Juan Goytisolo
Juan Goytisolo (Barcelona, 1931) empezó a organizar su archivo personal hace dos años, en su casa de Marrakech, con la colaboración de dos ayudantes. Pero el trabajo quedó sin rematar por su desidia, como reconoce el escritor más relevante de la Generación de los 50 a Público. Hace dos meses Goytisolo recuperó el orden de sus escritos originales y documentos de los últimos 30 años, para cerrar la adquisición del equipo saliente de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura. El pasado jueves Hacienda daba el visto bueno a la operación que cerraba la compra, tal y como han informado fuentes de dicho Ministerio a este periódico, aunque sin desvelar la cuantía.
Toda la documentación de Juan Goytisolo irá a parar al Archivo General de la Administración (AGA), en Alcalá de Henares, donde hace justo un año entraban los tráileres, como adelantó entonces este periódico, con los papeles de la agencia de Carmen Balcells. Entre ellos no estaban los de Goytisolo, aunque su representante los había guardado en la caja fuerte de su agencia. A diferencia de aquella polémica compra, que acabó con el enfado de Balcells por las informaciones de este periódico y el cerrojazo de un material en el que las arcas públicas invirtieron tres millones de euros, los secretos de Goytisolo sí corresponden a las tripas y huesos del proceso creativo de un escritor, y no a las sombras administrativas de un negocio.
"La carga me apremiaba y debía deshacerme de ella", reconoce el autor de Campos de Níjar (1954) dando razones a la conservación de un archivo que arranca en los años ochenta, con los manuscritos de la parte más productiva de su trayectoria. Parte de los anteriores documentos los vendió el autor a la Biblioteca de la Universidad de Boston (EEUU) y parte los cedió al Instituto de Estudios Almerienses, dependiente de la Diputación: los originales de Makbara (1980), Crónicas sarracenas (1982), Paisajes después de la batalla (1982), Coto vedado (1985) y cartas. Esa entrega de 1986 se cerró con una condición por parte del autor: "Sólo es válida mientras dure la democracia". O mientras los amigos de lo ajeno lo permitan: Goytisolo cuenta decepcionado la "desagradable sorpresa" de la desaparición de varios de estos originales , en los últimos años.
En este caso, el control de los archivos estatales tendrán bajo su custodia, tal y como detalla el escritor a Público, el material empleado para la elaboración de sus ensayos, la totalidad de las crónicas que publicó El País sobre la guerra en Sarajevo, documentos, fotografías personales del asedio a Chechenia y otras tantas de Argelia. "Es un archivo fotográfico extenso al que se añaden las fotos familiares", explica. También se incluye una correspondencia variada con Orham Pamuk, Susan Sontag y la mantenida durante muchos años con el profesor y crítico, especialista en el Siglo de Oro, Francisco Márquez Villanueva.
Entre risas, Juan Goytisolo descubre uno de los valores añadidos al testimonio de una obra esencial para la historia de la literatura del siglo XX en España: "Soy uno de los últimos paleolíticos que sigue escribiendo a mano. Nunca he sabido teclear en una Olivetti. Ahora conozco a muchos escritores que duplican el trabajo, primero escriben a mano y luego pasan a máquina. Yo ahorro muchas horas".
De la misma época, El sitio de los sitios (1995) nace de la experiencia del autor en el cerco de Sarajevo, durante la guerra de los Balcanes, y del compromiso de mantener su acción ética, denunciando la atrocidad, combinada con el experimento estético (el diseño de la estructura en cercos concéntricos simboliza el asedio). O la propia reflexión en puño y letra sobre la proximidad de la muerte, que Goytisolo encara en Telón de boca (2003), con una prosa limpia y su característico pesimismo sobre las religiones, las guerras y los poderes políticos que promueven ambas.
"Podría entenderse que con los años y la experiencia a uno le cuesta menos escribir. Pero no es así, sigo siendo un autor lento. Llego a escribir la misma página hasta tres veces y cada vez me resulta más difícil: he escrito tanto que las sospechas de repetirme me obligan a recordar lo escrito", cuenta el autor de quien Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores ha presentado este año el octavo volumen de sus obras completas.
Cuando Goytisolo se exilia en 1956, en España se empezaba a hablar de Faulkner y Hemingway, la censura castraba las aspiraciones de libertad y echaba a andar el llamado realismo social o realismo objetivo. Cuando regresa, Goytisolo desarticula las señas de identidad de la falsa conciencia hispánica, desde la subversión ética.
La adquisición de los manuscritos del Premio Nacional de las Letras en 2008 suponen el muestrario de la maduración final de su proyecto literario hacia la introspección y contra la descripción externa, tras el giro que el autor da en 1966, con la que sigue siendo su novela capital, Señas de identidad. Pero no es hasta la mitad de los ochenta cuando este propósito, la construcción del relato a partir de sí mismo, la llamada auto ficción queda patente en dos libros excepcionales: Coto vedado (1985) y En los reinos de Taifa (1986).
Goytisolo aterrizaba de esta manera en la autobiografía menos complaciente al examinar las contradicciones del sujeto, desde los espacios más conflictivos como la trayectoria ética, política e ideológica. Incluso la misma incertidumbre de la sexualidad. Emulaba el nihilismo por la verdad de algunos de sus autores franceses favoritos, como Jean Genet.
El escritor que se sitúa "con los parias siempre", los desheredados, los perseguidos, los apátridas, firmaba en La cuarentena (1991) la contemplación del horror y el dolor que los seres humanos son capaces de fabricar a propósito de la guerra del Golfo. La audacia en la enunciación y el discurso, la prosa polifónica del último Goytisolo, su rico vocabulario y sintaxis rítmica se ponen al servicio de la condena y denuncia de la nueva Europa, tal y como deja patente en El sitio de los sitios (1995), pieza de la que también pasan a conservarse los manuscritos, y de la que es inevitable plantear equivalencias con la Guerra Civil.
Precisamente, reconoce, por teléfono desde su casa en Marrakech, que respecto al conflicto español lo que "hay que evitar es tomar a la memoria histórica como Historia". "La Historia es la que se investiga, contrasta y confirma, es un trabajo científico", sentencia. En 1975, cinco días después de la muerte de Franco, Juan Goytisolo escribía en el artículo titulado In Memoriam F.B.B. (1892-1975): "Verdugo y a la vez creador involuntario de la España moderna, corresponde a los historiadores, y no a mí, establecer su verdadero papel en el curso de los últimos 40 años, sin incurrir en las falsedades de la hagiografía oficial ni en las deformaciones de su correspondiente leyenda negra".
Cualquiera puede comprender que ese deseo democrático lanzado desde el pasado se ha visto truncado 35 años después, con la publicación de la parcial biografía del dictador Franco, entre tantos otros, en el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia. "Eso no es un diccionario, eso es una broma. Las reseñas que he podido leer me han parecido una falta, ya no de honestidad, sino de simple criterio científico. Hay que tomarlo como un reflejo grotesco de Europa", afirma Goytisolo. Y se despide bajo el síntoma de esa "enfermedad endémica" que, en palabras suyas, es ser español: "Si sobrevivo es porque estoy lejos".
Toda la documentación de Juan Goytisolo irá a parar al Archivo General de la Administración (AGA), en Alcalá de Henares, donde hace justo un año entraban los tráileres, como adelantó entonces este periódico, con los papeles de la agencia de Carmen Balcells. Entre ellos no estaban los de Goytisolo, aunque su representante los había guardado en la caja fuerte de su agencia. A diferencia de aquella polémica compra, que acabó con el enfado de Balcells por las informaciones de este periódico y el cerrojazo de un material en el que las arcas públicas invirtieron tres millones de euros, los secretos de Goytisolo sí corresponden a las tripas y huesos del proceso creativo de un escritor, y no a las sombras administrativas de un negocio.
"La carga me apremiaba y debía deshacerme de ella", reconoce el autor de Campos de Níjar (1954) dando razones a la conservación de un archivo que arranca en los años ochenta, con los manuscritos de la parte más productiva de su trayectoria. Parte de los anteriores documentos los vendió el autor a la Biblioteca de la Universidad de Boston (EEUU) y parte los cedió al Instituto de Estudios Almerienses, dependiente de la Diputación: los originales de Makbara (1980), Crónicas sarracenas (1982), Paisajes después de la batalla (1982), Coto vedado (1985) y cartas. Esa entrega de 1986 se cerró con una condición por parte del autor: "Sólo es válida mientras dure la democracia". O mientras los amigos de lo ajeno lo permitan: Goytisolo cuenta decepcionado la "desagradable sorpresa" de la desaparición de varios de estos originales , en los últimos años.
En este caso, el control de los archivos estatales tendrán bajo su custodia, tal y como detalla el escritor a Público, el material empleado para la elaboración de sus ensayos, la totalidad de las crónicas que publicó El País sobre la guerra en Sarajevo, documentos, fotografías personales del asedio a Chechenia y otras tantas de Argelia. "Es un archivo fotográfico extenso al que se añaden las fotos familiares", explica. También se incluye una correspondencia variada con Orham Pamuk, Susan Sontag y la mantenida durante muchos años con el profesor y crítico, especialista en el Siglo de Oro, Francisco Márquez Villanueva.
Entre risas, Juan Goytisolo descubre uno de los valores añadidos al testimonio de una obra esencial para la historia de la literatura del siglo XX en España: "Soy uno de los últimos paleolíticos que sigue escribiendo a mano. Nunca he sabido teclear en una Olivetti. Ahora conozco a muchos escritores que duplican el trabajo, primero escriben a mano y luego pasan a máquina. Yo ahorro muchas horas".
El proceso de escritura
El valor de husmear, una vez los bibliotecarios del AGA hayan hecho su trabajo, entre las dudas, los vericuetos y las versiones que Goytisolo reconoce barajar de cada página hasta que da con la correcta, de, por ejemplo, La saga de los Marx (1993), es revelar "la construcción de un manuscrito" de un autor que siempre ha tratado de "mantener una línea independiente y navegar a contracorriente", sin dejarse "arrastrar por la moda", afirma. Justo es reconocer la actualidad a esta novela política sobre el desplome del socialismo y el fin de la historia, en la que sitúa al padre del socialismo científico, Karl Marx, y a su familia en el centro del cataclismo.De la misma época, El sitio de los sitios (1995) nace de la experiencia del autor en el cerco de Sarajevo, durante la guerra de los Balcanes, y del compromiso de mantener su acción ética, denunciando la atrocidad, combinada con el experimento estético (el diseño de la estructura en cercos concéntricos simboliza el asedio). O la propia reflexión en puño y letra sobre la proximidad de la muerte, que Goytisolo encara en Telón de boca (2003), con una prosa limpia y su característico pesimismo sobre las religiones, las guerras y los poderes políticos que promueven ambas.
"Podría entenderse que con los años y la experiencia a uno le cuesta menos escribir. Pero no es así, sigo siendo un autor lento. Llego a escribir la misma página hasta tres veces y cada vez me resulta más difícil: he escrito tanto que las sospechas de repetirme me obligan a recordar lo escrito", cuenta el autor de quien Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores ha presentado este año el octavo volumen de sus obras completas.
Cuando Goytisolo se exilia en 1956, en España se empezaba a hablar de Faulkner y Hemingway, la censura castraba las aspiraciones de libertad y echaba a andar el llamado realismo social o realismo objetivo. Cuando regresa, Goytisolo desarticula las señas de identidad de la falsa conciencia hispánica, desde la subversión ética.
La adquisición de los manuscritos del Premio Nacional de las Letras en 2008 suponen el muestrario de la maduración final de su proyecto literario hacia la introspección y contra la descripción externa, tras el giro que el autor da en 1966, con la que sigue siendo su novela capital, Señas de identidad. Pero no es hasta la mitad de los ochenta cuando este propósito, la construcción del relato a partir de sí mismo, la llamada auto ficción queda patente en dos libros excepcionales: Coto vedado (1985) y En los reinos de Taifa (1986).
Goytisolo aterrizaba de esta manera en la autobiografía menos complaciente al examinar las contradicciones del sujeto, desde los espacios más conflictivos como la trayectoria ética, política e ideológica. Incluso la misma incertidumbre de la sexualidad. Emulaba el nihilismo por la verdad de algunos de sus autores franceses favoritos, como Jean Genet.
El escritor que se sitúa "con los parias siempre", los desheredados, los perseguidos, los apátridas, firmaba en La cuarentena (1991) la contemplación del horror y el dolor que los seres humanos son capaces de fabricar a propósito de la guerra del Golfo. La audacia en la enunciación y el discurso, la prosa polifónica del último Goytisolo, su rico vocabulario y sintaxis rítmica se ponen al servicio de la condena y denuncia de la nueva Europa, tal y como deja patente en El sitio de los sitios (1995), pieza de la que también pasan a conservarse los manuscritos, y de la que es inevitable plantear equivalencias con la Guerra Civil.
Precisamente, reconoce, por teléfono desde su casa en Marrakech, que respecto al conflicto español lo que "hay que evitar es tomar a la memoria histórica como Historia". "La Historia es la que se investiga, contrasta y confirma, es un trabajo científico", sentencia. En 1975, cinco días después de la muerte de Franco, Juan Goytisolo escribía en el artículo titulado In Memoriam F.B.B. (1892-1975): "Verdugo y a la vez creador involuntario de la España moderna, corresponde a los historiadores, y no a mí, establecer su verdadero papel en el curso de los últimos 40 años, sin incurrir en las falsedades de la hagiografía oficial ni en las deformaciones de su correspondiente leyenda negra".
Cualquiera puede comprender que ese deseo democrático lanzado desde el pasado se ha visto truncado 35 años después, con la publicación de la parcial biografía del dictador Franco, entre tantos otros, en el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia. "Eso no es un diccionario, eso es una broma. Las reseñas que he podido leer me han parecido una falta, ya no de honestidad, sino de simple criterio científico. Hay que tomarlo como un reflejo grotesco de Europa", afirma Goytisolo. Y se despide bajo el síntoma de esa "enfermedad endémica" que, en palabras suyas, es ser español: "Si sobrevivo es porque estoy lejos".