Como anuncio del martes de ch'alla, un tronar de petardos rasgó la madrugada de La Paz, especialmente en las laderas, donde se concentra el grueso de la población más pobre, mucha de ella ascendiente aymara, cultura donde este rito pagano está muy arraigado.
La ch'alla, que consiste en ofrendar con alimentos y alcohol, se ha extendido a toda la población, y ahora se celebra en el sur y el este del país.
El festejo en La Paz se vio opacado tras el colapso hace diez días de un cerro que dejó 6.000 damnificados y 800 predios destruidos.
A pesar de haber perdido su techo, un vecino que perdió su casa a fines de febrero por el alud, esparce alcohol y envuelve con coloridas serpentinas las ruinas de lo que fue su hogar.
"En este momento de desgracia, pedimos a la Pachamama que nos devuelva la casa perdida", dice a la local estación de televisión Unitel el hombre de unos 45 años que no revela su nombre, mientras bebe, con dejo de amargura, un vaso de cerveza.
La mayoría de los afectados vive ahora en carpas en predios públicos donde las autoridades y la solidaridad del pueblo los asiste con comida, ropa, agua y medicamentos mientras el gobierno elabora un plan para construirles nuevas casas.
En el terminal de buses de La Paz, los viajes fueron suspendidos este martes para dar lugar a la fiesta tras la ch'alla de los vehículos.
"Ch'allamos para que nos vaya bien en los viajes, es una tradición de nuestros abuelos", dijo a la AFP en medio de la fiesta un transportista, que ofrecía, amable, un vaso de cerveza en ofrenda a la madre-tierra, en medio de ensordecedores petardos que hacían difícil la conversación.
Como ellos, en viviendas, comercios y mercados los bolivianos cumplen el rito de rociar con vino y alcohol sus bienes como terrenos, casas, vehículos e incluso lugares de trabajo.
Más hacia la plaza de Armas de La Paz, una vecina regaba cerveza desde una botella a su vehículo, aparcado en plena calle, mientras sus pequeños hijos lo adornaban con globos de colores. Al lado, el esposo encendía petardos. "Para que no tengamos accidentes", explica sin dejar su labor.
La ch'alla, que consiste en halagar a la Pachamama con distintas ofrendas - vino, alcohol, dulces, globos de colores y serpentinas- está también enraizado en el campo, donde los agricultores piden por mejores cosechas.
Junto a esta ofrenda colorida y festiva, está la 'mesa', una mezcla de maderas aromáticas, dulces, lanas y representaciones en miniatura de autos, casas y billetes, un conjunto que es quemado en un sahumerio para invocar, según sea el caso, trabajo, salud, dinero, amor.
Según la tradición, la 'mesa' debe quemarse por completo en un brasero o fogón para luego luego enterrarse en algún lugar de la casa.
Una mesa cuesta entre 10 bolivianos (1,5 dólares) y 200 bolivianos (28 dólares), según lleve más objetos, como avellanas doradas o 'sullus' (fetos disecados de llama, auquénido). Estos últimos son bien apreciados pues son enterrados en edificios en construcción para darles solidez y estabilidad.
En algunos casos, en el rito de la ch'alla, mientras se hacen las ofrendas a la Pachamama, un hechicero indígena recita oraciones en lengua aymara invocando fortuna, salud y armonía en el hogar.
Durante el 'Martes de Ch'alla' las casas amanecen engalanadas con largas y vistosas tiras de serpentina, banderines multicolores y multiformes, globos de color y confeti.
Las gentes beben licor pero siempre derraman un poco de sus copas sobre el suelo para que haya un trago para la Pachamama.
La ch'alla, que consiste en ofrendar con alimentos y alcohol, se ha extendido a toda la población, y ahora se celebra en el sur y el este del país.
El festejo en La Paz se vio opacado tras el colapso hace diez días de un cerro que dejó 6.000 damnificados y 800 predios destruidos.
A pesar de haber perdido su techo, un vecino que perdió su casa a fines de febrero por el alud, esparce alcohol y envuelve con coloridas serpentinas las ruinas de lo que fue su hogar.
"En este momento de desgracia, pedimos a la Pachamama que nos devuelva la casa perdida", dice a la local estación de televisión Unitel el hombre de unos 45 años que no revela su nombre, mientras bebe, con dejo de amargura, un vaso de cerveza.
La mayoría de los afectados vive ahora en carpas en predios públicos donde las autoridades y la solidaridad del pueblo los asiste con comida, ropa, agua y medicamentos mientras el gobierno elabora un plan para construirles nuevas casas.
En el terminal de buses de La Paz, los viajes fueron suspendidos este martes para dar lugar a la fiesta tras la ch'alla de los vehículos.
"Ch'allamos para que nos vaya bien en los viajes, es una tradición de nuestros abuelos", dijo a la AFP en medio de la fiesta un transportista, que ofrecía, amable, un vaso de cerveza en ofrenda a la madre-tierra, en medio de ensordecedores petardos que hacían difícil la conversación.
Como ellos, en viviendas, comercios y mercados los bolivianos cumplen el rito de rociar con vino y alcohol sus bienes como terrenos, casas, vehículos e incluso lugares de trabajo.
Más hacia la plaza de Armas de La Paz, una vecina regaba cerveza desde una botella a su vehículo, aparcado en plena calle, mientras sus pequeños hijos lo adornaban con globos de colores. Al lado, el esposo encendía petardos. "Para que no tengamos accidentes", explica sin dejar su labor.
La ch'alla, que consiste en halagar a la Pachamama con distintas ofrendas - vino, alcohol, dulces, globos de colores y serpentinas- está también enraizado en el campo, donde los agricultores piden por mejores cosechas.
Junto a esta ofrenda colorida y festiva, está la 'mesa', una mezcla de maderas aromáticas, dulces, lanas y representaciones en miniatura de autos, casas y billetes, un conjunto que es quemado en un sahumerio para invocar, según sea el caso, trabajo, salud, dinero, amor.
Según la tradición, la 'mesa' debe quemarse por completo en un brasero o fogón para luego luego enterrarse en algún lugar de la casa.
Una mesa cuesta entre 10 bolivianos (1,5 dólares) y 200 bolivianos (28 dólares), según lleve más objetos, como avellanas doradas o 'sullus' (fetos disecados de llama, auquénido). Estos últimos son bien apreciados pues son enterrados en edificios en construcción para darles solidez y estabilidad.
En algunos casos, en el rito de la ch'alla, mientras se hacen las ofrendas a la Pachamama, un hechicero indígena recita oraciones en lengua aymara invocando fortuna, salud y armonía en el hogar.
Durante el 'Martes de Ch'alla' las casas amanecen engalanadas con largas y vistosas tiras de serpentina, banderines multicolores y multiformes, globos de color y confeti.
Las gentes beben licor pero siempre derraman un poco de sus copas sobre el suelo para que haya un trago para la Pachamama.