David Roth, impulsor de la polémica y osada iniciativa 1:12 para reducir la brecha salarial, es el líder de las juventudes socialistas. Me siento identificada con sus motivaciones y su sensibilidad. Admito que veo con simpatía que un joven socialista sacuda conciencias con esta intensidad. Me interpela su sana radicalidad: "La gente tiene cada vez más claro que los grandes salarios son un abuso ", afirma sin rodeos. La profundidad democrática del sistema político suizo, así como una cultura política del debate y del referéndum, permiten que esta iniciativa llegue a las urnas. Creo que deberíamos aprender más de estas prácticas y favorecer las consultas en el ámbito de las decisiones políticas. El marco municipal puede y debe ser un terreno fértil para estas iniciativas.
Las grandes empresas suizas, y las organizaciones patronales, no ocultan su nerviosismo e inquietud. Hay expectación sobre el efecto boomerang de esta propuesta si gana el referéndum, mientras que aquí casi ni nos enteramos de lo que pueda suceder. La llamada iniciativa Minder, que condiciona decisiones sobre bonos y otros complementos multimillonarios que disfrutan los directivos, ya fue respaldada por los 26 cantones y está pendiente de su plasmación en un texto legal. La propuesta de Roth es aún más contundente, ya que la relación entre lo que cobra el ejecutivo mejor pagado y el empleado con peor salario supera con holgura el 100 a 1. Los suizos, también, están llamados a decidir si se fija una renta básica de 2.000 euros al mes. Se han conseguido las firmas necesarias para esta consulta.
Otras propuestas, alrededor de los principios de la Economía del Bien Común, movimiento liderado por el austriaco Christian Felber y que no para de ganar simpatizantes en nuestra sociedad, evalúan la proporción 1:20 como la máxima asumible y tolerable: económica y moralmente. Y todo ello coincidiendo con otros debates, de fondo, sobre nuestro modelo económico y nuestras prioridades. Las voces alternativas se suceden con argumentos y nuevas lógicas. "Hay que trabajar menos horas para trabajar todos ", decía Serge Latouche, el precursor de la teoría del decrecimiento, que aboga por una sociedad que produzca menos y consuma menos.
He de reconocer que la limitación de la diferencia es compleja y no exenta de aspectos, quizá, no tan positivos como la causa que persigue combatir: la desigualdad extrema. Pero el debate se abre, poco a poco, en todos los ámbitos. También en el político y representativo. Y quiero impulsar estas reflexiones en mi partido y entre aquellas asociaciones, entidades y colectivos que ya han iniciado este camino. El proyecto económico de la socialdemocracia no puede ignorar estas nuevas aproximaciones. Es, pues, una buena noticia, la propuesta de una nueva ley de la igualdad salarial hecha a la Conferencia Política del PSOE de este fin de semana. Es tan importante su enfoque como su ambición.
Hace unos días me preguntaba ¿para qué ha de servir la política ?... si esta no era capaz de combatir la pobreza y la desigualdad. En Barcelona, por ejemplo, el debate sobre las políticas contra las brechas múltiples empieza a ofrecer otro tipo de intervenciones más efectivas y transformadoras. Hay que seguir. Hay otras alternativas.
El debate sobre la desigualdad insoportable, y la incapacidad fiscal y legal para regular los excesos y la acumulación brutalmente desproporcionada entre los que más tienen y los que menos poseen, obliga a repensar muchas estrategias. Al menos reclaman, para cualquier sensato, una mirada no prejuiciosa del tema. Y para una socialista y progresista, como es mi caso, mucho más que un interés intelectual o ideológico. Creo que debemos abrir estos debates también en nuestra sociedad. Admiro que se abran... y que se voten. Me comprometo a trabajar para hacer posibles ambos principios: más debate y más democracia.
Laia Bonet