Carlos Fuentes
A esta última rama pertenece Adán en edén, la nueva novela del escritor mexicano. Fuentes penetra con su pluma en los fétidos intersticios de la lucha contra el narcotráfico en México, tan cruenta en los últimos tiempos y, a su juicio, “tan poco eficaz”. Demasiada sangre y muy pocos resultados. Estos, según el autor de La región más transparente, sólo llegarán a través de dos posibles vías, directas y radicales ambas: “o la alianza de los servicios secretos que luchan en la sombra y en los mismos terrenos que los narcos o la despenalización de las drogas”. Fuentes no se anda por las ramas en este asunto.
En Adán en Edén, vuelve a desplegar una panoplia de personajes que viven al margen de patrones morales, para lo bueno y para lo malo. El a priori más perverso de todos es Adán Góngora, un militar al que acaban de nombrar responsable de la seguridad nacional. Un tipo rudo y ambicioso, que vende humo a los políticos que han confiado en él. Le da igual encarcelar y torturar a un inocente, si luego puede hacerlo pasar por miembro de alguna trama delictiva. Lo importante es ofrecer pragmatismo en su lucha. El escritor mexicano reconoce que protagonistas así son los que le dan sustancia a la literatura: “los que le dan sabor al caldo”.
Pero en su camino se cruza otro Adán, Adán Gorozpe, hombre ascendido desde los estratos más humildes de la sociedad mexicana a los más pudientes gracias a un braguetazo. Sabe que si no quiere ser víctima de Góngora, debe desactivarlo. Algunos de los pasajes y situaciones planteadas pueden remitir a hechos ocurridos en México. Fuentes es un lector voraz de prensa: “Me gusta entintarme las manos por las mañanas”. Y de ahí mana su ficción. Traciona las reglas de la crónica periodística para trascenderla y transformarla en literatura. “Esa traición es lo que más me interesa cuando escribo”, confiesa.
México y sus demonios vuelven al primer plano en la obra de Fuentes. El estado actual del país le preocupa: “Es el momento de que se produzca un nuevo contrato social, un new deal que sirva para modernizar las infraestructuras, demasiado envejecidas”. Las circunstancias actuales hacen el que el futuro del país sea imprevisible. Cree que los pilares del crecimiento de México, las remesas de los inmigrantes en Estados Unidos, las reservas de petróleo y el turismo, están todos “en crisis”, y que hay 60 millones de mexicanos menores de 30 años y sin apenas oportunidades que pueden ser como una bomba que incendie el horizonte social del país.
En Adán en Edén, vuelve a desplegar una panoplia de personajes que viven al margen de patrones morales, para lo bueno y para lo malo. El a priori más perverso de todos es Adán Góngora, un militar al que acaban de nombrar responsable de la seguridad nacional. Un tipo rudo y ambicioso, que vende humo a los políticos que han confiado en él. Le da igual encarcelar y torturar a un inocente, si luego puede hacerlo pasar por miembro de alguna trama delictiva. Lo importante es ofrecer pragmatismo en su lucha. El escritor mexicano reconoce que protagonistas así son los que le dan sustancia a la literatura: “los que le dan sabor al caldo”.
Pero en su camino se cruza otro Adán, Adán Gorozpe, hombre ascendido desde los estratos más humildes de la sociedad mexicana a los más pudientes gracias a un braguetazo. Sabe que si no quiere ser víctima de Góngora, debe desactivarlo. Algunos de los pasajes y situaciones planteadas pueden remitir a hechos ocurridos en México. Fuentes es un lector voraz de prensa: “Me gusta entintarme las manos por las mañanas”. Y de ahí mana su ficción. Traciona las reglas de la crónica periodística para trascenderla y transformarla en literatura. “Esa traición es lo que más me interesa cuando escribo”, confiesa.
México y sus demonios vuelven al primer plano en la obra de Fuentes. El estado actual del país le preocupa: “Es el momento de que se produzca un nuevo contrato social, un new deal que sirva para modernizar las infraestructuras, demasiado envejecidas”. Las circunstancias actuales hacen el que el futuro del país sea imprevisible. Cree que los pilares del crecimiento de México, las remesas de los inmigrantes en Estados Unidos, las reservas de petróleo y el turismo, están todos “en crisis”, y que hay 60 millones de mexicanos menores de 30 años y sin apenas oportunidades que pueden ser como una bomba que incendie el horizonte social del país.