Hace cerca de una década el "pole-dancing" empezó a aparecer en Estados Unidos como una variedad al aerobics o el "step", y comenzó a ser llamado entonces "pole-fitness" para diferenciarse del baile erótico que se practica en clubes nocturnos.
Desde entonces y hasta ahora se han creado cerca de 500 estudios de pole-dancing/fitness en el país, aunque "es muy difícil determinar cuáles son solamente de fitness y cuáles tienen elementos de baile erótico. En general se enseñan ambos", dijo a AFP Claire Griffin, editora de la revista especializada Vertical Art and Fitness Magazine.
Su popularidad, que se ha disparado en los últimos cuatro o cinco años, se debe -según la editora- a que "la gente se está enterando de los increíbles beneficios físicos" que se obtienen al hacer acrobacias en torno a un tubo. Además, "muchas rutinas de ejercicios son aburridas, repetitivas o están desgastadas, mientras el 'pole-dancing' ofrece un verdadero desafío físico".
Si bien Griffin afirma que el "pole-dancing" sigue ligado al erotismo y que las mujeres se sienten atraídas a practicarlo precisamente para sentirse sensuales, sea cual sea la circunferencia de sus cinturas, otros especialistas de la industria prefieren borrar su pasado sexual y lo promocionan como una forma de acrobacia.
La Asociación Internacional de Pole-Fitness (PFA), por ejemplo, está abocada a mejorar la mala reputación del caño, en torno al cual también bailan hombres o menores de edad, y trabaja por su reconocimiento "como un arte riguroso, de buen gusto y atlético".
"Más de 50 países en el mundo tienen lecciones, talleres, convenciones y competencias", afirma la petición de la PFA al Comité Olímpico Internacional, en la que la organización reclama que el baile en una barra vertical tiene el mismo derecho a ser aceptado que el baile en una horizontal, que sí se admite.
Pero la frontera a veces es difusa, como señala Griffin. En Las Vegas, "la ciudad del pecado", el número de institutos de baile del caño ha aumentado en los últimos años precisamente gracias a la permisividad que los estadounidenses asocian a esta ciudad, por lo que la visión de la barra como un mero instrumento gimnástico, al menos allí, aún parece lejana.
Cuando los turistas van de vacaciones a Las Vegas, el comportamiento licencioso se vuelve norma y "la gente quiere explorarse a sí misma", asegura Angela Phoumiphat, la encargada de uno de los tantos estudios de "pole-dancing" en esta ciudad en Nevada.
Por eso, en un salón con pisos de madera y rodeado de espejos, un puñado de mujeres de todas las edades, pesos y estados civiles se aferran a caños de 4,5 metros. "Me pareció divertido, vine tres días de vacaciones y es la actividad perfecta para la ciudad del pecado", dice Erin, una canadiense de 28 años.
Su amiga y compatriota Rhonda, de 44 años, en cambio, solamente buscaba hacer algo de ejercicio. "Aunque definitivamente me servirá para mi vida sexual", afirma durante la clase en el estudio "Las Vegas Stripper Poles Dance".
Primera lección: toman un pañuelo y, tras un "sexy walk", se acercan al tubo. Lo rodean con la tela, sosteniéndola en los dos extremos con ambas manos, y se colocan de espaldas a él. Con los brazos arriba aferrados al pañuelo, comienzan a subir y bajar, deslizando la espalda contra el tubo frío que deja un chirriante y nada sexy sonido.
"Acuérdense de que no están apuradas, tómense su tiempo", dice la profesora, que no quiere revelar su nombre. "Vayan despacio, exploren la zona. La principal herramienta es la estimulación visual: hagan contacto visual", afirma la ex stripper mientras se mueve ágil y suavemente en torno a la barra.
La práctica tiene también sus firmes detractores. Para la feminista Organización Nacional de Mujeres de California (CANOW), "esta reciente moda es sólo una nueva versión de la Madonna-prostituta: las mujeres creen que pueden reactivar su amor 'jugando' a la prostituta para el supuesto deleite de su amante", afirma la portavoz de CANOW, Patty Bellasalma.
Pero desde una reputación similar se desarrolló el tango, recuerda Natalia Wojciechowska, una bailarina polaca afiliada a la PFA. "Era un baile prohibido practicado en burdeles, que evolucionó hacia una nueva forma de danza artística, y eso es lo mismo que está sucediendo ahora con el 'pole-dancing'".
Desde entonces y hasta ahora se han creado cerca de 500 estudios de pole-dancing/fitness en el país, aunque "es muy difícil determinar cuáles son solamente de fitness y cuáles tienen elementos de baile erótico. En general se enseñan ambos", dijo a AFP Claire Griffin, editora de la revista especializada Vertical Art and Fitness Magazine.
Su popularidad, que se ha disparado en los últimos cuatro o cinco años, se debe -según la editora- a que "la gente se está enterando de los increíbles beneficios físicos" que se obtienen al hacer acrobacias en torno a un tubo. Además, "muchas rutinas de ejercicios son aburridas, repetitivas o están desgastadas, mientras el 'pole-dancing' ofrece un verdadero desafío físico".
Si bien Griffin afirma que el "pole-dancing" sigue ligado al erotismo y que las mujeres se sienten atraídas a practicarlo precisamente para sentirse sensuales, sea cual sea la circunferencia de sus cinturas, otros especialistas de la industria prefieren borrar su pasado sexual y lo promocionan como una forma de acrobacia.
La Asociación Internacional de Pole-Fitness (PFA), por ejemplo, está abocada a mejorar la mala reputación del caño, en torno al cual también bailan hombres o menores de edad, y trabaja por su reconocimiento "como un arte riguroso, de buen gusto y atlético".
"Más de 50 países en el mundo tienen lecciones, talleres, convenciones y competencias", afirma la petición de la PFA al Comité Olímpico Internacional, en la que la organización reclama que el baile en una barra vertical tiene el mismo derecho a ser aceptado que el baile en una horizontal, que sí se admite.
Pero la frontera a veces es difusa, como señala Griffin. En Las Vegas, "la ciudad del pecado", el número de institutos de baile del caño ha aumentado en los últimos años precisamente gracias a la permisividad que los estadounidenses asocian a esta ciudad, por lo que la visión de la barra como un mero instrumento gimnástico, al menos allí, aún parece lejana.
Cuando los turistas van de vacaciones a Las Vegas, el comportamiento licencioso se vuelve norma y "la gente quiere explorarse a sí misma", asegura Angela Phoumiphat, la encargada de uno de los tantos estudios de "pole-dancing" en esta ciudad en Nevada.
Por eso, en un salón con pisos de madera y rodeado de espejos, un puñado de mujeres de todas las edades, pesos y estados civiles se aferran a caños de 4,5 metros. "Me pareció divertido, vine tres días de vacaciones y es la actividad perfecta para la ciudad del pecado", dice Erin, una canadiense de 28 años.
Su amiga y compatriota Rhonda, de 44 años, en cambio, solamente buscaba hacer algo de ejercicio. "Aunque definitivamente me servirá para mi vida sexual", afirma durante la clase en el estudio "Las Vegas Stripper Poles Dance".
Primera lección: toman un pañuelo y, tras un "sexy walk", se acercan al tubo. Lo rodean con la tela, sosteniéndola en los dos extremos con ambas manos, y se colocan de espaldas a él. Con los brazos arriba aferrados al pañuelo, comienzan a subir y bajar, deslizando la espalda contra el tubo frío que deja un chirriante y nada sexy sonido.
"Acuérdense de que no están apuradas, tómense su tiempo", dice la profesora, que no quiere revelar su nombre. "Vayan despacio, exploren la zona. La principal herramienta es la estimulación visual: hagan contacto visual", afirma la ex stripper mientras se mueve ágil y suavemente en torno a la barra.
La práctica tiene también sus firmes detractores. Para la feminista Organización Nacional de Mujeres de California (CANOW), "esta reciente moda es sólo una nueva versión de la Madonna-prostituta: las mujeres creen que pueden reactivar su amor 'jugando' a la prostituta para el supuesto deleite de su amante", afirma la portavoz de CANOW, Patty Bellasalma.
Pero desde una reputación similar se desarrolló el tango, recuerda Natalia Wojciechowska, una bailarina polaca afiliada a la PFA. "Era un baile prohibido practicado en burdeles, que evolucionó hacia una nueva forma de danza artística, y eso es lo mismo que está sucediendo ahora con el 'pole-dancing'".