Burroughs, a la izquierda, y Kerouac
JESÚS MIGUEL MARCOS - GIJÓN - La II Guerra Mundial tocaba a su fin y ellos vivían en una realidad paralela a salvo de las garras de la sociedad biempensante, pero abiertamente expuestos a los peligros de una existencia nihilista y enloquecida con una alarmante falta de principios y valores. El hecho de que Burroughs matara a su mujer al pegarla un tiro cuando jugaban a Guillermo Tell da una idea de su esquizofrénica rutina.
En la madrugada del 14 de agosto de ese año, se produjo un acontecimiento que pondría la primera piedra de la generación beat: Lucien Carr asesinaba a David Kammerer. Ambos eran amigos íntimos de los dos beats, que meses después contaron el suceso en una novela que ha permanecido inédita hasta hace un año. Ahora, Anagrama publica en español Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques.
Esta forma de escribir muestra a un Burroughs más experimentado que un primerizo y algo limitado Kerouac. El autor de Yonqui le sacaba ocho años y había trabajado escribiendo sucesos en un periódico. Kerouac había comenzado a escribir a los 17 años, pero sus capítulos palidecen ante los precisos perfiles que Burroughs hace de los personajes, cuya prosa radical revela la visión de un mundo mucho más ancho y profundo.
La novela termina, pero la realidad siguió. Carr cumplió una pequeña condena al declarar que Kammerer lo acosaba. Carr rehizo su vida y terminó siendo director de la agencia United Press. En los noventa, el albacea de Burroughs se comprometió a no publicar la historia hasta que Carr muriera. Lo hizo el 28 de enero de 2005, más de 60 años después de que provocara las primeras líneas de la generación beat.
Todo empezó como un ejercicio para contar un asesinato de forma objetiva
Pero todavía estamos en 1944. Queda una década para que Burroughs y Kerouac escriban las novelas que los convertirían en dos de los escritores más influyentes del siglo XX. En la madrugada del 14 de agosto de ese año, se produjo un acontecimiento que pondría la primera piedra de la generación beat: Lucien Carr asesinaba a David Kammerer. Ambos eran amigos íntimos de los dos beats, que meses después contaron el suceso en una novela que ha permanecido inédita hasta hace un año. Ahora, Anagrama publica en español Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques.
Líneas marcadas
Kammerer, casi 20 años mayor que Carr, estaba enamorado de él. Mantenían una relación enfermiza a la vista del resto del grupo. Por eso cuando Carr acudió a casa de Burroughs para contarle lo sucedido, este no se sorprendió. Más afectado quedó Kerouac, que lo acompañó durante el día antes de que se entregara a la policía. Los dos futuros escritores fueron los primeros en saber del asesinato y su crónica, más que un retrato periodístico del suceso, se interpreta hoy como el germen de la escritura beat. Es posible que lo que comenzó como un ejercicio (contar un asesinato de la forma más objetiva posible) acabara creando un estilo narrativo clave en las letras de los últimos 50 años. Borroughs se muestra más experimentado que Kerouac
En Los hipopótamos quedan plasmadas las líneas de fuerza que sostendrán años más tarde el estilo beat: el realismo crudo, el nihilismo, la vida bohemia, la metaliteratura, los viajes, las drogas, la mirada despiadada hacia el mundo, el desprecio a los valores establecidos. Burroughs y Kerouac lo escriben alternándose los capítulos, bajo los pseudónimos de William Lee y John Kerouac, respectivamente. Esta forma de escribir muestra a un Burroughs más experimentado que un primerizo y algo limitado Kerouac. El autor de Yonqui le sacaba ocho años y había trabajado escribiendo sucesos en un periódico. Kerouac había comenzado a escribir a los 17 años, pero sus capítulos palidecen ante los precisos perfiles que Burroughs hace de los personajes, cuya prosa radical revela la visión de un mundo mucho más ancho y profundo.
Retrato de dos escritores
El libro funciona como novela policíaca, pero sobre todo como el retrato de sus dos narradores. Con ligeras variaciones, cuentan un hecho real del que ambos son protagonistas y, casi sin quererlo, se cuentan a ellos mismos. El momento más curioso es cuando Mike Ryko (el nombre que Kerouac utiliza en la ficción) retrata a Will Dennison (Burroughs) como alguien misterioso, malhumorado y falsamente refinado. Burroughs, que en el libro se muestra inteligente, impasible, no coge el guante y evita profundizar en la personalidad de Kerouac.La novela termina, pero la realidad siguió. Carr cumplió una pequeña condena al declarar que Kammerer lo acosaba. Carr rehizo su vida y terminó siendo director de la agencia United Press. En los noventa, el albacea de Burroughs se comprometió a no publicar la historia hasta que Carr muriera. Lo hizo el 28 de enero de 2005, más de 60 años después de que provocara las primeras líneas de la generación beat.