Semejante miscelánea no acaba de cuajar más allá de la impresión que produce el paseo en coche de los protagonistas por el escenario de la tragedia, con las señales de los disparos y las bombas en cada esquina.
"Quiero ver". Esta frase-resumen, la esencia de la película, su título, esconde un cúmulo de buenas intenciones. La pronuncia Deneuve en la primera secuencia. Está en Beirut para un acto benéfico, pocos meses después de que Israel atacase la ciudad en respuesta a los lanzamientos de cohetes y la captura de dos soldados por parte de Hezbolá. Pero no admite que le cuenten lo que ha ocurrido. Quiere ver, quiere callejear por la ciudad a pesar de que la seguridad no lo aconseje.
El punto de partida pretende colocar al espectador en el lugar de Deneuve, pero ya contiene una impostura. Nosotros no somos una estrella del cine, a nosotros no nos seguiría una cámara a todos lados. Un síntoma de valentía y de honradez también puede convertirse en un desaconsejado despropósito. Y nunca sabemos hasta dónde llegan la verdad o la falsedad de las situaciones. Cierto que contienen simbolismos eficaces. Cierto que la herida de la guerra, en primer plano, seduce en algunos instantes, con esa fotografía de cámara digital, ideal para documentos de urgencia. Sin embargo, ver correr a Deneuve huyendo de un camino supuestamente plagado de minas antipersona hace saltar todas las alarmas: las de la veracidad de los hechos y, en caso extremo, las de la involuntaria comicidad del momento. Así, Je veux voir se conforma como una película que invita a ver la realidad, pero al mismo tiempo se nutre de situaciones inverosímiles que provocan la estampida mental.
"Quiero ver". Esta frase-resumen, la esencia de la película, su título, esconde un cúmulo de buenas intenciones. La pronuncia Deneuve en la primera secuencia. Está en Beirut para un acto benéfico, pocos meses después de que Israel atacase la ciudad en respuesta a los lanzamientos de cohetes y la captura de dos soldados por parte de Hezbolá. Pero no admite que le cuenten lo que ha ocurrido. Quiere ver, quiere callejear por la ciudad a pesar de que la seguridad no lo aconseje.
El punto de partida pretende colocar al espectador en el lugar de Deneuve, pero ya contiene una impostura. Nosotros no somos una estrella del cine, a nosotros no nos seguiría una cámara a todos lados. Un síntoma de valentía y de honradez también puede convertirse en un desaconsejado despropósito. Y nunca sabemos hasta dónde llegan la verdad o la falsedad de las situaciones. Cierto que contienen simbolismos eficaces. Cierto que la herida de la guerra, en primer plano, seduce en algunos instantes, con esa fotografía de cámara digital, ideal para documentos de urgencia. Sin embargo, ver correr a Deneuve huyendo de un camino supuestamente plagado de minas antipersona hace saltar todas las alarmas: las de la veracidad de los hechos y, en caso extremo, las de la involuntaria comicidad del momento. Así, Je veux voir se conforma como una película que invita a ver la realidad, pero al mismo tiempo se nutre de situaciones inverosímiles que provocan la estampida mental.