“Es hora de abrir un nuevo capítulo”, declaró Merkel en una conferencia de prensa que enfrentó con su habitual aplomo, pero con un tono más personal. “No nací canciller, y de eso nunca me olvidé”, subrayó quien es considerada la mujer más poderosa del mundo, hija de un pastor protestante de la extinta Alemania oriental. El primer paso de su alejamiento de la política será dejar la presidencia de la Unión Cristianodemócrata, CDU, que ocupa desde que sucediera a Helmut Kohl en 2000, para que el partido “se prepare para la era posterior a mi”, según dijo. “Siempre quise ejercer los cargos políticos con dignidad y también dejarlos un día con dignidad”, subrayó Merkel desde el podio de la moderna sede berlinesa de la CDU.
Sus palabras desataron un terremoto político. Hace tiempo que los adversarios políticos de Merkel presionan fuertemente para su salida, sobre todo quienes, por derecha, ven a la pragmática doctora en física de 64 años como sinónimo de la “socialdemocratización” de los conservadores alemanes (el actual gobierno es la tercera “gran coalición” entre los dos grandes partidos germanos) y, tres años después, siguen reprochándole el no haber cerrado las fronteras a la oleada de refugiados de 2015 pese al alto costo político a pagar. Este lunes, la canciller justificó su decisión de dejar la jefatura de su partido con los malos resultados que los conservadores vienen teniendo en sucesivas elecciones regionales, como hace quince días en Baviera y el domingo en Hesse. “Yo soy la responsable de los éxitos y de los fracasos”, subrayó Merkel. Pero también habló de la “imagen inaceptable” que da su coalición de gobierno, sobre todo por las recientes rencillas internas. “Hay motivos mucho más profundos que una mala comunicación”, admitió ayer, tras definir el momento actual como un “punto de inflexión”. La renuncia de Merkel a seguir liderando su partido responde también a la caída de la CDU en las encuestas nacionales, menos de un año antes de unos comicios europeos que podrían marcar el auge de la extrema derecha. Aunque la canciller sigue siendo apoyada y reconocida por gran parte de los alemanes, según el último sondeo nacional los conservadores hoy solo cosecharían el 24 por ciento de los votos de un electorado cada vez más fragmentado. También sus socios socialdemócratas serían, otra vez, duramente castigados en las urnas. Una tendencia que parece difícil de entender si se leen los números macro de constante crecimiento económico, desempleo a la baja y superávit fiscal récord, pero que expresa desde el hartazgo con una dirigencia política que lleva décadas sin soluciones a la profundización de las desigualdades sociales hasta un nuevo nacionalismo xenófobo encarnado por la derechista Alternativa para Alemania AfD.
Justamente la AfD, primer partido de oposición en el Bundestag y ya presente en todos los parlamentos regionales alemanes, viene llevando adelante una feroz campaña en contra de Merkel, persiguiéndola e interrumpiéndola con silbidos en todos los mitines electorales desde 2017 y convirtiéndola en símbolo de la supuesta decadencia alemana. Hasta ahora, la AfD es un tabú en el paisaje político alemán, pero nadie se atreve a pronosticar qué podría pasar en un gobierno conservador post Merkel. Además de abrir un posible período de indefinición en Alemania, el principio del fin de la era Merkel agrega aun más incertidumbre en una Europa sin liderazgos fuertes, con una negociación trabada para la salida de Gran Bretaña de la UE, una Italia que desafía los estrictos criterios de la moneda común y una Europa del Este cada vez más volcada al autoritarismo nacionalista al estilo del húngaro Viktor Orbán. La actual coalición liderada por Merkel, que se formó seis meses después de las elecciones de septiembre de 2017, ya tuvo que superar dos graves crisis internas. Y los socialdemócratas alemanes, sumidos en una grave crisis pese a haber logrado la aprobación de varias de sus propuestas en el Ejecutivo, exigen rever el acuerdo de gobierno con los conservadores dentro de un año y medio, cuando se llegue a la mitad del mandato, para decidir si siguen o no en el poder hasta el 2021.
Que lo hagan, y que Merkel se mantenga hasta entonces, podría depender también de quién sea elegido al frente de la CDU. Las cosas serían más fáciles para la canciller si en el congreso partidario del 6 y 7 de diciembre en Hamburgo surge como nueva presidenta Annegret Kramp-Karrenbauer, alias AKK, también llamada “mini Merkel”, actual secretaria general de la CDU y cercana a Merkel tanto política como personalmente. También podría haber una convivencia pacífica si gana el primer ministro regional de Renania del Norte-Westfalia, el “centrista” Armin Laschet.
En cambio, los dos candidatos del ala más conservadora podrían complicar la gobernabilidad bajo la batuta de Merkel.
El primero es Friedrich Merz, ex jefe de la bancada de la CDU, conservador al mismo tiempo que neoliberal. Aunque en los últimos años trabajó en fondos de inversión y bufetes de abogados, quiere regresar a la política a sus 63 años. Merz nunca dejó de criticar a Merkel, pero sobre todo se lo recuerda por sus discursos de principios de 2000 sobre la supuesta obligación de los inmigrantes de someterse a la “cultura dominante” y por proponer un sistema impositivo “que quepa en un apoyavasos”. El segundo candidato, el joven ministro de Salud, Jens Spahn, representa el neoconservadurismo europeo que encarnan líderes como el canciller austriaco Sebastian Kurz.
Pragmática y poderosa
¿Quién es Angela Merkel y cómo se convirtió en la mujer que rige los destinos del país más poderoso de Europa?
La historia comenzó el 17 de julio de 1954, cuando Angela Dorothea Kasner nació en Hamburgo, en la entonces República Federal Alemana, como hija de un pastor protestante y una maestra de inglés. Con tres años se trasladó a la República Democrática Alemana (RDA), concretamente a Templin, en la región de Uckermark.
Merkel llegó a la política con la caída del Muro de Berlín, en 1989, para convertirse un año después en ministra de la Mujer y de Juventud del Gobierno de Helmut Kohl (1982-1998) y en 2000 en presidenta de la CDU.
Con una mente analítica, fría y con disciplina luterana, esta doctora en física se convirtió en 2005 no solo en la primera mujer en gobernar el país, sino también en el primer dirigente político procedente del este de Alemania.
A sus 64 años, ha dado siempre muestras de su fuerte capacidad de síntesis y de su pasión por el detalle. Camino de emular a Kohl, que fuera su mentor dentro de la CDU, cuando fue investida por cuarta vez consecutiva como canciller en marzo de este año, Merkel ha sabido mantenerse fiel a sí misma y proteger antiguas cualidades como sus nervios de acero.
Su capacidad negociadora es legendaria, pero con su renuncia a presentarse nuevamente como candidata a presidir la CDU, la canciller alemana demostró que también ella tiene sus límites.
Sus palabras desataron un terremoto político. Hace tiempo que los adversarios políticos de Merkel presionan fuertemente para su salida, sobre todo quienes, por derecha, ven a la pragmática doctora en física de 64 años como sinónimo de la “socialdemocratización” de los conservadores alemanes (el actual gobierno es la tercera “gran coalición” entre los dos grandes partidos germanos) y, tres años después, siguen reprochándole el no haber cerrado las fronteras a la oleada de refugiados de 2015 pese al alto costo político a pagar.
Justamente la AfD, primer partido de oposición en el Bundestag y ya presente en todos los parlamentos regionales alemanes, viene llevando adelante una feroz campaña en contra de Merkel, persiguiéndola e interrumpiéndola con silbidos en todos los mitines electorales desde 2017 y convirtiéndola en símbolo de la supuesta decadencia alemana. Hasta ahora, la AfD es un tabú en el paisaje político alemán, pero nadie se atreve a pronosticar qué podría pasar en un gobierno conservador post Merkel.
Que lo hagan, y que Merkel se mantenga hasta entonces, podría depender también de quién sea elegido al frente de la CDU. Las cosas serían más fáciles para la canciller si en el congreso partidario del 6 y 7 de diciembre en Hamburgo surge como nueva presidenta Annegret Kramp-Karrenbauer, alias AKK, también llamada “mini Merkel”, actual secretaria general de la CDU y cercana a Merkel tanto política como personalmente. También podría haber una convivencia pacífica si gana el primer ministro regional de Renania del Norte-Westfalia, el “centrista” Armin Laschet.
En cambio, los dos candidatos del ala más conservadora podrían complicar la gobernabilidad bajo la batuta de Merkel.
El primero es Friedrich Merz, ex jefe de la bancada de la CDU, conservador al mismo tiempo que neoliberal. Aunque en los últimos años trabajó en fondos de inversión y bufetes de abogados, quiere regresar a la política a sus 63 años. Merz nunca dejó de criticar a Merkel, pero sobre todo se lo recuerda por sus discursos de principios de 2000 sobre la supuesta obligación de los inmigrantes de someterse a la “cultura dominante” y por proponer un sistema impositivo “que quepa en un apoyavasos”. El segundo candidato, el joven ministro de Salud, Jens Spahn, representa el neoconservadurismo europeo que encarnan líderes como el canciller austriaco Sebastian Kurz.
Pragmática y poderosa
¿Quién es Angela Merkel y cómo se convirtió en la mujer que rige los destinos del país más poderoso de Europa?
La historia comenzó el 17 de julio de 1954, cuando Angela Dorothea Kasner nació en Hamburgo, en la entonces República Federal Alemana, como hija de un pastor protestante y una maestra de inglés. Con tres años se trasladó a la República Democrática Alemana (RDA), concretamente a Templin, en la región de Uckermark.
Merkel llegó a la política con la caída del Muro de Berlín, en 1989, para convertirse un año después en ministra de la Mujer y de Juventud del Gobierno de Helmut Kohl (1982-1998) y en 2000 en presidenta de la CDU.
Con una mente analítica, fría y con disciplina luterana, esta doctora en física se convirtió en 2005 no solo en la primera mujer en gobernar el país, sino también en el primer dirigente político procedente del este de Alemania.
A sus 64 años, ha dado siempre muestras de su fuerte capacidad de síntesis y de su pasión por el detalle. Camino de emular a Kohl, que fuera su mentor dentro de la CDU, cuando fue investida por cuarta vez consecutiva como canciller en marzo de este año, Merkel ha sabido mantenerse fiel a sí misma y proteger antiguas cualidades como sus nervios de acero.
Su capacidad negociadora es legendaria, pero con su renuncia a presentarse nuevamente como candidata a presidir la CDU, la canciller alemana demostró que también ella tiene sus límites.