Calder, la belleza del escultor que nos hizo mirar hacia arriba


Que otros capten lo que tengo en mente me parece accesorio, por lo menos mientras ellos tengan sus propias ideas”. Esto decía Alexander Calder en 1951. Un enunciado donde ofrece libertad para acercarse a sus obras. La misma libertad creativa presente en los más de sesenta trabajos, que el público podrá recorrer desde este sábado en la Fundación Proa.



Una obra de Calder
Una obra de Calder

Fue escultor en un sentido alejado de toda tradición. Desestimó la masa, la relación de la obra con el suelo, sus materiales más característicos. Hizo con frecuencia que la mirada se elevara para encontrarse con la obra, para percibir finas varillas danzantes, figuras geométricas planas en metal con movimientos sutiles. Supo integrar en una misma obra forma, color, movimiento, sonido, el espacio circundante y al espectador. Fue vanguardista pero alejado de cualquier dogma. Y fue más allá de la modernidad de su tiempo y se volvió contemporáneo.

 

Organizada por Fundación Proa con la colaboración de Calder Foundation de Nueva York, la presente muestra da cuenta de la apertura y amplitud de su obra mediante la selección de los trabajos realizada por la curadora Sandra Antelo-Suárez, que recorren seis décadas, revelando su enfoque multifacético. Dibujos, esculturas de alambre, móviles, piezas de joyería reunidos bajo el título Teatro de Encuentros

El recorrido de la presente exposición se estructura en cuatro núcleos que plantean, a su vez, cierta cronología. En el inicio asistimos a sus obras de los años 20, entre ellas, dibujos en tinta con pincel, el libro Animal Scketching, las esculturas con alambre. Ya en la segunda sala se pone en evidencia su llegada a la abstracción. Allí vemos una obra clave en su producción, Esfera pequeña y esfera pesada, de 1932. Se trata de una instalación que al ser activada inicia un movimiento y una sonoridad sutil, vibrante, enigmática, azarosa, de carácter performático.

 

Llegamos entonces a sus célebres “móviles”, de los años cuarenta y cincuenta. Esculturas abstractas de chapa y alambre suspendidos y con un movimiento que produce formas cambiantes. El término “móvil” fue inventado por su amigo Marcel Duchamp, figura fundamental del arte del siglo XX. Así comienza la esplendorosa era del objeto-ballet semiautosuficiente, en palabras de la curadora. Una dimensión muy presente en estos trabajos es la de la sombra de las piezas que remiten, incluso, a las imágenes de un teatro de sombras.

El material característico de Calder es el metal, el cual cortó y ensambló. El nieto del artista -Alexander S. C. Rower-, ayer recorrió la muestra porteña y habló de la vibración de esas obras, que nos colocan en el aquí y ahora. Como en un estado de meditación. Nos hacen sentir el tiempo presente, percibir mínimos movimientos y cambios en la medida en que nos concentramos y nos dejamos llevar por la experiencia propuesta por las obras.

 

Los trabajos de Calder son eventos, momentos de la vida en el instante en que suceden. Y nos demandan, por lo tanto, tiempo de vida para experimentarlos, percibirlos, actuar con ellos. Nos comprometen. Conexión, disparidad, renuncia al estilo, articulación, son algunos de los términos transversales a la producción del artista. Se trata de las relaciones entre los elementos de la obra de arte y la imaginación del espectador, lo cual incluye el tiempo y el azar. Y, por lo tanto, su obra también ofrece un costado lúdico, por momentos de gran poesía y belleza.

 

Seguimos en el recorrido y encontramos los stabiles de los años 70, que son planos de chapa, tridimensionales y multidiagramáticos diseñados para lugares específicos. Algunos de ellos tienen enigmáticas formas que evocan a la naturaleza. 

 

Artista internacional, entre 1926 y 1933, Calder cruzó el océano Atlántico doce veces. Visitó tres veces Brasil y realizó importantes obras por encargo en todo el mundo. En la Argentina recién se lo pudo apreciar de manera directa su obra en 1974, cuando el Museo Nacional de Bellas Artes presentó Escultura, acuarelas y dibujos, grabados, libros ilustrados y joyas de la colección del Museum of Modern Art de Nueva York, una exhibición itinerante. Casi 50 años después, se tiene esta nueva oportunidad que amplía aún más la mirada sobre su obra.

 

“La lógica es insuficiente en este juego. En vez de eso, tenemos una liberación intelectual. La obra de Calder resiste las convenciones de la clasificación”, señala la curadora. Sólo nos queda adentrarnos en el universo de Calder. Sabemos que nos está esperando, que aguarda encontrarse con cada uno de nosotros. Y tiene mucho para ofrecernos hasta el 13 de enero.

 

Calder Básico

Nació en Pensilvania en 1948 y murió en Nueva York en noviembre de 1976.

HIjo y nieto de escultores, estudió Ingeniería Mecánica. En 1926 empezó a hacer figuras de alambre y madera.

En 1952 ganó el gran premio de Escultura de la Bienal de Venecia.

Fue el creador del móvil, un precursor de la escultura cinética.

Miércoles, 5 de Septiembre 2018
Clarín, Argentina
           


Nuevo comentario:

Noticias | Política | Ideas | Personalidades | Doctrinas | Cultura | Patrimonio cultural | Libros | Diálogo | Investigación | Literatura | Artes | Educación | Comunicación | Ciencia | Entretenimiento | Turismo | Sociedad | Deporte