De acuerdo con el historiador banilejo José Miguel Germán, la historia del surgimiento de este pueblo se remonta a la época precolonial, cuando aún la población indígena habitaba en esta isla. La palabra Baní proviene de la lengua aborigen, la cual era usada para llamar al río, y su origen es el nombre de un cacique indio que significa “abundancia de agua”.
Cuando la isla estaba dividida en cinco cacicazgos, el terreno que hoy ocupa el pueblo de Baní, formaba parte del cacicazgo llamado Maguana. Luego, con la llegada de los españoles se instalaron ingenios azucareros a orillas de los ríos del hasta entonces cacicazgo, afirma Germán.
Según datos del historiador, con la decadencia de los ingenios y el surgimiento de los hatos, los cuales eran grandes extensiones de tierra donde se criaba todo tipo de animales, en esta comunidad se comenzaron a realizar los pasos legales para la compra y venta de animales, notándose desde entonces el espíritu empresarial que caracteriza a los banilejos.
Otro punto importante en el surgimiento de este pueblo, fue que en cada hato había una ermita o santuario religioso, pero en 1643 se designó un solo templo donde acudían personas de otras comunidades en busca de servicios religiosos.
Establecimiento
Germán también señala que los individuos que iban hacia Baní se fueron estableciendo en sus alrededores hasta que se acordonaron alrededor de la actual plaza del pueblo y ocuparon un total de ocho cuadras del lugar... así surgió el pueblo que “llama a los ríos”.
Fue, sin embargo, en 1764 cuando el establecimiento de Baní se hizo formal, según el historiador Emilio Rodríguez Demorizi afirma en su folleto Fundación de Baní: “El día tres de marzo de 1764 se fundó la población de Baní en un predio que los vecinos compraron a los dueños de Cerro Gordo por la suma de 370 pesos fuertes”.
Luego de su fundación, llegaron inmigrantes procedentes de las Islas Canarias (España), quienes fortalecieron en los ya pobladores banilejos un perfíl de ser personas emprendedoras y de responsabilidad ciudadana, tanto en el comercio como en la conciencia nacional, así afirma Antonio Lluberes, en su texto La Virgen de Regla y la iglesia de Baní.
La cuna de las industrias. Los pobladores de Baní se caracterizan por ser comerciantes, por saber buscarle la vuelta al peso y ser buenos administradores. Que las principales industrias del país se encuentren en esta provincia, lo comprueba.
Industrias Banilejas, Peravia Industrial, La Fosforera, tienen sus productos distribuidos en todo el territorio nacional, y algunos de ellos son incluso exportados al extranjero, y además tienen un posicionamiento en la cotidianidad dominicana, que los convierte en parte de la cultura local.
Las actividades económicas que mueven a Baní van desde las industrias, la agricultura, en especial la producción de mangos y aguacates; y también las remesas que representan el 40 por ciento del dinero que circula en el pueblo, afirma el historiador José Miguel Germán.
Cuando la isla estaba dividida en cinco cacicazgos, el terreno que hoy ocupa el pueblo de Baní, formaba parte del cacicazgo llamado Maguana. Luego, con la llegada de los españoles se instalaron ingenios azucareros a orillas de los ríos del hasta entonces cacicazgo, afirma Germán.
Según datos del historiador, con la decadencia de los ingenios y el surgimiento de los hatos, los cuales eran grandes extensiones de tierra donde se criaba todo tipo de animales, en esta comunidad se comenzaron a realizar los pasos legales para la compra y venta de animales, notándose desde entonces el espíritu empresarial que caracteriza a los banilejos.
Otro punto importante en el surgimiento de este pueblo, fue que en cada hato había una ermita o santuario religioso, pero en 1643 se designó un solo templo donde acudían personas de otras comunidades en busca de servicios religiosos.
Establecimiento
Germán también señala que los individuos que iban hacia Baní se fueron estableciendo en sus alrededores hasta que se acordonaron alrededor de la actual plaza del pueblo y ocuparon un total de ocho cuadras del lugar... así surgió el pueblo que “llama a los ríos”.
Fue, sin embargo, en 1764 cuando el establecimiento de Baní se hizo formal, según el historiador Emilio Rodríguez Demorizi afirma en su folleto Fundación de Baní: “El día tres de marzo de 1764 se fundó la población de Baní en un predio que los vecinos compraron a los dueños de Cerro Gordo por la suma de 370 pesos fuertes”.
Luego de su fundación, llegaron inmigrantes procedentes de las Islas Canarias (España), quienes fortalecieron en los ya pobladores banilejos un perfíl de ser personas emprendedoras y de responsabilidad ciudadana, tanto en el comercio como en la conciencia nacional, así afirma Antonio Lluberes, en su texto La Virgen de Regla y la iglesia de Baní.
La cuna de las industrias. Los pobladores de Baní se caracterizan por ser comerciantes, por saber buscarle la vuelta al peso y ser buenos administradores. Que las principales industrias del país se encuentren en esta provincia, lo comprueba.
Industrias Banilejas, Peravia Industrial, La Fosforera, tienen sus productos distribuidos en todo el territorio nacional, y algunos de ellos son incluso exportados al extranjero, y además tienen un posicionamiento en la cotidianidad dominicana, que los convierte en parte de la cultura local.
Las actividades económicas que mueven a Baní van desde las industrias, la agricultura, en especial la producción de mangos y aguacates; y también las remesas que representan el 40 por ciento del dinero que circula en el pueblo, afirma el historiador José Miguel Germán.