Estos ataques, en las regiones de Dhamar (centro) y Saada (norte), tuvieron lugar tras los realizados en la noche del viernes en los alrededores de la capital, en una zona en la que hay depósitos de armas de combatientes fieles al expresidente Alí Abdalá Saleh, un aliado de la rebelión.
El viernes, la Unesco había condenado el bombardeo del casco antiguo de Saná, la capital yemení, declarado patrimonio mundial de la humanidad por esta organización. Testigos y fuentes médicas lo atribuyeron a un ataques aéreo de la coalición dirigida por Riad que sería el primero contra el casco histórico de Saná desde que se iniciaron estos bombardeos, el 26 de marzo pasado.
No obstante, Arabia Saudí negó toda responsabilidad, después de que un misil matara a cinco personas y destruyera tres casas que se encuentran en un área que posee casas de varios siglos de antigüedad.
La directora general de esta agencia de la ONU, Irina Bokova, dijo estar "profundamente afligida por las pérdidas de vidas humanas y los daños infligidos a una de las joyas más antiguas del urbanismo islámico en el mundo".
Los bombardeos de sábado tuvieron lugar dos días antes de unas conversaciones en Ginebra, postergadas hasta el lunes, bajo la égida de la ONU, entre el campo del presidente yemení en el exilio, Abd Rabo Mansur Hadi, y el de los rebeldes chiitas hutíes con el objetivo de intentar crear las condiciones para poner fin a la escalada del conflicto que comenzó hace más de dos meses.
La capital yemení, edificada en un valle de 2.200 metros de altitud, fue un importante centro de difusión del islam en los siglos VII y VIII.
Cuenta con 103 mezquitas, 14 baños árabes y unas 6.000 casas, incluidas torres o viviendas de adobe, construidas antes del siglo XI.
En mayo, la Unesco había alertado sobre "los graves daños" causado por los bombardeos sobre Saná y había instado "a todas las partes" a dejar el patrimonio cultural al margen de los conflictos.