"Estoy bailando por devoción a la Mamita del Socavón, como le decimos la 'kjachamosa' (mujer bondadosa en idioma quechua), es una promesa que se le hace", dice a la AFP Richard Vega, del grupo de danza Tinkus, que recrea las peleas a puño que realizan quechuas bolivianos, desde tiempos incaicos, buscando favores de la Pachamama (Madre-Tierra) para la siembra.
Richard tiene 25 años, es líder de grupo y de profesión ingeniero eléctrico, quien señala que baila en agradecimiento a la Mamita del Socavón, porque -dice- ella permitió que pudiera terminar su carrera universitaria sin contratiempos.
Él y sus compañeros de baile practican todas las noches, de dos a tres horas, en una plaza de Oruro, la ciudad de Bolivia de unos 230.000 habitantes, sede de la festividad religiosa-pagana, declarada por la Unesco como patrimonio cultural de la humanidad en 2001.
Un estereofónico y unos altoparlantes retumban en la plaza. Son los elementos que insuflan ánimos a los "tinkus", que responden con saltos, gritos y cánticos, como si la vida dependiera de ello.
El ambiente nocturno en Oruro es agitado, en calles y avenidas se encuentran centenares de bailarines que ensayan coreografías y estribillos para utilizarlos en el fastuoso carnaval, dominado por "la Diablada", una recreación de la lucha entre el bien y el mal.
Esta danza es atípica: es el baile del maligno "Supay" (dios andino) y su corte de diablos, en una festividad que se organiza para la Virgen Católica, en un sincretismo religioso, hasta cierto punto, inexplicable para propios y extraños.
Los danzarines se alistan para agradar a miles de personas que llegan a Oruro desde otras ciudades bolivianas e incluso del exterior.
"Son miles de personas que asisten, se habla de miles de personas que observan, entre las personas que viven en Oruro y los visitantes" para deleitarse en los bailes "de unos 18.000 danzarines, a lo largo de unos 10 kilómetros", asegura a la AFP Pedro Ramos, director de Cultura de la Gobernación local.
La atención suele centrarse, en "la Morenada", los "Caporales", la "Diablada", los "Incas" y la "Llamerada", en una frondosa lista de 17 bailes típicos y exóticos andinos, con fuerte influencia de tambores africanos. Todas las danzas tienen sus historias.
La "Morenada" recrea la historia del esclavismo que ejercieron los españoles sobre los pobladores negros, traídos desde Africa para trabajar primero en las minas y luego en tareas agrícolas.
Los "Caporales" también tienen una representación muy similar a la "Morenada". La "Diablada" exalta la lucha entre el bien y el mal, y los "Incas" recuerdan el reinado quechua que se ejerció desde el poblado peruano de Cusco, mientras que la "Llamerada" reproduce la crianza de auquénidos andinos.
A pesar de que el principal argumento es la fe hacia la Pachamama, el gasto económico que realizan los danzarines suelen romper los bolsillos de uno de los países más pobres de Sudamérica, donde el ingreso anual per cápita es de 1.300 dólares y el salario mínimo nacional mensual está en 96 dólares.
"Para bailar, por ejemplo, en una Morenada el traje cuesta entre 400 y 500 dólares y en algunas fraternidades se usan dos trajes diferentes, para el sábado y el domingo", dice a la AFP el antropólogo Juan Carlos Añez.
"La inscripción cuesta 150 dólares, hay que dar otros 100 dólares pro-carnaval y pagar (entre todos los bailarines) unos 6.000 a 7.000 dólares para la banda" de músicos, precisa Añez.
"Más o menos estamos hablando de 1.000 a 1.200 dólares (que gasta cada persona), tal vez más, que es harta plata para un país en crisis", advierte el antropólogo.
Los sectores pobres de la sociedad suelen gastar, en el otro extremo, unos 50 dólares, principalmente en la adquisición o confección de modestos trajes típicos, pero aún este monto es un lujo para sus miembros: estudiantes, comerciantes al menudeo callejeros o desempleados.
El Carnaval de Oruro -señala a la AFP Juan Aguirre, administrador del Museo local- se remonta a épocas preincaicas.
Los aborígenes Urus, que aún habitan la zona desde 4.500 años antes de Cristo, "elevaban ritos de adoración y danza a una 'huaca', un ídolo de piedra ubicado en las serranías de Oruro", semejante a una llama (auquénido), explica.
Tras la llegada de los españoles, se impuso la adoración a la Virgen del Socavón, en el mismo lugar, aprovechando la leyenda que una "ñusta diosa" derrotó a "Wari", otra deidad andina, quien había lanzado calamidades y pestes sobre los Urus.
Richard tiene 25 años, es líder de grupo y de profesión ingeniero eléctrico, quien señala que baila en agradecimiento a la Mamita del Socavón, porque -dice- ella permitió que pudiera terminar su carrera universitaria sin contratiempos.
Él y sus compañeros de baile practican todas las noches, de dos a tres horas, en una plaza de Oruro, la ciudad de Bolivia de unos 230.000 habitantes, sede de la festividad religiosa-pagana, declarada por la Unesco como patrimonio cultural de la humanidad en 2001.
Un estereofónico y unos altoparlantes retumban en la plaza. Son los elementos que insuflan ánimos a los "tinkus", que responden con saltos, gritos y cánticos, como si la vida dependiera de ello.
El ambiente nocturno en Oruro es agitado, en calles y avenidas se encuentran centenares de bailarines que ensayan coreografías y estribillos para utilizarlos en el fastuoso carnaval, dominado por "la Diablada", una recreación de la lucha entre el bien y el mal.
Esta danza es atípica: es el baile del maligno "Supay" (dios andino) y su corte de diablos, en una festividad que se organiza para la Virgen Católica, en un sincretismo religioso, hasta cierto punto, inexplicable para propios y extraños.
Los danzarines se alistan para agradar a miles de personas que llegan a Oruro desde otras ciudades bolivianas e incluso del exterior.
"Son miles de personas que asisten, se habla de miles de personas que observan, entre las personas que viven en Oruro y los visitantes" para deleitarse en los bailes "de unos 18.000 danzarines, a lo largo de unos 10 kilómetros", asegura a la AFP Pedro Ramos, director de Cultura de la Gobernación local.
La atención suele centrarse, en "la Morenada", los "Caporales", la "Diablada", los "Incas" y la "Llamerada", en una frondosa lista de 17 bailes típicos y exóticos andinos, con fuerte influencia de tambores africanos. Todas las danzas tienen sus historias.
La "Morenada" recrea la historia del esclavismo que ejercieron los españoles sobre los pobladores negros, traídos desde Africa para trabajar primero en las minas y luego en tareas agrícolas.
Los "Caporales" también tienen una representación muy similar a la "Morenada". La "Diablada" exalta la lucha entre el bien y el mal, y los "Incas" recuerdan el reinado quechua que se ejerció desde el poblado peruano de Cusco, mientras que la "Llamerada" reproduce la crianza de auquénidos andinos.
A pesar de que el principal argumento es la fe hacia la Pachamama, el gasto económico que realizan los danzarines suelen romper los bolsillos de uno de los países más pobres de Sudamérica, donde el ingreso anual per cápita es de 1.300 dólares y el salario mínimo nacional mensual está en 96 dólares.
"Para bailar, por ejemplo, en una Morenada el traje cuesta entre 400 y 500 dólares y en algunas fraternidades se usan dos trajes diferentes, para el sábado y el domingo", dice a la AFP el antropólogo Juan Carlos Añez.
"La inscripción cuesta 150 dólares, hay que dar otros 100 dólares pro-carnaval y pagar (entre todos los bailarines) unos 6.000 a 7.000 dólares para la banda" de músicos, precisa Añez.
"Más o menos estamos hablando de 1.000 a 1.200 dólares (que gasta cada persona), tal vez más, que es harta plata para un país en crisis", advierte el antropólogo.
Los sectores pobres de la sociedad suelen gastar, en el otro extremo, unos 50 dólares, principalmente en la adquisición o confección de modestos trajes típicos, pero aún este monto es un lujo para sus miembros: estudiantes, comerciantes al menudeo callejeros o desempleados.
El Carnaval de Oruro -señala a la AFP Juan Aguirre, administrador del Museo local- se remonta a épocas preincaicas.
Los aborígenes Urus, que aún habitan la zona desde 4.500 años antes de Cristo, "elevaban ritos de adoración y danza a una 'huaca', un ídolo de piedra ubicado en las serranías de Oruro", semejante a una llama (auquénido), explica.
Tras la llegada de los españoles, se impuso la adoración a la Virgen del Socavón, en el mismo lugar, aprovechando la leyenda que una "ñusta diosa" derrotó a "Wari", otra deidad andina, quien había lanzado calamidades y pestes sobre los Urus.