Aquella estampa de terror silenciado contrasta con el ambiente que ayer reinó en el cementerio general de Valencia. Cientos de personas asistieron al acto "en memoria y desagravio" de los más de 22.000 republicanos enterrados en las fosas comunes del camposanto a los 70 años de la entrada en Valencia de las tropas franquistas. Al compás de la marcha fúnebre Mater Mea, la larga comitiva recorrió el cementerio con banderas republicanas, independentistas, anarquistas, cenetistas, pacifistas e incluso antifascistas. Ya no hay de qué esconderse para llegar al fosar de la sección 7ª derecha.
Pero el Fòrum per la Memòria del País Valencià -convocante del acto junto con otros 14 colectivos- quiere más. En un manifiesto leído por la profesora universitaria Maria Conca, el foro reclamó al Ayuntamiento de Valencia "la preservación y dignificación de las fosas comunes del cementerio general de Valencia como espacio de la memoria" porque "el lugar donde han sido enterradas miles de víctimas ha de ser el recordatorio permanente de un hecho que no podemos olvidar".
Las fosas comunes llenas de "víctimas directas" -"asesinados, torturados, exiliados"- y ante las que todavía lloran "las víctimas indirectas" de la guerra -"por el empobrecimiento cultural, el hambre, el miedo y la marginación social"- permanecen situadas entre la maleza y separadas por unas vallas metálicas.
Ese estado de semiabandono "es un olvido de la democracia", opina Adela León, una granadina de 76 años afincada en Valencia cuyo padre -miembro de la guardia republicana- fue fusilado en alta mar en 1937. "Estas fosas deberían ser un jardín en memoria de los que cayeron por ambos bandos y no que sólo tengan relevancia las víctimas del bando ganador", lamenta Adela León.
Los manifestantes volvieron a reclamar ayer -como el día anterior en Paterna- "verdad, justicia y rehabilitación integral" de los represaliados. Después de guardar un minuto de silencio en memoria de los fusilados y escuchar la muixeranga, cada asistente leyó en voz alta el nombre de uno de los enterrados en las fosas comunes gracias a los papelitos repartidos al azar por la organización. En cada uno figuraba el nombre de un fusilado y su edad. Antes de finalizar el acto, algunos asistentes penetraron el vallado que circunda las fosas comunes para clavar banderas republicanas entre el fosar.
A tanto no llegó Julio Estellés. Pero en venganza de aquellos imborrables años de silencio obligado y dolor escondido, este octogenario de Burjassot acudió ayer al cementerio de Valencia con un gran ramo de flores tricolor (moradas, rojas y amarillas), levantó el puño mientras sonaba el Himno de Riego y, cuando le llegó el turno, gritó alto y claro: "Francisco Marsilla Lluch, 69 años".
Pero el Fòrum per la Memòria del País Valencià -convocante del acto junto con otros 14 colectivos- quiere más. En un manifiesto leído por la profesora universitaria Maria Conca, el foro reclamó al Ayuntamiento de Valencia "la preservación y dignificación de las fosas comunes del cementerio general de Valencia como espacio de la memoria" porque "el lugar donde han sido enterradas miles de víctimas ha de ser el recordatorio permanente de un hecho que no podemos olvidar".
Las fosas comunes llenas de "víctimas directas" -"asesinados, torturados, exiliados"- y ante las que todavía lloran "las víctimas indirectas" de la guerra -"por el empobrecimiento cultural, el hambre, el miedo y la marginación social"- permanecen situadas entre la maleza y separadas por unas vallas metálicas.
Ese estado de semiabandono "es un olvido de la democracia", opina Adela León, una granadina de 76 años afincada en Valencia cuyo padre -miembro de la guardia republicana- fue fusilado en alta mar en 1937. "Estas fosas deberían ser un jardín en memoria de los que cayeron por ambos bandos y no que sólo tengan relevancia las víctimas del bando ganador", lamenta Adela León.
Los manifestantes volvieron a reclamar ayer -como el día anterior en Paterna- "verdad, justicia y rehabilitación integral" de los represaliados. Después de guardar un minuto de silencio en memoria de los fusilados y escuchar la muixeranga, cada asistente leyó en voz alta el nombre de uno de los enterrados en las fosas comunes gracias a los papelitos repartidos al azar por la organización. En cada uno figuraba el nombre de un fusilado y su edad. Antes de finalizar el acto, algunos asistentes penetraron el vallado que circunda las fosas comunes para clavar banderas republicanas entre el fosar.
A tanto no llegó Julio Estellés. Pero en venganza de aquellos imborrables años de silencio obligado y dolor escondido, este octogenario de Burjassot acudió ayer al cementerio de Valencia con un gran ramo de flores tricolor (moradas, rojas y amarillas), levantó el puño mientras sonaba el Himno de Riego y, cuando le llegó el turno, gritó alto y claro: "Francisco Marsilla Lluch, 69 años".