Un puesto en el mercado de Tortosa.
Bar Paquita, en el mercado central de Tortosa. Ayer lunes. Pasa un cuarto de hora de las 9 de la mañana y allí coinciden, con cafés y un par de pastissets de por medio, la propietaria del bar, la charcutera Carme y el bacaladero Jordi. Los tres estuvieron en la marcha independentista del pasado día 11. Están eufóricos tras la experiencia de Barcelona. "Algo está cambiando en este país, y lo notas en el puesto, donde hay gente que te habla abiertamente de la manifestación y de la posibilidad de la independencia", reflexiona el bacaladero.
El ama del bar pone sobre la barra un diario que publica una encuesta en la que se sostiene que un 51% de los catalanes votaría a favor de la independencia. La charcutera Carme, la mayor del grupo, nacida en 1944, se emociona al decir que ella ha soñado toda su vida con este momento ("pero jamás pensé que llegaría a vivirlo"). Están entusiasmados ("ahora o nunca", sostienen), pero de repente bajan la voz. "Aquel de la punta (un señor que lee el diario Marca) es de Alianza Popular... ¡Lo menos!", dice Carme, muy bajito. Hay que andarse con cuidado. No se trata de perder clientela mezclando la política con la venta del salami. "A mí si alguien saca el tema en la conversación, digo lo que pienso, claro está, pero tampoco doy mítines en el puesto", se justifica. En el mercado de Tortosa se conocen la mayoría, vendedores y clientes, y no todos son independentistas, claro está.
El cliente de Alianza Popular dobla el diario y se va y la conversación deriva hacia la lucha antitrasvasista de hace unos años: "A mí, por ejemplo, me gustó que el president Mas no estuviera al frente de la marcha", suelta Carme. ¿La razón? "Yo no puedo olvidar tan fácilmente cómo traicionaron a estas tierras con el Plan Hidrológico Nacional".
Ya fuera del mercado, camino de otro bar, en el centro de la ciudad, se constata la ausencia de banderas en los balcones. Las estelades son contadísimas, como las banderas catalanas, a excepción de algunas que el Ayuntamiento no ha debido de retirar aún de las recientes fiestas de la Cinta. En el bar Ribera (un clásico de la ciudad), dos jubilados ocupan sus habituales sillas en la terraza del local, junto a la puerta. Parecen parte de la decoración, siempre están. El mayor de ellos, impecablemente vestido, traje gris, corbata azul, zapatos negros de rafia y pañuelo verde en el bolsillo, cuenta en un suspiro que tiene 96 años, se llama Josep Maria Cuéllar, fue sastre, es lector de La Vanguardia, hizo la guerra de voluntario en la columna Macià-Companys y que a él, si se lo preguntasen, votaría que sí a la independencia: "Si no somos independientes, jamás seremos una Catalunya plena", explica. Su compañero de mesa, de 83 años y que dice llamarse Andreu, mueve la cabeza disconforme. "A mi edad, lo normal ya es no creer en nada", opina, y asegura que a él lo de la independencia lo deja frío: "Ya decía un gitano a quien conocí de joven que sólo hay dos tipos de políticos: los que roban y los que no pueden". El sastre Cuéllar se ríe a gusto. Animado por la risa, el tal Andreu recurre a otra máxima de su catálogo: "Políticos, sólo los hay malos y peores". Un descreído de libro.
En el bar Mundial, otro clásico de la ciudad, una antena en toda regla cercana al Ayuntamiento, el portavoz municipal del PSC, Antoni Sabaté, hermano de Xavier Sabaté, el recientemente nombrado jefe de los socialistas catalanes en el Parlament, se toma una cañita mientras charla del momento político con Joan, quien lleva años al frente del local. "Los hay que dicen que en el PSC estamos descolocados y es verdad, pero aquí nos hemos descolocado todos los partidos en vista del acelerón que ha dado la situación", opina mientras apura la cerveza. Se va con prisa mientras Joan cuenta que, en el bar, se organizan cada día discusiones numantinas entre su clientela entre los que están a favor y los que están en contra de la independencia. "Se matan, pero con respeto", concluye irónicamente.
En el bar Mundial, uno de los trending topics locales desde el pasado día 11 ha sido la presencia de su alcalde, el convergente Ferran Bel, en la manifestación de Barcelona. Si atendemos a la historia, el manual básico dice que la derecha tortosina es muy conservadora en las formas, de Iglesia, muy tradicionalista y más bien españolista. Alianza Popular y el PP tuvieron en Tortosa uno de sus grandes feudos en Catalunya, pero, de unos años a esta parte, han perdido peso y, sobre el papel, parte de este electorado le dio la mayoría a Ferran Bel en las pasadas elecciones. ¿Cómo encajará la derecha menos catalanista de Tortosa el independentismo militante de Bel? Sentado en una mesa al fondo a mano izquierda, no quiere opinar sobre ello Vicenç Lluesma, histórico concejal de la transición, con AP y con CiU, conservador de manual, buen conocedor de la Tortosa de toda la vida: "Hay cosas que nadie puede saber", se limita a responder crípticamente. Ya veremos. No está por opinar más de la cuenta. Pero se diría que algún riesgo electoral hay. Hace tan sólo cinco años, por decir algo, muy posiblemente a nadie que hubiera sido alcalde conservador de Tortosa se le habría ocurrido manifestarse en pro de la independencia con cámaras, luces, altavoces y taquígrafos. A nadie. Tal posibilidad no encajaba en el canon.
Último bar de la jornada: la Jijonenca, en el barrio de Ferreries. Al frente del negocio está José Manuel Alemany, que no cree que haya que darle mayor importancia a lo que está sucediendo: "Yo no he sido nunca independentista, hablo de ello abiertamente en el bar, nos discutimos y sigo viendo que los independentistas o los españolistas son los mismos de hace quince años, yo no veo más, aunque la televisión no pare de repetir lo contrario". Para reforzar su tesis, incide en la ausencia de banderas y estelades en los balcones de la ciudad y recuerda que, en cambio, "hace doce años, cuando las manifestaciones antitrasvase, las calles estaban llenas de banderas azules y las había por todas partes, porque aquella protesta sí que fue espontánea y realmente sentida por la mayoría de gente de esta ciudad". El Ebro como patria.
El ama del bar pone sobre la barra un diario que publica una encuesta en la que se sostiene que un 51% de los catalanes votaría a favor de la independencia. La charcutera Carme, la mayor del grupo, nacida en 1944, se emociona al decir que ella ha soñado toda su vida con este momento ("pero jamás pensé que llegaría a vivirlo"). Están entusiasmados ("ahora o nunca", sostienen), pero de repente bajan la voz. "Aquel de la punta (un señor que lee el diario Marca) es de Alianza Popular... ¡Lo menos!", dice Carme, muy bajito. Hay que andarse con cuidado. No se trata de perder clientela mezclando la política con la venta del salami. "A mí si alguien saca el tema en la conversación, digo lo que pienso, claro está, pero tampoco doy mítines en el puesto", se justifica. En el mercado de Tortosa se conocen la mayoría, vendedores y clientes, y no todos son independentistas, claro está.
El cliente de Alianza Popular dobla el diario y se va y la conversación deriva hacia la lucha antitrasvasista de hace unos años: "A mí, por ejemplo, me gustó que el president Mas no estuviera al frente de la marcha", suelta Carme. ¿La razón? "Yo no puedo olvidar tan fácilmente cómo traicionaron a estas tierras con el Plan Hidrológico Nacional".
Ya fuera del mercado, camino de otro bar, en el centro de la ciudad, se constata la ausencia de banderas en los balcones. Las estelades son contadísimas, como las banderas catalanas, a excepción de algunas que el Ayuntamiento no ha debido de retirar aún de las recientes fiestas de la Cinta. En el bar Ribera (un clásico de la ciudad), dos jubilados ocupan sus habituales sillas en la terraza del local, junto a la puerta. Parecen parte de la decoración, siempre están. El mayor de ellos, impecablemente vestido, traje gris, corbata azul, zapatos negros de rafia y pañuelo verde en el bolsillo, cuenta en un suspiro que tiene 96 años, se llama Josep Maria Cuéllar, fue sastre, es lector de La Vanguardia, hizo la guerra de voluntario en la columna Macià-Companys y que a él, si se lo preguntasen, votaría que sí a la independencia: "Si no somos independientes, jamás seremos una Catalunya plena", explica. Su compañero de mesa, de 83 años y que dice llamarse Andreu, mueve la cabeza disconforme. "A mi edad, lo normal ya es no creer en nada", opina, y asegura que a él lo de la independencia lo deja frío: "Ya decía un gitano a quien conocí de joven que sólo hay dos tipos de políticos: los que roban y los que no pueden". El sastre Cuéllar se ríe a gusto. Animado por la risa, el tal Andreu recurre a otra máxima de su catálogo: "Políticos, sólo los hay malos y peores". Un descreído de libro.
En el bar Mundial, otro clásico de la ciudad, una antena en toda regla cercana al Ayuntamiento, el portavoz municipal del PSC, Antoni Sabaté, hermano de Xavier Sabaté, el recientemente nombrado jefe de los socialistas catalanes en el Parlament, se toma una cañita mientras charla del momento político con Joan, quien lleva años al frente del local. "Los hay que dicen que en el PSC estamos descolocados y es verdad, pero aquí nos hemos descolocado todos los partidos en vista del acelerón que ha dado la situación", opina mientras apura la cerveza. Se va con prisa mientras Joan cuenta que, en el bar, se organizan cada día discusiones numantinas entre su clientela entre los que están a favor y los que están en contra de la independencia. "Se matan, pero con respeto", concluye irónicamente.
En el bar Mundial, uno de los trending topics locales desde el pasado día 11 ha sido la presencia de su alcalde, el convergente Ferran Bel, en la manifestación de Barcelona. Si atendemos a la historia, el manual básico dice que la derecha tortosina es muy conservadora en las formas, de Iglesia, muy tradicionalista y más bien españolista. Alianza Popular y el PP tuvieron en Tortosa uno de sus grandes feudos en Catalunya, pero, de unos años a esta parte, han perdido peso y, sobre el papel, parte de este electorado le dio la mayoría a Ferran Bel en las pasadas elecciones. ¿Cómo encajará la derecha menos catalanista de Tortosa el independentismo militante de Bel? Sentado en una mesa al fondo a mano izquierda, no quiere opinar sobre ello Vicenç Lluesma, histórico concejal de la transición, con AP y con CiU, conservador de manual, buen conocedor de la Tortosa de toda la vida: "Hay cosas que nadie puede saber", se limita a responder crípticamente. Ya veremos. No está por opinar más de la cuenta. Pero se diría que algún riesgo electoral hay. Hace tan sólo cinco años, por decir algo, muy posiblemente a nadie que hubiera sido alcalde conservador de Tortosa se le habría ocurrido manifestarse en pro de la independencia con cámaras, luces, altavoces y taquígrafos. A nadie. Tal posibilidad no encajaba en el canon.
Último bar de la jornada: la Jijonenca, en el barrio de Ferreries. Al frente del negocio está José Manuel Alemany, que no cree que haya que darle mayor importancia a lo que está sucediendo: "Yo no he sido nunca independentista, hablo de ello abiertamente en el bar, nos discutimos y sigo viendo que los independentistas o los españolistas son los mismos de hace quince años, yo no veo más, aunque la televisión no pare de repetir lo contrario". Para reforzar su tesis, incide en la ausencia de banderas y estelades en los balcones de la ciudad y recuerda que, en cambio, "hace doce años, cuando las manifestaciones antitrasvase, las calles estaban llenas de banderas azules y las había por todas partes, porque aquella protesta sí que fue espontánea y realmente sentida por la mayoría de gente de esta ciudad". El Ebro como patria.