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"Dado el carácter inusitado y la gravedad del atentado, lo esperable hubiese sido investigar y promover actividades en torno al esclarecimiento. Sin embargo, primó la inacción y los escasos rastros que surgían sobre los autores fueron ignorados o saboteados", señaló la exfuncionaria de la ONU de 40 años, de nacionalidad argentina, sobreviviente del atentado.
Aquí las respuestas de Larriera enviadas por mail, en torno al atentado con camión bomba contra las oficinas de la ONU el 19 de agosto de 2003 que dejó 22 muertos y 200 heridos.
-- ¿Cómo recuerda el momento del atentado y el rescate?
Terrible. Preferiría no recordarlo. El día del atentado yo me encontraba a escasos metros de Sergio cuando explotó la bomba. Yo me encargué de encontrarlo vivo entre los escombros, hablar con él y buscar ayuda. Sin embargo, durante años, transité la amnesia de la organización que, a pesar de ser su funcionaria internacional, ni siquiera me incluyó en la lista de sobrevivientes y no tuvo interés de escuchar mi testimonio.
Es importante para mí, para honrar nuestra relación y nuestros proyectos en común, que se logre una investigación a fondo y verdadera.
No fueron solo los terroristas que desgarraron mi vida, sino todo aquel que intentó tergiversar y re-escribir la historia de Sergio, nuestra relación y la forma en que él murió.
-- ¿Cómo juzga el accionar de la ONU?
Sergio, considerado como el más idóneo sucesor de (el entonces secretario general de la ONU) Kofi Annan, fue víctima del ataque terrorista en el primero y más serio ataque contra la ONU desde su fundación. Murieron otras 21 personas y hubo más de 200 heridos.
Como exfuncionaria sobreviviente del atentado y compañera de Sergio puedo decir que hasta hoy ninguna de las víctimas, sobrevivientes, familiares, amigos y millares de funcionarios de 'la casa' ha comprendido las circunstancias precisas del atentado, los móviles de los autores y la responsabilidad penal y moral que les cabe a quienes permitieron y posibilitaron la agresión, como punto de partida para cicatrizar heridas.
En lugar de eso, se enterraron las circunstancias del incidente con bustos y discursos conmemorativos.
Dado el carácter inusitado y la gravedad del atentado, lo esperable hubiese sido investigar y promover actividades en torno al esclarecimiento. Sin embargo, primó la inacción y los escasos rastros que surgían sobre los autores fueron ignorados o saboteados.
Awraz Andel Aziz Majmoud Said (ndlr: un terrorista detenido por el atentado) estaba dispuesto a revelar su participación en el hecho pero, no obstante los múltiples pedidos internacionales, en particular los del Relator Especial sobre la Independencia de Jueces y Abogados, fue ejecutado antes de prestar declaración ante la justicia.
-- ¿Cómo recuerda el papel de Vieira de Mello en Irak?
En nuestros últimos meses allí, nuestro diálogo con la Coalición casi se había quebrado. Y Sergio desesperadamente intentaba darle una dimensión multilateral.
Celso Amorim, hoy ministro de Defensa de Brasil, y que durante una década llevó adelante Relaciones Exteriores, cuenta en su último libro que Sergio le había confesado que la situación en Irak era dramática, que estaba muy preocupado, que cada día tenía más problemas con la Coalición y que con ayuda de Brasil podría darle una dimensión multilateral.
'No soy proclive a las teorías conspirativas, pero es difícil recordar ese episodio sin preguntarse si el punto débil, desde la óptica de la seguridad, no fue debilitado deliberadamente, acaso para desviar los eventuales ataques al blanco más buscado, la administración militar norteamericana', escribió Amorim en su libro.
Mi confianza en Brasil se basa en que no se conforma con las explicaciones vacías y tiene una actitud más transparente, más honesta. A diferencia de la burocracia de la ONU que se comportó formalista, me negó como familia y desconoció mi situación como funcionaria sobreviviente.
-- ¿Cómo era Sergio Vieira de Mello, cómo lo recuerda?
La trayectoria de Sergio fue amplia, compleja y en ella se refleja lo más resonante de los últimos 40 años. Emprendió la más difícil y exitosa de las experiencias de la ONU: construir desde cero un país y junto con los patriotas timorenses, el proceso de independencia de Timor-Leste.
Yo era la compañera de Sergio. Vivíamos una relación afectiva tan profunda como solidaria. Nació en los primeros años de Timor-Leste, donde trabajábamos en condiciones de gran adversidad. Los dos éramos funcionarios de larga data de la ONU, compartíamos la pasión por nuestro trabajo y comprendíamos cuánto él hacía falta.
Los pocos momentos de descanso eran mi familia en la Argentina, país adonde él pasó los primeros años de su infancia, y las generosas comidas en la casa de Gilda, su mamá en Brasil adonde siempre regresaba.
También lo acompañé cuando fue designado en Nueva York como Alto Comisionado de los Derechos Humanos y, tiempo después, en Irak.
