Afirmando "nunca" haberse imaginado merecedor del premio, el autor barcelonés de 74 años hizo gala de la fina ironía que impregna su prolífica obra durante el discurso de aceptación del premio, entregado por el rey Felipe VI.
"En mis escritos he practicado con reincidencia el género humorístico y estaba convencido de que eso me pondría a salvo de muchas responsabilidades. Ya veo que me equivoqué", expresó durante la ceremonia en la Universidad de Alcalá, en las afueras (este) de Madrid.
Autor de "Sin noticias de Gurb", una novela por entregas sobre un extraterrestre en la Barcelona previa a los Juegos Olímpicos de 1992 que lo consagró como escritor de humor, consideró al galardón -anunciado en noviembre- como un reconocimiento a un género a veces denostado.
El humor "ha dado nombres tan ilustres a la literatura española, pero que a menudo y de un modo tácito se considera un género menor", lamentó. "Yo no lo veo así. Y aunque fuera un género menor, igualmente habría que buscar y reconocer en él la excelencia", aseveró.
Mendoza dedicó buena parte de su discurso a ilustrar el peso en su vida del Quijote, desde que en la escuela su lectura fuera "una revelación" para quien era un niño "empeñado en escribir, pero (que) no sabía ni cómo ni sobre qué".
Aunque seguidor de otros escritores clásicos, dijo que su modelo ha sido la obra sobre las aventuras del Caballero de la Triste Figura de Miguel de Cervantes, un texto recibido "como un libro cómico".
"Porque, salvando todas las distancias, yo aspiraba a lo mismo que don Alonso Quijano: correr mundo, tener amores imposibles y deshacer entuertos", dijo, en referencia al Quijote.
"Algo conseguí de lo primero; en lo segundo me llevé bastantes chascos, y en lugar de deshacer entuertos, causé algunos, más por irreflexión que por mala voluntad", señaló.
"Un héroe trágico nunca deja de ser un héroe, porque es un héroe que se equivoca. Y en eso a don Quijote, como a mí, no nos ganaba nadie", agregó.
La obra de Mendoza, un "verdadero artesano del lenguaje" que ha llegado a ser "un maestro en el manejo del idioma", se ubica "en la estela de la mejor tradición cervantina", se congratuló el rey.
El jurado del Cervantes, galardón dotado con 125.000 euros premió la obra "llena de sutilezas e ironía" de Mendoza, autor de 15 novelas, dos libros de relatos, ensayos y obras de teatro.
Tras abandonar la abogacía, Mendoza se mudó en 1973 a Nueva York para trabajar como traductor en la ONU. Dos años más tarde irrumpe en la escena literaria española con la novela "La verdad sobre el caso Savolta", a la postre considerada la primera novela de la transición democrática en España.
Tras regresar a Barcelona, edita en 1986 "La ciudad de los prodigios", que muchos críticos califican como su obra cumbre. Ha cosechado muchos otros premios, como el Planeta en 2010.
Mendoza, quien rechaza adelantar si prepara una nueva novela, por "superstición", publicará en los próximos días "Teatro reunido", una compilación de sus obras escénicas, y "Las barbas del profeta", un ensayo sobre la educación religiosa.
En el pasado, el Cervantes recayó en escritores como Jorge Luis Borges, Camilo José Cela, Juan Carlos Onetti y Álvaro Mutis, o en los también premios Nobel Mario Vargas Llosa y Octavio Paz.
"En mis escritos he practicado con reincidencia el género humorístico y estaba convencido de que eso me pondría a salvo de muchas responsabilidades. Ya veo que me equivoqué", expresó durante la ceremonia en la Universidad de Alcalá, en las afueras (este) de Madrid.
Autor de "Sin noticias de Gurb", una novela por entregas sobre un extraterrestre en la Barcelona previa a los Juegos Olímpicos de 1992 que lo consagró como escritor de humor, consideró al galardón -anunciado en noviembre- como un reconocimiento a un género a veces denostado.
El humor "ha dado nombres tan ilustres a la literatura española, pero que a menudo y de un modo tácito se considera un género menor", lamentó. "Yo no lo veo así. Y aunque fuera un género menor, igualmente habría que buscar y reconocer en él la excelencia", aseveró.
Mendoza dedicó buena parte de su discurso a ilustrar el peso en su vida del Quijote, desde que en la escuela su lectura fuera "una revelación" para quien era un niño "empeñado en escribir, pero (que) no sabía ni cómo ni sobre qué".
Aunque seguidor de otros escritores clásicos, dijo que su modelo ha sido la obra sobre las aventuras del Caballero de la Triste Figura de Miguel de Cervantes, un texto recibido "como un libro cómico".
"Porque, salvando todas las distancias, yo aspiraba a lo mismo que don Alonso Quijano: correr mundo, tener amores imposibles y deshacer entuertos", dijo, en referencia al Quijote.
"Algo conseguí de lo primero; en lo segundo me llevé bastantes chascos, y en lugar de deshacer entuertos, causé algunos, más por irreflexión que por mala voluntad", señaló.
"Un héroe trágico nunca deja de ser un héroe, porque es un héroe que se equivoca. Y en eso a don Quijote, como a mí, no nos ganaba nadie", agregó.
- Maestro del idioma -
La obra de Mendoza, un "verdadero artesano del lenguaje" que ha llegado a ser "un maestro en el manejo del idioma", se ubica "en la estela de la mejor tradición cervantina", se congratuló el rey.
El jurado del Cervantes, galardón dotado con 125.000 euros premió la obra "llena de sutilezas e ironía" de Mendoza, autor de 15 novelas, dos libros de relatos, ensayos y obras de teatro.
Tras abandonar la abogacía, Mendoza se mudó en 1973 a Nueva York para trabajar como traductor en la ONU. Dos años más tarde irrumpe en la escena literaria española con la novela "La verdad sobre el caso Savolta", a la postre considerada la primera novela de la transición democrática en España.
Tras regresar a Barcelona, edita en 1986 "La ciudad de los prodigios", que muchos críticos califican como su obra cumbre. Ha cosechado muchos otros premios, como el Planeta en 2010.
Mendoza, quien rechaza adelantar si prepara una nueva novela, por "superstición", publicará en los próximos días "Teatro reunido", una compilación de sus obras escénicas, y "Las barbas del profeta", un ensayo sobre la educación religiosa.
En el pasado, el Cervantes recayó en escritores como Jorge Luis Borges, Camilo José Cela, Juan Carlos Onetti y Álvaro Mutis, o en los también premios Nobel Mario Vargas Llosa y Octavio Paz.