Según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), más de una quinta parte de las reservas de hidrocarburos que todavía no se han descubierto en el mundo se sitúan al norte del círculo polar ártico.
Estos recursos, un 84% de las cuales se halla en el mar, representan el 13% de las reservas planetarias de petróleo no descubiertas y el 30% de las de gas natural.
Tras sus problemas en el golfo de México, BP espera asegurar su futuro en el Ártico, donde el acuerdo anunciado el viernes con el grupo estatal ruso Rosneft le dará acceso a una inmensa zona marítima de 125.000 kilómetros cuadrados.
En momentos en que las compañías occidentales tienen dificultades para llegar a nuevos recursos potenciales, sobre todo en el mundo árabe, el todavía poco explorado subsuelo ártico aparece como la nueva tierra prometida.
"La exploración del Ártico está lejos de haber terminado, pero exige tomas de riesgos: los costes son altos, mucho más altos que en otros lugares, y la estación veraniega es corta, por lo que requiere mucho tiempo", indicó sin embargo a la AFP Manouchehr Takin, experto del centro de estudios energéticos londinenses CGES.
Dado el periodo invernal de hielo, "la ventana disponible para perforar en el Ártico es de 100 días por año", confirma Jonathan Jackson, analista de la empresa financiera Killik. En consecuencia, BP y Rosneft no piensan poder producir su primer barril antes de 2020.
Aunque se trata de una apuesta a largo plazo, aumenta la competencia entre los grandes grupos internacionales. Doce de ellos, incluidos el estadounidense ConocoPhillips, el anglo-holandés Shell o el francés GDF Suez, rivalizaron el pasado otoño (boreal) por siete licitaciones atribuidas por el gobierno de Groenlandia.
La exploración en aguas de Groenlandia no ha permitido detectar todavía reservas explotables comercialmente, lo que no ha impedido a la petrolera británica Cairn anunciar resultados "alentadores" y, la semana pasada, un aumento de sus inversiones en la región a más de 1.000 millones de dólares.
En Alaska, donde el campo de Prudhoe Bay está activo desde 1977, están los yacimientos más explotados de las zonas árticas, que producen más de una décima parte de la producción de Estados Unidos.
Los movimientos ecologistas se indignan de los posibles efectos de este aumento por las posibles consecuencias. "Una marea negra en las aguas heladas del Ártico sería catastrófica y muy difícil de detener", advierten.
La ONG estadounidense Pew Environment subrayó en un informe publicado en noviembre que las empresas no están preparadas para hacer frente a un entorno hostil: vientos violentos, olas de entre seis y nueve metros, icebergs, largas distancias entre las plataformas y los puertos.
BP alega su experiencia adquirida en las aguas profundas del golfo de México y en Alaska, argumento que sus detractores consideran poco tranquilizador ya que la justicia estadounidense responsabilizó en 2006 a su filial del vertido de 760.000 litros de petróleo en Alaska.
Por último, las preocupaciones geopolíticas omnipresentes en el Ártico complican la situación, recuerda el experto del CGES. Los países ribereños (Rusia, Noruega, Estados Unidos, Canadá y Dinamarca, a través de su provincia autónoma de Groenlandia) multiplicaron las reivindicaciones territoriales en sus fronteras.
Y las rivalidades podrían incrementarse con el deshielo, ligado al calentamiento climático, y que abre rutas marítimas inéditas: en agosto, un buque petrolero fue a China pasando por el océano Ártico.
Estos recursos, un 84% de las cuales se halla en el mar, representan el 13% de las reservas planetarias de petróleo no descubiertas y el 30% de las de gas natural.
Tras sus problemas en el golfo de México, BP espera asegurar su futuro en el Ártico, donde el acuerdo anunciado el viernes con el grupo estatal ruso Rosneft le dará acceso a una inmensa zona marítima de 125.000 kilómetros cuadrados.
En momentos en que las compañías occidentales tienen dificultades para llegar a nuevos recursos potenciales, sobre todo en el mundo árabe, el todavía poco explorado subsuelo ártico aparece como la nueva tierra prometida.
"La exploración del Ártico está lejos de haber terminado, pero exige tomas de riesgos: los costes son altos, mucho más altos que en otros lugares, y la estación veraniega es corta, por lo que requiere mucho tiempo", indicó sin embargo a la AFP Manouchehr Takin, experto del centro de estudios energéticos londinenses CGES.
Dado el periodo invernal de hielo, "la ventana disponible para perforar en el Ártico es de 100 días por año", confirma Jonathan Jackson, analista de la empresa financiera Killik. En consecuencia, BP y Rosneft no piensan poder producir su primer barril antes de 2020.
Aunque se trata de una apuesta a largo plazo, aumenta la competencia entre los grandes grupos internacionales. Doce de ellos, incluidos el estadounidense ConocoPhillips, el anglo-holandés Shell o el francés GDF Suez, rivalizaron el pasado otoño (boreal) por siete licitaciones atribuidas por el gobierno de Groenlandia.
La exploración en aguas de Groenlandia no ha permitido detectar todavía reservas explotables comercialmente, lo que no ha impedido a la petrolera británica Cairn anunciar resultados "alentadores" y, la semana pasada, un aumento de sus inversiones en la región a más de 1.000 millones de dólares.
En Alaska, donde el campo de Prudhoe Bay está activo desde 1977, están los yacimientos más explotados de las zonas árticas, que producen más de una décima parte de la producción de Estados Unidos.
Los movimientos ecologistas se indignan de los posibles efectos de este aumento por las posibles consecuencias. "Una marea negra en las aguas heladas del Ártico sería catastrófica y muy difícil de detener", advierten.
La ONG estadounidense Pew Environment subrayó en un informe publicado en noviembre que las empresas no están preparadas para hacer frente a un entorno hostil: vientos violentos, olas de entre seis y nueve metros, icebergs, largas distancias entre las plataformas y los puertos.
BP alega su experiencia adquirida en las aguas profundas del golfo de México y en Alaska, argumento que sus detractores consideran poco tranquilizador ya que la justicia estadounidense responsabilizó en 2006 a su filial del vertido de 760.000 litros de petróleo en Alaska.
Por último, las preocupaciones geopolíticas omnipresentes en el Ártico complican la situación, recuerda el experto del CGES. Los países ribereños (Rusia, Noruega, Estados Unidos, Canadá y Dinamarca, a través de su provincia autónoma de Groenlandia) multiplicaron las reivindicaciones territoriales en sus fronteras.
Y las rivalidades podrían incrementarse con el deshielo, ligado al calentamiento climático, y que abre rutas marítimas inéditas: en agosto, un buque petrolero fue a China pasando por el océano Ártico.