Esta nueva tregua tiene más posibilidades de éxito que las anteriores, estiman los expertos. Llega precedida de una desescalada en los combates entre Ansarulá y Arabia Saudita, a la cabeza de una coalición que los combate desde marzo de 2015.
La intervención saudí y sobre todo los presuntos atropellos cometidos por la coalición árabe han suscitado críticas y presiones occidentales discretas sobre Riad para hallar una salida al conflicto.
Además "la prioridad dada a Yemen ha disminuido la capacidad de los Estados del Golfo para participar en la coalición" antiyihadista en Siria y en Irak, lamentó un responsable estadounidense.
El jueves, el secretario de Estado John Kerry reclamó un "alto el fuego completo".
"Por primera vez, los grupos que pueden poner fin a las operaciones militares de más alcance, en particular los saudíes y Ansarulá, parecen más dispuestos a hacerlo", afirmó April Longley Alley, experta en Yemen en el International Crisis Group (ICG).
Ansarulá y los saudíes canjearon en marzo prisioneros con ocasión de una tregua humanitaria en la frontera saudita-yemení.
El lunes, un ministro saudí anunció la presencia de una delegación de Ansarulá en Riad, y al día siguiente el portavoz de estos últimos, Mohamed Abdesalem, informaba de un "acuerdo sobre la continuación de la calma en la frontera y sobre un cese de las operaciones militares en algunas provincias de Yemen".
Este acuerdo puede "conducir a un cese total de las acciones militares y abrir perspectivas claras para el diálogo interyemení en Kuwáit", añadió Abdesalem.
La presidencia yemení afirmó el martes que su intención de alcanzar la paz era "sincera", y anunció la llegada a Kuwáit de representantes para una "comisión de desescalada" creada por la ONU para supervisar el alto el fuego.
El portavoz de la coalición árabe, el saudí Ahmed Asiri, ya había anunciado en marzo el próximo final "de las principales operaciones" militares en Yemen.
Estados Unidos lo aplaudió, al igual que las organizaciones humanitarias, preocupadas por las víctimas de esta guerra, que según la ONU ascienden a 6.300 muertos, la mitad de ellos civiles, y 30.000 heridos.
- Presiones internacionales -
Los combates y los bombardeos aéreos continúan en distintos frentes, pero el conflicto parece decantarse a favor de Ansarulá. Ansarulá y sus aliados, o sea las unidades del ejército partidarias del expresidente Alí Abdalá Saleh, logran avances significativos sobre sus contrincantes, en el centro y oeste del país.
Las fuerzas progubernamentales reconquistaron el pasado verano cinco provincias del sur, pero no logran garantizar la seguridad en ellas debido al auge de grupos yihadistas. Y los hutíes y Ansarulá, aunque pierden terreno, siguen controlando la capital, Saná, y zonas extensas de territorio en el norte y el oeste del país.
"Se han ejercido fuertes presiones internacionales sobre los protagonistas y sus aliados regionales para acabar con las hostilidades", asegura Riad Qahwaji, director del instituto de Oriente Medio y el Golfo para los análisis militares (Inegma). "Yendo a negociar a Riad, los hutíes optaron por una solución unilateral", añade.
La presunta marginación de Saleh, todavía influyente en Yemen, país que dirigió durante más de 30 años, puede agradar al presidente Abd Rabbo Mansur Hadi y a Riad pero también podría obstaculizar un proceso político.
Sobre todo porque el clan Hadi está debilitado por la reciente destitución del primer ministro Jaled Bahah.
"Aunque se ponga fin a las operaciones militares de mayor alcance, el camino de la paz en Yemen será largo y difícil y el conflicto interno puede continuar por un tiempo", advierte April Longley Alley.
Un oficial saudí coincide con ella: "Hacer la guerra es una cosa, estabilizar un país es otra muy distinta".