Comienzan los debates en la ONU.
La conferencia, que comenzó el 3 de julio, se retrasó inicialmente por una controversia de procedimiento sobre la participación palestina, impulsada por un grupo de "Estados escépticos", como los calificaron diplomáticos y dirigentes de ONG, y que se resolvió permitiéndoles asistir como observadores.
Estos países (Argelia, Egipto, Siria, Irán, Corea del Norte y Cuba, entre otros) se esfuerzan por limitar el tratado solamente a la lucha contra el tráfico de armas, mientras países occidentales, africanos y latinoamericanos desean que también regule el comercio legal estableciendo criterios precisos para autorizar una venta.
Cada país deberá evaluar si las armas vendidas pueden ser utilizadas para cometer violaciones de los derechos humanos, para desestabilizar un país o agravar un conflicto regional.
"Estamos ya en la mitad del camino y en 15 días nadie ha hecho prácticamente nada", se lamenta Aymeric Elluin, encargado de la campaña Armas e Impunidad de Amnistía Internacional. "Por ahora no hay ningún acuerdo sobre nada, incluyendo la decisión de meter o no en el tratado municiones, transferencia de tecnología, piezas de repuestos, armas ligeras, etc", añade.
Así, Estados Unidos quiere excluir las municiones y exige que no haya obligación de rechazar un contrato riesgoso. China rechaza que el tratado incluya las armas ligeras y de pequeño calibre, pero podría ceder a la presión de sus socios africanos: este tipo de armas alimenta rebeliones y guerras civiles en el continente.
"Al mismo tiempo", señaló Nicolas Vercken, de Oxfam Francia, "hasta hoy no hay un sólo país, ni siquiera Irán o Corea del Norte, que esté dispuesto a asumir la responsabilidad política de hacer fracasar este proceso".
60% de probabilidad de éxito
Pero en la medida que la conferencia debe decidir por consenso, no importa cuál de los 193 Estados miembros puede hacer descarrilar las negociaciones. Y una vez que el tratado se cierre, aún necesitará que un número suficiente de países -entre ellos los principales compradores y vendedores de armamento- lo firmen y ratifiquen.
Un diplomático occidental estima en 60% la probabilidad de éxito. "Los debates de contenido apenas han comenzado, avanzan lentamente y con dificultad" dentro de las dos comisiones que se dividen los puntos sobre los que hay desacuerdo (objetivos del tratado, alcance, criterios de evaluación, puesta en marcha).
Algunos de los más importantes actores en este enorme mercado, que mueve 70.000 millones de dólares por año, aún no han entrado en escena. Los principales negociadores chinos se incorporarán dentro de unos días y el jefe de la delegación rusa no estará allí hasta la última semana de negociaciones.
"A muchos países no les viene mal dejar a Egipto y Argelia hacer el trabajo sucio" antes de tener que mostrar sus cartas, dice Aymeric Elluin. Para él, el tratado deberá ser "un texto corto enumerando los grandes principios".
En tanto, se especulan escenarios que van desde un éxito parcial a la catástrofe. Según un diplomático, resultado de la conferencia podría ver la luz un texto que reúna a la gran mayoría de los países, con excepción de los irreductibles (Irán, Corea del Norte, Siria).
La Asamblea General de la ONU podría entonces "tenerlo consigo en septiembre y someterlo a la firma".
Pero tal vez no hayan acabado las maniobras de procedimiento. La participación de los palestinos se resolvió mediante un acuerdo provisional: actuarán en calidad de observadores, aunque ellos exigían participar en condiciones de igualdad con los Estados miembro.
"Es una espada de Damocles" que aún puede ser usada por los "escépticos", advierte Nicolas Vercken, y en ese caso serían Israel y Estados Unidos quienes podrían abandonar la conferencia.
"Técnicamente, el caso puede resurgir a pesar del compromiso político de Palestina" de no seguir obstaculizando los trabajos, reconoce otro diplomático.
Estos países (Argelia, Egipto, Siria, Irán, Corea del Norte y Cuba, entre otros) se esfuerzan por limitar el tratado solamente a la lucha contra el tráfico de armas, mientras países occidentales, africanos y latinoamericanos desean que también regule el comercio legal estableciendo criterios precisos para autorizar una venta.
Cada país deberá evaluar si las armas vendidas pueden ser utilizadas para cometer violaciones de los derechos humanos, para desestabilizar un país o agravar un conflicto regional.
"Estamos ya en la mitad del camino y en 15 días nadie ha hecho prácticamente nada", se lamenta Aymeric Elluin, encargado de la campaña Armas e Impunidad de Amnistía Internacional. "Por ahora no hay ningún acuerdo sobre nada, incluyendo la decisión de meter o no en el tratado municiones, transferencia de tecnología, piezas de repuestos, armas ligeras, etc", añade.
Así, Estados Unidos quiere excluir las municiones y exige que no haya obligación de rechazar un contrato riesgoso. China rechaza que el tratado incluya las armas ligeras y de pequeño calibre, pero podría ceder a la presión de sus socios africanos: este tipo de armas alimenta rebeliones y guerras civiles en el continente.
"Al mismo tiempo", señaló Nicolas Vercken, de Oxfam Francia, "hasta hoy no hay un sólo país, ni siquiera Irán o Corea del Norte, que esté dispuesto a asumir la responsabilidad política de hacer fracasar este proceso".
60% de probabilidad de éxito
Pero en la medida que la conferencia debe decidir por consenso, no importa cuál de los 193 Estados miembros puede hacer descarrilar las negociaciones. Y una vez que el tratado se cierre, aún necesitará que un número suficiente de países -entre ellos los principales compradores y vendedores de armamento- lo firmen y ratifiquen.
Un diplomático occidental estima en 60% la probabilidad de éxito. "Los debates de contenido apenas han comenzado, avanzan lentamente y con dificultad" dentro de las dos comisiones que se dividen los puntos sobre los que hay desacuerdo (objetivos del tratado, alcance, criterios de evaluación, puesta en marcha).
Algunos de los más importantes actores en este enorme mercado, que mueve 70.000 millones de dólares por año, aún no han entrado en escena. Los principales negociadores chinos se incorporarán dentro de unos días y el jefe de la delegación rusa no estará allí hasta la última semana de negociaciones.
"A muchos países no les viene mal dejar a Egipto y Argelia hacer el trabajo sucio" antes de tener que mostrar sus cartas, dice Aymeric Elluin. Para él, el tratado deberá ser "un texto corto enumerando los grandes principios".
En tanto, se especulan escenarios que van desde un éxito parcial a la catástrofe. Según un diplomático, resultado de la conferencia podría ver la luz un texto que reúna a la gran mayoría de los países, con excepción de los irreductibles (Irán, Corea del Norte, Siria).
La Asamblea General de la ONU podría entonces "tenerlo consigo en septiembre y someterlo a la firma".
Pero tal vez no hayan acabado las maniobras de procedimiento. La participación de los palestinos se resolvió mediante un acuerdo provisional: actuarán en calidad de observadores, aunque ellos exigían participar en condiciones de igualdad con los Estados miembro.
"Es una espada de Damocles" que aún puede ser usada por los "escépticos", advierte Nicolas Vercken, y en ese caso serían Israel y Estados Unidos quienes podrían abandonar la conferencia.
"Técnicamente, el caso puede resurgir a pesar del compromiso político de Palestina" de no seguir obstaculizando los trabajos, reconoce otro diplomático.