Un Mandala
Esta noche la poesía pura entrará en la sala de la cultura del Teatro Nacional, sin muletillas, abordando lloviznas y florecillas, buscando el amor, su boca de nenúfar y espuma, sus mares de nácar y trenzas de luna. Esta noche arribaremos a una hoguera dulce de cantos, a sueños claros sobre el lecho de un monte altísimo, donde el cielo es una cinta azulada, un blando movimiento de llama y prodigio.
Alguien vendrá con cigarras y lumbre a sujetar los mandalas, a lustrar sus navíos templados, a travesear los abismos, anticipando el destino su tejido de hechizo y espejo. Esta noche, día de los inocentes, no habrá degüello ni bromas, ni monaguillos de la Edad Media, sino la poesía y los mandalas, sujetos del sollozo y la memoria, fugitivos que abordan el verso y la música remota para fulgurar la cadencia, el ritmo único del poeta que en una hosca esquina de la vida, besa la ígnea posesión de la alborada. La cita es esta noche en el Teatro Nacional, con candelabros y colores vivos, una cenicienta alcanzará refulgente la melopea, su festejo de párpados y destellos.
Oh, los mandalas, la idea del círculo como fuente infinita de energías, el viaje hacia los adentros, la búsqueda de lo esencial, el legado sánscrito del sortilegio, los diagramas, ardores en movimiento, signos que pastorean el alba, recurso de Jung para hurgar terapias. Los mandalas como dimensiones oníricas, fieras sumisas del fuego y la palabra alada. Poesía y mandalas cantarán, poesía y mandalas alzarán el telón, el poeta leerá, una doncella en su vaivén melodioso mecerá su cuerpo de ángel, y nosotros, asidos a la mariposa irisada de la sangre que palpita y brilla.
Es poesía la que horadará la sombra de vivir, la que nos embarcará en el silbo del viento entre los árboles, en la pasión de los amantes que son fortuna y diamantes, en la angustia de existir en laberintos y artilugios. Todo lo asume la poesía, prístina, lúdica, ícono caminante del polvo y el rocío, señuelo de Whitman y Darío.
“El dulce fuego del amor/rema la goleta azul turquesa/la monarquía de luz del alba/el reino de las vibraciones/las energías tasadas/en círculos concéntricos/el tacto del tiempo circular/el oscuro río de latidos/de la sangre inmóvil del olvido/El dulce fuego del amor/es un aprendizaje de mandalas/Erguido y mágico juego del sigilo/serpentina del destino/roce blando del universo”. “Por el hondo estallido de luz en tus ojos/tomo tu piel como una canoa de palomas y alondras en mis dedos/ y es tu aliento un sueño lento de aroma en mi lengua/ que te hurga y humedece/Tu olor es bálsamo de especias, exhalación de primores/ nueva esencia de un viejo cielo de sustancias y azahares/tu voz es amor sonoro/música de palabras que se hospeda en el paraíso de tu rostro/ y en el universo hendido de tu sonrisa/Me hundo en tu pelo como en un bosque/unicornio verde y oscuro de mi fantasía/náufrago de tu hermosura/orate de pasión y ternura”.
“Bello el nombre que te nombra/el buque empañado que diluye la mirada/la obscena danza que aparea plenitudes/los amantes que colman el amor/en tus campánulas lapislázuli/la rotación ardida de primaveras/que son tallos o lloviznas frías/sucesos del alba que un pájaro lame/Bella la lengua muerta que te desvalija/el bronco cielo aledaño, un mural virgen de colores/mariposas fugadas de un espejismo/luz de otra edad/asistiendo fugaz a la memoria de tus ojos”. Esta noche la poesía se vestirá de galas nuevamente, irrumpirá majestuosa por las alfombras del recinto, otra fragancia, otro tenor de encanto y verso prescindirá de su embeleco de mármol y etiqueta, ahuyentado el viejo protocolo, conectando los circuitos y los rodajes, en la Sala de la Cultura, como los griegos de ayer, entonando cantatas, poesías entre todos, porque de todos es la poesía, la serenata altísima de la “Danza del amor y los mandalas”, otra fiesta cimbreante del tambor del corazón y las palabras.
Alguien vendrá con cigarras y lumbre a sujetar los mandalas, a lustrar sus navíos templados, a travesear los abismos, anticipando el destino su tejido de hechizo y espejo. Esta noche, día de los inocentes, no habrá degüello ni bromas, ni monaguillos de la Edad Media, sino la poesía y los mandalas, sujetos del sollozo y la memoria, fugitivos que abordan el verso y la música remota para fulgurar la cadencia, el ritmo único del poeta que en una hosca esquina de la vida, besa la ígnea posesión de la alborada. La cita es esta noche en el Teatro Nacional, con candelabros y colores vivos, una cenicienta alcanzará refulgente la melopea, su festejo de párpados y destellos.
Oh, los mandalas, la idea del círculo como fuente infinita de energías, el viaje hacia los adentros, la búsqueda de lo esencial, el legado sánscrito del sortilegio, los diagramas, ardores en movimiento, signos que pastorean el alba, recurso de Jung para hurgar terapias. Los mandalas como dimensiones oníricas, fieras sumisas del fuego y la palabra alada. Poesía y mandalas cantarán, poesía y mandalas alzarán el telón, el poeta leerá, una doncella en su vaivén melodioso mecerá su cuerpo de ángel, y nosotros, asidos a la mariposa irisada de la sangre que palpita y brilla.
Es poesía la que horadará la sombra de vivir, la que nos embarcará en el silbo del viento entre los árboles, en la pasión de los amantes que son fortuna y diamantes, en la angustia de existir en laberintos y artilugios. Todo lo asume la poesía, prístina, lúdica, ícono caminante del polvo y el rocío, señuelo de Whitman y Darío.
“El dulce fuego del amor/rema la goleta azul turquesa/la monarquía de luz del alba/el reino de las vibraciones/las energías tasadas/en círculos concéntricos/el tacto del tiempo circular/el oscuro río de latidos/de la sangre inmóvil del olvido/El dulce fuego del amor/es un aprendizaje de mandalas/Erguido y mágico juego del sigilo/serpentina del destino/roce blando del universo”. “Por el hondo estallido de luz en tus ojos/tomo tu piel como una canoa de palomas y alondras en mis dedos/ y es tu aliento un sueño lento de aroma en mi lengua/ que te hurga y humedece/Tu olor es bálsamo de especias, exhalación de primores/ nueva esencia de un viejo cielo de sustancias y azahares/tu voz es amor sonoro/música de palabras que se hospeda en el paraíso de tu rostro/ y en el universo hendido de tu sonrisa/Me hundo en tu pelo como en un bosque/unicornio verde y oscuro de mi fantasía/náufrago de tu hermosura/orate de pasión y ternura”.
“Bello el nombre que te nombra/el buque empañado que diluye la mirada/la obscena danza que aparea plenitudes/los amantes que colman el amor/en tus campánulas lapislázuli/la rotación ardida de primaveras/que son tallos o lloviznas frías/sucesos del alba que un pájaro lame/Bella la lengua muerta que te desvalija/el bronco cielo aledaño, un mural virgen de colores/mariposas fugadas de un espejismo/luz de otra edad/asistiendo fugaz a la memoria de tus ojos”. Esta noche la poesía se vestirá de galas nuevamente, irrumpirá majestuosa por las alfombras del recinto, otra fragancia, otro tenor de encanto y verso prescindirá de su embeleco de mármol y etiqueta, ahuyentado el viejo protocolo, conectando los circuitos y los rodajes, en la Sala de la Cultura, como los griegos de ayer, entonando cantatas, poesías entre todos, porque de todos es la poesía, la serenata altísima de la “Danza del amor y los mandalas”, otra fiesta cimbreante del tambor del corazón y las palabras.