BRUSELAS, 30 octubre 2009 (AFP) -
Al término de una cumbre de dos días en Bruselas, los 27 estimaron en unos 100.000 millones de euros anuales (147.000 millones de dólares) la suma requerida hasta 2020 por las naciones en desarrollo, para ayudarles a mitigar y adaptarse a los efectos del calentamiento del planeta.
La UE propone tres fuentes de financiación para reunir esa suma: los propios países pobres - una propuesta a la que se resisten los emergentes como Brasil -, el mercado internacional del carbono, y las naciones industrializadas junto a las instituciones internacionales, que podrían aportar hasta la mitad.
Los expertos estiman que un compromiso en este sentido es determinante para que el acuerdo que salga de la conferencia de Copenhague en diciembre, centrado en reducir las emisiones de CO2 y evitar que el calentamiento planetario exceda los 2 grados centígrados, sea creíble.
Pero los dirigentes europeos fracasaron en su intento de acordar la suma que aportarán al monto global, limitándose a subrayar que la UE "está dispuesta a asumir su parte justa del esfuerzo mundial".
Los europeos fueron los primeros en hacer los deberes al presentar al mundo sus compromisos de reducción de emisiones de CO2, un 20% menos hasta 2020 con respecto a los niveles de 1990, y están dispuestos a elevar esa cifra al 30% si las demás naciones desarrolladas se suben al tren.
Pero, por ahora, países como Estados Unidos no han cifrado ningún tipo de compromiso y en Europa crecen las divisiones entre quienes estiman que Bruselas debe seguir dando ejemplo, como Gran Bretaña y España, y quienes defienden que ahora toca a los otros mover ficha, especialmente Alemania.
Las diferencias también se anclaron entre los países occidentales y del Este, quienes, encabezados por Polonia, se oponían a distribuir la carga financiera interna según los niveles nacionales de contaminación, un criterio que les penalizaría.
Finalmente, la UE decidió tener en cuenta la riqueza de cada Estado y poner en marcha un "mecanismo de compensación" para los más pobres del bloque.
"Hemos hallado un acuerdo sobre el clima", defendió pese a todo al término de la cumbre el primer ministro sueco, Fredrik Reinfeldt, presidente de turno de la UE, estimando que el bloque debe "representar un modelo para el resto".
La próxima semana, la UE y Estados Unidos mantendrán una cumbre en Washington: "Le diremos al (presidente Barack) Obama que estamos preparados, que debemos trabajar juntos", declaró por su parte el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso.
Los 27 prevén igualmente abordar la ayuda a los países pobres con otras naciones desarrolladas y emergentes para tratar de avanzar hacia Copenhague, explicó Reinfeldt.
El optimismo de algunos contrastó con el escepticismo de otros: "Nadie quiere pagar para Copenhague. ¿Conocen a algún chino que quiera hacerlo? Sólo la UE quiere pagar", espetó el ministro polaco de Asuntos Europeos, Mikolaj Dowgielewicz.
Para Greenpeace, los 27 "perdieron una oportunidad de hallar un acuerdo", pese a congratularse de que al menos convinieran en la necesidad de financiar la lucha contra el cambio climático en los países pobres.
En cambio, la organización defendió que la situación está ahora en manos de Obama y le instó a tomar la iniciativa y "desatascar las negociaciones", según un comunicado.
La reunión de Copenhague, entre el 7 y el 18 de diciembre, está llamada a dar a luz un nuevo acuerdo mundial contra el cambio climático sucesor del Protocolo de Kioto, que expira en 2012 y del que no forman parte grandes naciones contaminantes como Estados Unidos y China.
bur-app/eg
© 1994-2009 Agence France-Presse
Al término de una cumbre de dos días en Bruselas, los 27 estimaron en unos 100.000 millones de euros anuales (147.000 millones de dólares) la suma requerida hasta 2020 por las naciones en desarrollo, para ayudarles a mitigar y adaptarse a los efectos del calentamiento del planeta.
La UE propone tres fuentes de financiación para reunir esa suma: los propios países pobres - una propuesta a la que se resisten los emergentes como Brasil -, el mercado internacional del carbono, y las naciones industrializadas junto a las instituciones internacionales, que podrían aportar hasta la mitad.
Los expertos estiman que un compromiso en este sentido es determinante para que el acuerdo que salga de la conferencia de Copenhague en diciembre, centrado en reducir las emisiones de CO2 y evitar que el calentamiento planetario exceda los 2 grados centígrados, sea creíble.
Pero los dirigentes europeos fracasaron en su intento de acordar la suma que aportarán al monto global, limitándose a subrayar que la UE "está dispuesta a asumir su parte justa del esfuerzo mundial".
Los europeos fueron los primeros en hacer los deberes al presentar al mundo sus compromisos de reducción de emisiones de CO2, un 20% menos hasta 2020 con respecto a los niveles de 1990, y están dispuestos a elevar esa cifra al 30% si las demás naciones desarrolladas se suben al tren.
Pero, por ahora, países como Estados Unidos no han cifrado ningún tipo de compromiso y en Europa crecen las divisiones entre quienes estiman que Bruselas debe seguir dando ejemplo, como Gran Bretaña y España, y quienes defienden que ahora toca a los otros mover ficha, especialmente Alemania.
Las diferencias también se anclaron entre los países occidentales y del Este, quienes, encabezados por Polonia, se oponían a distribuir la carga financiera interna según los niveles nacionales de contaminación, un criterio que les penalizaría.
Finalmente, la UE decidió tener en cuenta la riqueza de cada Estado y poner en marcha un "mecanismo de compensación" para los más pobres del bloque.
"Hemos hallado un acuerdo sobre el clima", defendió pese a todo al término de la cumbre el primer ministro sueco, Fredrik Reinfeldt, presidente de turno de la UE, estimando que el bloque debe "representar un modelo para el resto".
La próxima semana, la UE y Estados Unidos mantendrán una cumbre en Washington: "Le diremos al (presidente Barack) Obama que estamos preparados, que debemos trabajar juntos", declaró por su parte el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso.
Los 27 prevén igualmente abordar la ayuda a los países pobres con otras naciones desarrolladas y emergentes para tratar de avanzar hacia Copenhague, explicó Reinfeldt.
El optimismo de algunos contrastó con el escepticismo de otros: "Nadie quiere pagar para Copenhague. ¿Conocen a algún chino que quiera hacerlo? Sólo la UE quiere pagar", espetó el ministro polaco de Asuntos Europeos, Mikolaj Dowgielewicz.
Para Greenpeace, los 27 "perdieron una oportunidad de hallar un acuerdo", pese a congratularse de que al menos convinieran en la necesidad de financiar la lucha contra el cambio climático en los países pobres.
En cambio, la organización defendió que la situación está ahora en manos de Obama y le instó a tomar la iniciativa y "desatascar las negociaciones", según un comunicado.
La reunión de Copenhague, entre el 7 y el 18 de diciembre, está llamada a dar a luz un nuevo acuerdo mundial contra el cambio climático sucesor del Protocolo de Kioto, que expira en 2012 y del que no forman parte grandes naciones contaminantes como Estados Unidos y China.
bur-app/eg
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