En enero de 2014, el gobierno de este país del África austral prohibió la caza de todas las especies de animales salvajes - salvo contadas excepciones -, en todo el territorio, una medida muy impopular en Mabele, la aldea de Misonzie.
"Los elefantes se lo comieron todo, no tendremos cosecha" este año, se queja esta madre de siete hijos. "No sé qué haremos. El dinero que gana mi esposo es insuficiente. Y el Estado compensa muy poco".
Antes de la prohibición, las aldeas reagrupadas en comunidades disponían de una cuota de animales que podían abatir. Estos permisos eran entonces comprados por decenas de miles de dólares por parte de agencias de safari especializadas.
"Antes, teníamos mucho dinero", explica Amos Mabuku, presidente del fondo de conservación del Enclave de Chobe, que administra Mabele y otras cuatro aldeas. "La caza nos aportaba más de 400.000 euros al año (unos 450.000 dólares). (Con eso) invertimos en servicios para la población, (comprando) sobre todo seis tractores para la agricultura".
De fuente de ingresos, los elefantes pasaron a ser un perjuicio para los aldeanos que viven junto al parque nacional de Chobe, donde los turistas vienen a admirar a los paquidermos, así como leones, búfalos e hipopótamos, entre otros.
Contrariamente a los parques sudafricanos, el de Chobe no está cerrado: todas las especies salvajes circulan libremente y en el caso de los elefantes, recorren largas distancias, ahora además sin motivos para evitar a los hombres.
El gobierno, que decidió prohibir la caza para registrar las especies amenazadas y transitar hacia otro modelo económico, alienta a las comunidades a poner en marcha proyectos alternativos, sobre todo turísticos, mediante una ayuda financiera.
- '¿Proteger ? ¿Para qué ?' -
"La caza sólo provee empleos durante una temporada concreta, es una forma de ingresos basada en el consumo", explica el ministro de Medio Ambiente, Tshekedi Jama. "Preferimos otras formas de ingresos duraderas, que permitan preservar las especies", añade.
En Mabele, varias personas trabajan en el sector del turismo, en tanto que guías o empleados de hotel a lo largo del río Chobe. Pero estos ingresos junto a los de la agricultura están por ahora lejos de compensar los de la caza.
Incluso los guías y algunas ONG de protección del medio ambiente suscriben los argumentos de las comunidades locales.
"En numerosos países, como fue el caso en Botsuana durante muchos años, la caza de los elefantes es utilizada para generar de forma duradera ingresos que permiten financiar la protección del medio ambiente", argumenta Julian Blanc, delegado de la Convención Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES).
"Cuando la caza era autorizada, era selectiva: mataban únicamente a los machos viejos. Los aldeanos tenían qué comer y ganaban dinero", añade Gerhard Swanepoel, copropietario de Pangolin, una agencia de safaris fotográficos de lujo.
"No defiendo la caza, en absoluto. Pero hay que pensar en todo el mundo. Las zonas donde se cazaba eran lejanas, y era difícil llevar allí los turistas", añade.
En 2012, el rey Juan Carlos de España tuvo que disculparse tras una costosa partida de caza de elefantes en Botsuana. Pero los habitantes de Mabele no mantienen un debate de tipo moral ni reclaman el derecho a matar a discreción, sino el regreso al sistema reglamentado de cuotas.
Pero el gobierno insiste en la necesidad de preservar a los elefantes, víctimas de la caza furtiva en muchos otros países de África, y de una mayor implicación de la población en el turismo, el segundo sector económico del país, después de los diamantes.
Algunas comunidades rurales, sin embargo, se muestran escépticas. "La actitud de la gente ha cambiado. Antes nos decían: 'Proteger y sacaréis un provecho. Hoy nos piden 'proteger'. ¿Para qué?", deplora Amos Mabuku.