Carlos Menem
Menem, actual senador de 82 años, no estuvo por razones de salud en la sala del tribunal que lo condenó este jueves a siete años de prisión y tampoco asiste a las sesiones de la cámara alta, sumido en un ostracismo que contrasta con su antigua imagen de seductor y de líder carismático, que dedicaba gran parte de su tiempo en recibir a luminarias internacionales.
Sin embargo, durante su década de mandato dejó una profunda huella en Argentina por haber aplicado a rajatabla las políticas neoliberales en boga en los '90 que le valieron el aplauso del Fondo Monetario Internacional, contrarias a la doctrina clásica del peronismo, su partido de gobierno.
Así fue como privatizó la gran mayoría de las empresas públicas, hoy vueltas a reestatizar por otro gobierno peronista, y dispuso un tipo de cambio en paridad con el dólar, un esquema que explotó en 2001 generando la peor crisis económica en la historia del país.
Senador con mandato hasta 2017, el tribunal que lo condenó pidió su desafuero para que pueda cumplir la condena.
Su actividad en el Congreso ha sido mínima y en 2012 presentó solo dos proyectos, uno de ellos reclamando que se evalúe la posibilidad de otorgar un subsidio a la escuela argentina de tae kwondo.
Menem estuvo en prisión domiciliaria (preventiva) en 2001 por el mismo delito por el que fue condenado este jueves, pero salió en libertad semanas después por decisión de la entonces Corte Suprema de Justicia, una aliada inestimable para el exmandatario.
No se dio por vencido y pese al desprestigio por las denuncias de corrupción en su contra, Menem ganó la primera vuelta electoral en 2003 con 24% de los votos, contra 22% de Néstor Kirchner, pero no se presentó a la segunda vuelta electoral porque temía un alud de votos para su rival, quien finalmente asumió el poder hasta 2007.
Los fueros obtenidos le sirvieron después de escudo para evitar terminar entre rejas en alguno de las decenas de juicios en su contra, entre ellos uno por encubrimiento por el atentado contra la mutual judía AMIA en 1994, que dejó 85 muertos, aunque el tribunal que lo condenó este jueves reclamó el fin de la inmunidad.
En los 90, época de su apogeo, Menem fue artífice de un modo de socializar bautizado como 'pizza con champagne', una mezcla entre ordinario y nuevo rico que rechazaba la austeridad y exhibía un ostentoso estilo de vida.
Por aquellos tiempos, la residencia presidencial tenía las puertas abiertas a la farándula y recibía a la brasileña Xuxa, la modelo alemana Claudia Schiffer, los británicos Rolling Stones, el mexicano Luis Miguel y los estadounidenses Michael Jackson y Madonna.
Lejos parecen haber quedado los días en que a bordo de una flamante Ferrari roja recorrió en menos de tres horas el trayecto entre Buenos Aires y la ciudad atlántica de Pinamar, vulnerando las normas de tránsito en los más de 400 km de recorrido.
Enjuto y silencioso, la imagen actual del expresidente tiene poco que ver con la del seductor empedernido de los 90, cuando se lo definía como una combinación de Don Juan, playboy, místico, apostador fuerte, conductor de automóviles y aviones y jugador de fútbol, básquetbol, tenis y golf.
Sin embargo, durante su década de mandato dejó una profunda huella en Argentina por haber aplicado a rajatabla las políticas neoliberales en boga en los '90 que le valieron el aplauso del Fondo Monetario Internacional, contrarias a la doctrina clásica del peronismo, su partido de gobierno.
Así fue como privatizó la gran mayoría de las empresas públicas, hoy vueltas a reestatizar por otro gobierno peronista, y dispuso un tipo de cambio en paridad con el dólar, un esquema que explotó en 2001 generando la peor crisis económica en la historia del país.
Senador con mandato hasta 2017, el tribunal que lo condenó pidió su desafuero para que pueda cumplir la condena.
Su actividad en el Congreso ha sido mínima y en 2012 presentó solo dos proyectos, uno de ellos reclamando que se evalúe la posibilidad de otorgar un subsidio a la escuela argentina de tae kwondo.
Menem estuvo en prisión domiciliaria (preventiva) en 2001 por el mismo delito por el que fue condenado este jueves, pero salió en libertad semanas después por decisión de la entonces Corte Suprema de Justicia, una aliada inestimable para el exmandatario.
No se dio por vencido y pese al desprestigio por las denuncias de corrupción en su contra, Menem ganó la primera vuelta electoral en 2003 con 24% de los votos, contra 22% de Néstor Kirchner, pero no se presentó a la segunda vuelta electoral porque temía un alud de votos para su rival, quien finalmente asumió el poder hasta 2007.
Los fueros obtenidos le sirvieron después de escudo para evitar terminar entre rejas en alguno de las decenas de juicios en su contra, entre ellos uno por encubrimiento por el atentado contra la mutual judía AMIA en 1994, que dejó 85 muertos, aunque el tribunal que lo condenó este jueves reclamó el fin de la inmunidad.
En los 90, época de su apogeo, Menem fue artífice de un modo de socializar bautizado como 'pizza con champagne', una mezcla entre ordinario y nuevo rico que rechazaba la austeridad y exhibía un ostentoso estilo de vida.
Por aquellos tiempos, la residencia presidencial tenía las puertas abiertas a la farándula y recibía a la brasileña Xuxa, la modelo alemana Claudia Schiffer, los británicos Rolling Stones, el mexicano Luis Miguel y los estadounidenses Michael Jackson y Madonna.
Lejos parecen haber quedado los días en que a bordo de una flamante Ferrari roja recorrió en menos de tres horas el trayecto entre Buenos Aires y la ciudad atlántica de Pinamar, vulnerando las normas de tránsito en los más de 400 km de recorrido.
Enjuto y silencioso, la imagen actual del expresidente tiene poco que ver con la del seductor empedernido de los 90, cuando se lo definía como una combinación de Don Juan, playboy, místico, apostador fuerte, conductor de automóviles y aviones y jugador de fútbol, básquetbol, tenis y golf.