Bahrein: Una rebelión abortada


BEIRUT. - Penetra el convoy blindado del 14 de marzo de hace dos años en el diminuto archipiélago de Bahrein, de treinta y tres islitas, por el largo puente que lo une a la vasta península arábiga. Eran las tropas destacadas por las ricas monarquías petrolíferas del Golfo, por el vecino reino de los Saudis, para ayudar al soberano Ahmad Ben Isa Al Jalifa, a aplastar la rebelión de sus súbditos, sobre todo chiís.



La 5ª flota estadounidense, con sede en Manama, Bahrein
La 5ª flota estadounidense, con sede en Manama, Bahrein
Durante varias semanas, desde el 14 de febrero del 2011, sus manifestantes convirtieron la rotonda de la Perla en una pequeña plaza del Tahrir. A mi, recién llegado de El Cairo, intentaron los manifestantes convencerme para que subiera al estrado y les relatase mis experiencias egipcias… Hay países que entran por los ojos como Bahrein. Su estilo de vida no es ni artificial ni improvisado debido a su milenaria historia desde la civilización de Dilmon. El reino de solo trescientos kilómetros cuadrados es un cosmos en miniatura. Caben los lujosos barrios de la capital, Manama, sus hoteles de cadenas internacionales, sus puertos de recreo, sus clubs donde se divierten y solazan innumerables turistas llegados del represivo reino saudí, hay desangeladas zonas industriales, pobres aldeas chiís con banderas rojas y negras, testimonio de su luto ancestral, que en aquellas jornadas del invierno del 2011, vivían la excitación rebelde.
Lo que más recuerdo del primer día que visité la plaza de la Perla es la empalizada que dividía el recinto, separando la mayoría masculina de los manifestantes de la minoría de mujeres, casi todas cubiertas de chador, entre las que también se mezclaban jóvenes sunis vestidas al estilo occidental. No era sólo un conflicto entre chiís y sunis, sino un conflicto social y económico de los más desfavorecidos. En la plaza del Tahrir, en cambio, la confusión de sexos fue una de sus características mas evidentes.
En los tenderetes armados alrededor de la plaza isleña, se exhibían pancartas y carteles, pidiendo desde el derrocamiento del rey hasta la declaración de una monarquía constitucional, cebándose en el odiado primer ministro, tío del rey, que gobernaba desde hacia cuatro décadas y cuya dimisión era su más popular exigencia.
Con el asalto de las fuerzas de seguridad, después del ejército, sobre los pacíficos manifestantes que vivaqueaban en la rotonda, que provocó veinticuatro muertos entre ellos cuatro policías de acuerdo con el gobierno y treinta según la oposición, esta represión continuó las de Túnez, Egipto, Yemen…  Pero la rebelión de Bahrein, una monarquía de la dinastía suní de los Jalifa desde hace más de dos siglos en el poder, que domina una población de mayoría chií evaluada en el setenta por ciento de sus habitantes, ha sido la gran excepción. Los manifestantes más radicales no querían abandonar la plaza hasta conseguir el derrocamiento de la monarquía a la que acusaban de discriminar a los chiís, que no pueden ni alistarse en las fuerzas armadas en las que, en cambio, se enrolan extranjeros, sirios, jordanos, musulmanes sunís, de la confianza del Trono.
Pese a que tampoco se esperaba en Bahrein este inusitado movimiento de impugnación al rey, no hay que olvidar los centenares de manifestaciones antigubernamentales organizadas anteriormente. Bahrein goza de un progreso económico, de un estilo de vida, que no se pueden comparar con los de Egipto.
Su estabilidad es la estabilidad de los ricos y frágiles principados del Golfo. La supervivencia de su monarquía, una prioridad de los EE.UU., cuya V flota ancla en los muelles de Manama a los que, a veces, casi llegaron los manifestantes.
La oposición chií, muy dividida entre los jóvenes encapuchados que aún arrojan cocteles molotov sobre las patrullas de policía, queman neumáticos, arman barricadas, en periféricas aldeas chiís, y los dirigentes de partidos como Al Wefak, que en principio aceptaron el diálogo nacional convocado por el rey en este segundo aniversario de la rebelión, han lamentado siempre el poco interés internacional que ha provocado su movimiento de protesta.
Como los contestarios son chiís no han contado con el apoyo de los estados árabes sunís, ni con la decisiva cobertura de la televisión qatari Al Jazira, ni de otros influyentes órganos de información. A menudo el gobierno de Bahrein ha acusado a Irán, al Hezbollah libanés, de fomentar las revueltas locales, llegando a expulsar residentes libaneses, y suspender vuelos a Beirut.
El diminuto reino está enclavado entre dos poderosos estados, Arabia Saudí que protege a los sunís, e Irán bajo cuya sombra,de algún modo, se cobijan los chiís. La administración estadounidense ampara a los Tronos árabes, sus grandes aliados del Golfo.
Para erradicar de cuajo el gran símbolo de la rebelión, el 18 de marzo de hace dos años, fue destruido el grácil monumento de la plaza de la Perla. Los soldados apostados, entonces en su vecino puente, me impidieron fotografiar su decapitación.
Tomás Alcoverro
Martes, 12 de Febrero 2013
La Vanguardia, Barcelona, España
           


Nuevo comentario:

Noticias | Política | Ideas | Personalidades | Doctrinas | Cultura | Patrimonio cultural | Libros | Diálogo | Investigación | Literatura | Artes | Educación | Comunicación | Ciencia | Entretenimiento | Turismo | Sociedad | Deporte