"La visita de García-Margallo a La Habana es emblemática del avance que España y la Unión Europea están buscando en las relaciones con Cuba. También marca un importante paso del presidente (del gobierno, el conservador español) Mariano Rajoy, pues es el primer ministro de su gobierno que viaja a Cuba", declaró a la AFP el analista Jason Marczack, del Atlantic Council, un centro de estudios de Washington.
Al cerrar su visita el martes -en la que no fue recibido por el presidente Raúl Castro- el canciller pidió a Cuba un "ritmo más rápido" en las reformas económicas, que han abierto espacio al sector privado, y que ratifique los pactos internacionales de derechos humanos, que suscribió en 2008.
También le pidió que autorice viajar al exterior a 12 disidentes en libertad provisional y que puedan visitar la isla 120 expresos políticos que emigraron a España como resultado de un histórico diálogo en 2010 entre Raúl Castro y la Iglesia católica, acompañado por Madrid.
Además, en una conferencia que dictó en la academia diplomática de este país con régimen unipartidista, el ministro destacó las bondades del "pluralismo" y los consensos entre diferentes partidos en la transición española tras el franquismo.
- "Enfoque pragmático hacia la isla" -
Los expertos creen que aunque estas declaraciones no agradaron a La Habana, su visita marcó un avance en comparación con las conflictivas relaciones entre el anterior gobierno conservador español de José María Aznar (1996-2004) y Fidel Castro, sucedido por su hermano Raúl en 2006.
"La visita a Cuba (...) ratifica el enfoque pragmático de la diplomacia española hacia la isla. Lejos quedó la temporada en la que el tema cubano fue balón político para las disputas entre el Partido Socialista y el Partido Popular", escribió el analista Arturo López-Levy, de la Universidad de Denver (EEUU).
"No es casual que el primer contacto de García-Margallo con la sociedad cubana sea con la Conferencia Episcopal, no con la dividida oposición, alineada con el exilio intransigente en el apoyo al embargo estadounidense, rechazado por Madrid", agregó en un artículo publicado en Internet.
Marczack destacó que "aunque enfrentó críticas por no reunirse con disidentes, García-Margallo presionó al gobierno cubano" con sus planteamientos.
"La decisión de España de enviar a su jefe diplomático y encargarle hablar sobre presos políticos y reformas económicas mostró al equilibrista que debe balancearse al avanzar hacia un compromiso con la isla", expresó.
"Es quizás este cuidadoso acto de balance que continuará posicionando a España como un mediador clave para una mayor apertura europea hacia Cuba", añadió Marczack, vicedirector del Centro para América Latina del Atlantic Council.
La visita tuvo lugar mientras la Unión Europea y Cuba negocian la normalización de sus lazos para derogar la "Posición Común" europea de 1996, que condicionó la cooperación con la isla a avances en derechos humanos y que fue asumida a propuesta de Aznar.
"La Unión Europea como bloque, igual que Estados Unidos, percibe que Cuba tiene unos dirigentes muy mayores, que es el último régimen comunista que queda en Occidente y que a la muerte de Raúl Castro, sí o sí, se va a producir una transición y hay que estar bien situados", dijo a la AFP el analista José Antonio Zarzalejos, exdirector del diario conservador ABC de Madrid.
- "El gobierno vio provocación" -
García-Margallo habló con dos ministros y dos vicepresidentes en La Habana. Aunque las normas diplomáticas no obligaban a Raúl Castro a reunirse con él, es tradicional que los mandatarios hispanoamericanos reciban a los cancilleres españoles.
"Cualquier inoportunidad por parte del ministro, que hizo una conferencia previa en la que reivindicó el pluralismo y las libertades civiles, se concibió por parte del gobierno cubano de una manera indeseable, como una provocación, y por eso no fue recibido por Raúl Castro. Eso significa un fracaso", dijo Zarzalejos.
Afirmó que "el objetivo de este viaje es muy sencillo (...), que Raúl Castro vaya a la Cumbre Iberoamericana" de México en diciembre -la primera con el nuevo rey español Felipe VI- para no repetir el fiasco de la cita de Panamá en 2013, cuando solo asistieron nueve gobernantes.