2008, este sólo "cumple su papel parcialmente, por falta de equipos", admite el alcalde local.
Temiendo que las proezas de Jattabi amenazaran sus afanes coloniales, ambos países formaron una coalición para atajar la resistencia rifeña.
En ese contexto, España empleó contra el Rif armas químicas -gas mostaza- aportadas por Alemania, forzando a los insurgentes a capitular.
Estos hechos han sido establecidos por numerosos historiadores, como el británico Sebastian Balfour o el español Angel Viñas, pero nunca han sido reconocidos por los países involucrados, empezando por España, cuyos diputados rechazaron en 2007 un proyecto de ley sobre posibles compensaciones económicas individuales a los descendientes de las víctimas de estos bombardeos.
- 'Veneno de la guerra' -
Casi un siglo después, algunos habitantes de Alhucemas, una ciudad ubicada en el corazón del Rif sacudida por un movimiento de protestas desde hace ocho meses, aseguran que todavía padecen las consecuencias del gas mostaza.
Este "sentimiento es muy fuerte entre los habitantes", confirma a la AFP Mohamed Budra, alcalde de la ciudad y médico radiólogo.
"¡Pregunten a quien sea, verán que hay alguien de su entorno que murió de cáncer!", comenta Tufiq, de unos veinte años, recepcionista en un hotel de Alhucemas. "El veneno de la guerra corre por nuestras tierras y por la sangre de nuestros parientes", agrega su colega Adil.
Uno de los primeros que defendió esta hipótesis es el actual presidente de la región, Ilyas El Omari, que a finales de los años 1990 fundó la Asociación para la Defensa de las Víctimas de la Guerra del Rif.
"La relación de causa-efecto con el gas mostaza ha sido establecida por numerosos expertos", indica Omari.
Algunos historiadores e investigadores defienden que hay una relación de causalidad entre el gas mostaza y la supuesta alta tasa de cáncer en la región, cuyas nuevas generaciones estarían predispuestas genéticamente a contraer esta enfermedad.
Pero "ningún estudio ha desmostrado hasta ahora" esta hipótesis, advierte a la AFP el ministro de Salud, El Hucine Luardi, agregando que su departamento ha iniciado un estudio sobre esta cuestión, cuyos resultados deberían publicarse "en una decena de días".
- Sin medios suficientes -
Desde que comenzaran las protestas en octubre, la población ha reclamado la construcción de un hospital de oncología, pues los enfermos de cáncer afirman que se tienen que desplazar a Rabat, Fez o Casablanca para recibir tratamiento.
"Uno de mis vecinos murió de un cáncer de sangre. Pese a sus medios limitados, tomaba el avión a Casablanca una vez al mes para (someterse a) la quimioterapia", cuenta Mehdi, un vecino.
"Otro murió hace unos meses de un cáncer de estómago. Una vez al mes, alquilaba una ambulancia para ir a Fez, donde nunca lo atendieron por falta de espacio", lamenta.
Y aunque Alhucemas cuenta con un centro de oncología desde 2008, este sólo "cumple su papel parcialmente, por falta de equipos", admite el alcalde local.