Para la muestra, que se pudo ver el 19 de julio de 1937 en Múnich, los nazis confiscaron más de 600 cuadros de los museos alemanes. Bajo el calificativo de "degenerado", difamaron el cubismo, el expresionismo, el dadaísmo, la nueva objetividad ("Neue Sachlichkeit"), todo aquello que según Hitler no podía entenderse por sí solo y que contravenía los principios del nacionalsocialismo o que había sido realizado por algún judío por lo que debía ser retirado de la exposición pública.
"Vemos alrededor de nosotros este engendro de la demencia, de la desfachatez, de la inutilidad y de la depravación", declaró entonces el pintor y presidente del departamento de las Artes del Tercer Reich, Adolf Ziegler. Testigos de la época se acuerdan de cómo se escupía a las obras.
La exposición de Múnich marcó un punto decisivo en la política de arte de los nazis. A partir de agosto de 1937 las existencias de pinturas modernas de los museos del país fueron saqueadas casi por completo. En total, se confiscaron casi 20.000 obras de cerca de 1.400 artistas de más de 100 museos y exposiciones. Los cuadros fueron vendidos, subastados o destruidos. Todo aquello que al dictador nazi le parecía sin valor fue quemado en 1939 en Berlín. Las consecuencias de esta sangría aún siguen vigentes.
Ocho décadas después del robo de arte estatal, el cuadro de gran formato "Tres bañistas" (1913) de Ernst Ludwig Kirchner volvió a Düsseldorf, aunque solo de visita. La obra confiscada de la colección del Museo de Arte de Düsseldorf (Museum Kunstpalast) llegó en 1940 a Nueva York y en 1984 fue vendida a un museo en Sydney. Ahora realizará una breve parada en la ciudad del oeste de Alemania como parte de una muestra en recuerdo de los actos perpetrados en 1937.
Tras la guerra, los museos intentaron compensar sus enormes pérdidas a través de nuevas compras para así "cerrar los agujeros", declara Kathrin Dubois, del Museo de Arte de Düsseldorf. De esta manera, en la colección actual se puede ver el cuadro de Kirchner "Salida de la luna en Fehmarn" (1914). La obra, confiscada en Wiesbaden en 1937, fue adquirida en 1955 por la asociación del museo alemán, aunque sigue sin estar clara la procedencia.
En total se confiscaron en Düsseldorf más de mil obras de arte. Pero en otros lugares la expoliación fue aún mayor, como en Berlín o en Essen, donde los nazis se incautaron de cerca de 1.400 cuadros del Museo Folkwang.
El descubrimiento hace cuatro años de la gran colección de arte del anciano Cornelius Gurlitt, que guardaba en su vivienda más de 1.250 obras de artistas de primer orden como Henri Matisse, Pablo Picasso, Pierre-Auguste Renoir o Claude Monet, hizo que salieran a la luz numerosas de las obras expoliadas por los nazis en 1937 y llevó a los museos alemanes a analizar si alguna de éstas había estado en sus colecciones.
El hombre había heredado la colección de su padre, Hilderbrand Gurlitt, un marchante de arte al que el régimen nazi de Hitler encargó apropiarse del llamado "arte degenerado" y de confiscar pinturas a familias judías para después venderlas a cambio de divisas en el extranjero.
Solo el Museo Wallraf-Richartz de Colonia pudo identificar seis obras de su antigua colección, entre las que había trabajos de Heinrich Campendonk, Otto Mueller y Otto Dix. Aproximadamente cerca de 500 cuadros, acuarelas y dibujos fueron extraídos del museo de Colonia. Sin embargo, es complicado que las obras vuelvan a las colecciones de los museos alemanes: los nazis legalizaron el saqueo en 1938 con una ley que ni los aliados ni la República Federal Alemana anularon tras la guerra, por lo que sigue vigente hoy en día.
"Vemos alrededor de nosotros este engendro de la demencia, de la desfachatez, de la inutilidad y de la depravación", declaró entonces el pintor y presidente del departamento de las Artes del Tercer Reich, Adolf Ziegler. Testigos de la época se acuerdan de cómo se escupía a las obras.
La exposición de Múnich marcó un punto decisivo en la política de arte de los nazis. A partir de agosto de 1937 las existencias de pinturas modernas de los museos del país fueron saqueadas casi por completo. En total, se confiscaron casi 20.000 obras de cerca de 1.400 artistas de más de 100 museos y exposiciones. Los cuadros fueron vendidos, subastados o destruidos. Todo aquello que al dictador nazi le parecía sin valor fue quemado en 1939 en Berlín. Las consecuencias de esta sangría aún siguen vigentes.
Ocho décadas después del robo de arte estatal, el cuadro de gran formato "Tres bañistas" (1913) de Ernst Ludwig Kirchner volvió a Düsseldorf, aunque solo de visita. La obra confiscada de la colección del Museo de Arte de Düsseldorf (Museum Kunstpalast) llegó en 1940 a Nueva York y en 1984 fue vendida a un museo en Sydney. Ahora realizará una breve parada en la ciudad del oeste de Alemania como parte de una muestra en recuerdo de los actos perpetrados en 1937.
Tras la guerra, los museos intentaron compensar sus enormes pérdidas a través de nuevas compras para así "cerrar los agujeros", declara Kathrin Dubois, del Museo de Arte de Düsseldorf. De esta manera, en la colección actual se puede ver el cuadro de Kirchner "Salida de la luna en Fehmarn" (1914). La obra, confiscada en Wiesbaden en 1937, fue adquirida en 1955 por la asociación del museo alemán, aunque sigue sin estar clara la procedencia.
En total se confiscaron en Düsseldorf más de mil obras de arte. Pero en otros lugares la expoliación fue aún mayor, como en Berlín o en Essen, donde los nazis se incautaron de cerca de 1.400 cuadros del Museo Folkwang.
El descubrimiento hace cuatro años de la gran colección de arte del anciano Cornelius Gurlitt, que guardaba en su vivienda más de 1.250 obras de artistas de primer orden como Henri Matisse, Pablo Picasso, Pierre-Auguste Renoir o Claude Monet, hizo que salieran a la luz numerosas de las obras expoliadas por los nazis en 1937 y llevó a los museos alemanes a analizar si alguna de éstas había estado en sus colecciones.
El hombre había heredado la colección de su padre, Hilderbrand Gurlitt, un marchante de arte al que el régimen nazi de Hitler encargó apropiarse del llamado "arte degenerado" y de confiscar pinturas a familias judías para después venderlas a cambio de divisas en el extranjero.
Solo el Museo Wallraf-Richartz de Colonia pudo identificar seis obras de su antigua colección, entre las que había trabajos de Heinrich Campendonk, Otto Mueller y Otto Dix. Aproximadamente cerca de 500 cuadros, acuarelas y dibujos fueron extraídos del museo de Colonia. Sin embargo, es complicado que las obras vuelvan a las colecciones de los museos alemanes: los nazis legalizaron el saqueo en 1938 con una ley que ni los aliados ni la República Federal Alemana anularon tras la guerra, por lo que sigue vigente hoy en día.