Isabel García. - Es el atractivo escenario en el que está instalado el campamento bereber Méhari Zaafrane, a unos 25 kilómetros de la tierra habitada más cercana. Léase Douz, en el sur interior tunecino, una ciudad de creación bastante reciente (principios del siglo XX) que debe su nombre al batallón francés número 12 (douze en lengua gala, y de ahí douz) que se instaló aquí en la época del protectorado. Una vez atravesado el palmeral, degustado el café turco con cardamomo y esquivado los carros de caballos que todavía circulan a codazos con los coches, se llega al campamento... subido, eso sí, en un 4x4. Imposible de otra manera. De hecho, cualquier guía recomienda abastecerse bien de gasolina antes de adentrarse en este paraje desértico y lunático en el que no hallará más que algún pastor despistado rodeado de un escaso rebaño que se alimenta de no se sabe muy bien qué. O si el viaje continúa rumbo a la región de Tozeur, más al oeste, el gran lago salado del Chott el Jerid, con más de 5.000 kilómetros cuadrados y espejimos (literales) asomando en cada esquina.
De vuelta al campamento y antes de decidirse por la tienda de campaña o la cabaña para pasar la noche, el visitante puede hacerse una idea de la gastronomía tunecina en el restaurante instalado a modo de gigantesca jaima. Allí, entre largas hileras de bancos de madera, cuencos de barro, mosaicos bereberes y luz tenue, el camarero de rasgos tuaregs y chilaba azul eléctrico irá trayendo los platos. Primero, una de entrantes locales capitaneados por la ensalada tunecina con huevo, atún, cebolla, tomate, pimiento, aceite, vinagre, limón y menta seca. Las salsas de harisa (a base de guindilla, ajo, alcaravea y sal, bastante picante para el paladar occidental) y tabil (con los mismos ingredientes más cilantro) ya están sobre la mesa.
De la elaboración del pan se encargan allí mismo, en la entrada, varias mujeres que, amables, no dudan en apresurar su ritmo de trabajo si los viajeros se impacientan. Después, llega el brik, una especie de crêpe triangular relleno de huevo y atún. El cuscús es el plato fuerte y se come a las tres carnes: cordero, pollo y ternera. El punto final lo pone una descomunal cesta de frutas y decenas de mahshi, esos típicos pastelitos de hojaldre extremadamente dulces y rellenos de frutos secos.
El menú degustación suele formar parte de la experiencia bereber y puede degustarse tanto en la jaima como al aire libre. El campamento también cuenta con un recoleto bar para acabar allí con té a la menta o un cóctel bajo las estrellas, colofón interesante antes de retornar a la cabaña o a la tienda, de decoración espartana pero con la manta sobre la cama y el calefactor individual ya a tope a estas alturas de la noche. Y mañana, por ejemplo, paseo en ultraligero sobre las dunas.
Su agradable (y aislado) mirador, desde el que, aparte del campamento, sólo es posible percibir, duna a duna, la inmensidad del desierto.
Su restaurante, dispuesto a modo de jaima en largas hileras de bancos de madera.
Seguir el itinerario de El lagarto rojo, un tren construido en la época del protectorado francés para transportar los fosfatos de la zona y que ahora recorre las gargantas del río Selja.
Participar en el Festival de los Oasis que discurre por Tozeur entre conciertos, degustaciones, luchas de camellos, bailes típicos y demostraciones en toda regla de la recogida de dátiles. Se celebra en diciembre.
De vuelta al campamento y antes de decidirse por la tienda de campaña o la cabaña para pasar la noche, el visitante puede hacerse una idea de la gastronomía tunecina en el restaurante instalado a modo de gigantesca jaima. Allí, entre largas hileras de bancos de madera, cuencos de barro, mosaicos bereberes y luz tenue, el camarero de rasgos tuaregs y chilaba azul eléctrico irá trayendo los platos. Primero, una de entrantes locales capitaneados por la ensalada tunecina con huevo, atún, cebolla, tomate, pimiento, aceite, vinagre, limón y menta seca. Las salsas de harisa (a base de guindilla, ajo, alcaravea y sal, bastante picante para el paladar occidental) y tabil (con los mismos ingredientes más cilantro) ya están sobre la mesa.
De la elaboración del pan se encargan allí mismo, en la entrada, varias mujeres que, amables, no dudan en apresurar su ritmo de trabajo si los viajeros se impacientan. Después, llega el brik, una especie de crêpe triangular relleno de huevo y atún. El cuscús es el plato fuerte y se come a las tres carnes: cordero, pollo y ternera. El punto final lo pone una descomunal cesta de frutas y decenas de mahshi, esos típicos pastelitos de hojaldre extremadamente dulces y rellenos de frutos secos.
El menú degustación suele formar parte de la experiencia bereber y puede degustarse tanto en la jaima como al aire libre. El campamento también cuenta con un recoleto bar para acabar allí con té a la menta o un cóctel bajo las estrellas, colofón interesante antes de retornar a la cabaña o a la tienda, de decoración espartana pero con la manta sobre la cama y el calefactor individual ya a tope a estas alturas de la noche. Y mañana, por ejemplo, paseo en ultraligero sobre las dunas.
Servicios
Bar, restaurante con capacidad para 150 personas, piscina, sala de reuniones, mirador, tienda, organización de excursiones en 4x4 por el desierto, paseos en camello o en globo, quarts, viajes en ultraligero...Nos gusta por
Su peculiar enclave, en medio del desierto y con la población más cercana, Douz, a 25 kilómetros.Su agradable (y aislado) mirador, desde el que, aparte del campamento, sólo es posible percibir, duna a duna, la inmensidad del desierto.
Su restaurante, dispuesto a modo de jaima en largas hileras de bancos de madera.
Cómo llegar
La aerolínea Tunisair (www.tunisair.com.tn) permite llegar a Tozeur desde Madrid en apenas dos horas. Hay dos frecuencias semanales los jueves y domingos desde ambas ciudades. Hay que atravesar el Chott el Jerid para llegar a Douz. Más información en www.descubretunez.comProhibido perderse
Recorrer en 4x4 los oasis de montaña de Tozeur como Chebika, Tamerza y Midès, entre desfiladeros, palmerales y pueblos ancestrales ahora fantasmas que desaparecieron tras monumentales crecidas de agua.Seguir el itinerario de El lagarto rojo, un tren construido en la época del protectorado francés para transportar los fosfatos de la zona y que ahora recorre las gargantas del río Selja.
Participar en el Festival de los Oasis que discurre por Tozeur entre conciertos, degustaciones, luchas de camellos, bailes típicos y demostraciones en toda regla de la recogida de dátiles. Se celebra en diciembre.