Seúl seguía en alerta pero las tensiones bajaban el martes en la península coreana después de que el Norte renunciara a lanzar represalias contra Corea del Sur.
Corea del Norte había sin embargo amenazado con un "desastre" si Seúl procedía a esos ejercicios militares en Yeonpyeong, una isla situada cerca del Norte y bombardeada el 23 de noviembre por la artillería norcoreana.
Los gestos de aparente buena voluntad del régimen comunista de Kim Jong-Il sugieren que "está preparado a la vez para el diálogo y para la confrontación", declara Yang Moo-Jin, profesor de la Universidad de estudios norcoreanos en Seúl.
Y por el momento el Norte "desea un diálogo con Estados Unidos", añade.
A menos que Seúl y Washington no aviven tensiones -- organizando por ejemplo maniobras conjuntas -- "la probabilidad de que Pyongyang lance un ataque es actualmente muy baja", según Yang Moo-Jin.
Es usual que Corea del Norte adopte comportamientos alternativamente agresivos y conciliadores.
En abril de 2009 dio un portazo a las negociaciones a Seis sobre su desarme nuclear (las dos Coreas, Japón, Rusia, Estados Unidos y China), procedió a un nuevo ensayo un mes más tarde y prosigue desde entonces su programa nuclear.
También provocó, según una investigación internacional, el hundimiento de un navío surcoreano en marzo de 2010 -- lo que Pyongyang desmiente -- y bombardeó el 23 de noviembre una zona civil surcoreana, Yeonpyeong, por primera vez desde el fin de la guerra de Corea en 1953.
Pyongyang aceptó no obstante el lunes el retorno a su territorio de los inspectores de la Agencia internacional de Energía Atómica (AIEA) de la ONU, encargados de vigilar su programa nuclear, según el gobernador estadounidense Bill Richardson, que realizó una visita de cinco días a Corea del Norte.
Los inspectores tuvieron que dejar el país en abril de 2009.
Pero Corea del Sur y Estados Unidos han acogido con prudencia estos signos de apertura.
"Nos atendremos a los que haga Corea del Norte, y no a lo que afirme que vaya a hacer", declaró el portavoz del Departamento de Estado, Philip Crowley. Seúl por su lado sospecha que Pyongyang pretender hacer "propaganda".
El Norte reclama un verdadero tratado de paz -- la guerra de Corea terminó en armisticio -- y que se levanten las sanciones, antes de proceder a un desarme nuclear a cambio de una ayuda económica que requiere urgentemente.
"Los norcoreanos se dan cuenta que actuaron demasiado negativamente contra las negociaciones, que han llevado a cabo malas acciones y (ahora) quieren ir en la buena dirección", declaró el martes en Pekín Richardson, que fue diplomático de alto rango.
Con estos gestos de apaciguamiento, Pyongyang demuestra también que no quiere enemistarse con sus aliados, China y Rusia, subrayan los analistas.
El domingo, en el Consejo de Seguridad de la ONU, China rechazó las demandas de países occidentales de incluir una condena del bombardeo de Yeonpyeong en la declaración sobre Corea del Norte, haciendo fracasar las conversaciones.
Si Corea del Norte hubiera lanzado el lunes disparos de represalia, ello habría colocado a Pekín y Moscú "en una situación muy difícil", según Kim Yong-Hyun, profesor de la universidad Dongguk de Seúl.
Corea del Norte había sin embargo amenazado con un "desastre" si Seúl procedía a esos ejercicios militares en Yeonpyeong, una isla situada cerca del Norte y bombardeada el 23 de noviembre por la artillería norcoreana.
Los gestos de aparente buena voluntad del régimen comunista de Kim Jong-Il sugieren que "está preparado a la vez para el diálogo y para la confrontación", declara Yang Moo-Jin, profesor de la Universidad de estudios norcoreanos en Seúl.
Y por el momento el Norte "desea un diálogo con Estados Unidos", añade.
A menos que Seúl y Washington no aviven tensiones -- organizando por ejemplo maniobras conjuntas -- "la probabilidad de que Pyongyang lance un ataque es actualmente muy baja", según Yang Moo-Jin.
Es usual que Corea del Norte adopte comportamientos alternativamente agresivos y conciliadores.
En abril de 2009 dio un portazo a las negociaciones a Seis sobre su desarme nuclear (las dos Coreas, Japón, Rusia, Estados Unidos y China), procedió a un nuevo ensayo un mes más tarde y prosigue desde entonces su programa nuclear.
También provocó, según una investigación internacional, el hundimiento de un navío surcoreano en marzo de 2010 -- lo que Pyongyang desmiente -- y bombardeó el 23 de noviembre una zona civil surcoreana, Yeonpyeong, por primera vez desde el fin de la guerra de Corea en 1953.
Pyongyang aceptó no obstante el lunes el retorno a su territorio de los inspectores de la Agencia internacional de Energía Atómica (AIEA) de la ONU, encargados de vigilar su programa nuclear, según el gobernador estadounidense Bill Richardson, que realizó una visita de cinco días a Corea del Norte.
Los inspectores tuvieron que dejar el país en abril de 2009.
Pero Corea del Sur y Estados Unidos han acogido con prudencia estos signos de apertura.
"Nos atendremos a los que haga Corea del Norte, y no a lo que afirme que vaya a hacer", declaró el portavoz del Departamento de Estado, Philip Crowley. Seúl por su lado sospecha que Pyongyang pretender hacer "propaganda".
El Norte reclama un verdadero tratado de paz -- la guerra de Corea terminó en armisticio -- y que se levanten las sanciones, antes de proceder a un desarme nuclear a cambio de una ayuda económica que requiere urgentemente.
"Los norcoreanos se dan cuenta que actuaron demasiado negativamente contra las negociaciones, que han llevado a cabo malas acciones y (ahora) quieren ir en la buena dirección", declaró el martes en Pekín Richardson, que fue diplomático de alto rango.
Con estos gestos de apaciguamiento, Pyongyang demuestra también que no quiere enemistarse con sus aliados, China y Rusia, subrayan los analistas.
El domingo, en el Consejo de Seguridad de la ONU, China rechazó las demandas de países occidentales de incluir una condena del bombardeo de Yeonpyeong en la declaración sobre Corea del Norte, haciendo fracasar las conversaciones.
Si Corea del Norte hubiera lanzado el lunes disparos de represalia, ello habría colocado a Pekín y Moscú "en una situación muy difícil", según Kim Yong-Hyun, profesor de la universidad Dongguk de Seúl.