Imagen de promoción del film Vivan las antípodas.
Invitado por los organizadores del festival, el documental de Kossakovsky, estrenado fuera de concurso, es un singular viaje alrededor del mundo, a lugares específicos, localizados en puntos diametralmente opuestos uno del otro del planeta, como si se trazara una línea directa.
"Quise mostrar que la narrativa no es lo más importante. Que el aspecto visual también lo es", aseguró el cineasta, quien construye un "poema" de imágenes, que se voltean y se vuelven a voltear, con tomas diagonales, colores y materias reales que terminan por rotar.
Ambientado en cuatro pareja de lugares a "las antípodas" de la tierra, Argentina-China, Chile-Rusia, Hawai-Botswana, Nueva Zelanda-España, "Vivan las antípodas" es un himno al aspecto más humano del mundo globalizado, en el que se combinan imágenes reales, música y un montaje creativo.
En el filme, Kossakovsky, renombrado documentalista, numerosas veces premiado por sus obras, en particular sobre la vida en Rusia, explora lugares sugestivos.
Entre ellos seleccionó la Patagonia chilena, donde observa el majestuoso vuelo del cóndor y contrapuso la solitaria vida de los hermanos Pérez en la perdida localidad de Entre Ríos, en Argentina, con sus atardeceres rojizos, a la hora de mayor tráfico de la ruidosa Shangai.
Igualmente juega con las enormes rocas de la sierra de Miraflores en España, con la belleza del lago Bajkal, en Rusia, con la espectacular lava incandescente de Hawai y la playa de Castle Point en Nueva Zelanda, donde roda la agonía y muerte de una ballena encallada.
La belleza de la naturaleza, con su complejidad y amenazas, sirven de pretexto para indagar acerca del alma de los lugares y como un antropólogo moderno Kossakovsky comenta con imágenes la realidad.
"Todos tienen su propia verdad. No hago comentarios políticos, busco la singularidad de la vida, entender cómo está el mundo", sostiene.
La idea del filme surgió cuando los hermanos Pérez se preguntaron sobre lo que hay exactamente debajo de sus pies, en el otro lado de la Tierra, confiesa el cineasta, de 40 años, quien calculó esa distancia: 12.756 kilómetros.
"Para mi filmar es aprender. Y en este filme cuanto más rodaba más me apasionaba", asegura el cineasta.
"Viví momentos mágicos, como cuando estaba preparando el rodaje en Argentina y escuchaba mucha música para la banda sonora. Me gustó mucho una canción y le dije a mi asistente: grábala, no la olvides. Cuando llegué a Entre Ríos, la silbaba siempre uno de los Pérez", cuenta aún entusiasmado.
Producido por Ma.Ja de Filmproduktion, el documental recibió aportes de Rusia, Alemania, Japón y los países suramericanos.
"Quise mostrar que la narrativa no es lo más importante. Que el aspecto visual también lo es", aseguró el cineasta, quien construye un "poema" de imágenes, que se voltean y se vuelven a voltear, con tomas diagonales, colores y materias reales que terminan por rotar.
Ambientado en cuatro pareja de lugares a "las antípodas" de la tierra, Argentina-China, Chile-Rusia, Hawai-Botswana, Nueva Zelanda-España, "Vivan las antípodas" es un himno al aspecto más humano del mundo globalizado, en el que se combinan imágenes reales, música y un montaje creativo.
En el filme, Kossakovsky, renombrado documentalista, numerosas veces premiado por sus obras, en particular sobre la vida en Rusia, explora lugares sugestivos.
Entre ellos seleccionó la Patagonia chilena, donde observa el majestuoso vuelo del cóndor y contrapuso la solitaria vida de los hermanos Pérez en la perdida localidad de Entre Ríos, en Argentina, con sus atardeceres rojizos, a la hora de mayor tráfico de la ruidosa Shangai.
Igualmente juega con las enormes rocas de la sierra de Miraflores en España, con la belleza del lago Bajkal, en Rusia, con la espectacular lava incandescente de Hawai y la playa de Castle Point en Nueva Zelanda, donde roda la agonía y muerte de una ballena encallada.
La belleza de la naturaleza, con su complejidad y amenazas, sirven de pretexto para indagar acerca del alma de los lugares y como un antropólogo moderno Kossakovsky comenta con imágenes la realidad.
"Todos tienen su propia verdad. No hago comentarios políticos, busco la singularidad de la vida, entender cómo está el mundo", sostiene.
La idea del filme surgió cuando los hermanos Pérez se preguntaron sobre lo que hay exactamente debajo de sus pies, en el otro lado de la Tierra, confiesa el cineasta, de 40 años, quien calculó esa distancia: 12.756 kilómetros.
"Para mi filmar es aprender. Y en este filme cuanto más rodaba más me apasionaba", asegura el cineasta.
"Viví momentos mágicos, como cuando estaba preparando el rodaje en Argentina y escuchaba mucha música para la banda sonora. Me gustó mucho una canción y le dije a mi asistente: grábala, no la olvides. Cuando llegué a Entre Ríos, la silbaba siempre uno de los Pérez", cuenta aún entusiasmado.
Producido por Ma.Ja de Filmproduktion, el documental recibió aportes de Rusia, Alemania, Japón y los países suramericanos.