Esta vía corta a este antiguo centro económico de norte a sur, y los insurgentes controlan más de la mitad de la destruida ciudad.
Las personas como Abu Asad, de 45 años, que trabaja como conductor para el Estado, deben viajar más de 400 km con autobús simplemente para ir de una parte a la otra.
Estos individuos enfrentan un grave peligro cuando atraviesan una zona controlada por el grupo yihadista Estado Islámico (EI), que se ha apoderado de grandes territorios en Siria y el vecino Irak.
Hasta hace un año, los habitantes podían cruzar de un lado de Alepo al otro a través de un puesto de control en Bustan al Qasr, que fue cerrado debido a los francotiradores.
Después de trabajar diez días seguidos en un barrio controlado por el régimen, Abu Asad espera el autobús en una estación del distrito Nuevo Alepo para regresar a su hogar en Shaar, una zona rebelde a sólo 5 km de distancia.
Para llegar allí el autobús primero debe cruzar un área controlada por el ejército, antes de alcanzar una zona desierta que se ha convertido en tierra de nadie durante los tres años transcurridos desde que comenzó la guerra.
"Antes de llegar al puesto de control del EI, las mujeres suben a la parte trasera y cubren completamente su rostro", dijo el chofer del autobús Mohamad, quien efectúa este peligroso recorrido tres veces por mes.
"Ellas no están autorizadas a viajar solas, de acuerdo con las leyes impuestas por los yihadistas. Así que nosotros debemos asegurarnos de que están acompañadas por su esposo o su hermano. Yo verifico cuidadosamente, porque me costará caro si algo sale mal", explicó a la AFP.
Para Abu Asad, cada viaje es un trayecto a lo desconocido.
"Un yihadista de Daesh sube al autobús, armado con una espada en lugar de una Kalashnikov", afirmó, utilizando el acrónimo árabe del EI.
Abu Abdo vive en el distrito rebelde de Sakhur. El también atraviesa la línea de frente para ir al ministerio donde trabaja.
"Nuestra travesía de un lado de Alepo al otro es muy peligrosa. Antes duraba diez minutos, pero ahora toma hasta diez horas porque hay que hacer un gran desvío", señaló.
"A lo largo del camino hay muchos puestos de control, pero yo debo hacer el viaje porque soy un empleado público y no tengo otra fuente de ingresos. A veces hago el viaje dos o tres veces por semana. Dios tenga piedad de nosotros", dijo.
El precio del pasaje de autobús se disparó a causa del conflicto. Antes costaba sólo 20 libras sirias ir de un barrio al otro. Ahora, viajar de la zona gubernamental a la rebelde cuesta 2.500 libras (12,5 dólares).
Un conductor recibió 30 latigazos porque los yihadistas pensaban que su barba era demasiado corta.
Otro pasó 48 horas en una cárcel del EI y sólo fue liberado cuando pudo recitar correctamente una plegaria.
"Esta es la ruta del miedo", dijo Abu Ahmad, que viajó al sector controlado por el régimen del presidente Bashar al Asad para ver a su médico.