No hay materiales, soportes, temas o estéticas que predominen en una especie de pasarela de la moda del arte, ni tampoco bolas de cristal adivinadoras. Sólo la obra, diversa y multidisciplinar de 19 artistas de diferentes países y generaciones, que representa una infinidad de posibilidades del presente.
“Nadie ilustra el futuro”, señala Chus Martínez, la comisaria responsable de la sección, junto a Elise Llamer y Rosa Lleó. “Lo más importante es vivir el presente como una idea expandida de posibilidades. Porque lo que hace creer necesario el futuro es que el presente parezca poco”, cuenta en entrevista con dpa.
Una apertura de posibilidades que le esperan al visitante en un espacio innovador, totalmente abierto y de color verde, diseñado por Andrés Jaque, en el que las obras conviven unas con otras codo con codo, de forma muy distinta a como lo hacen en el resto de los estands de ARCOmadrid.
Así se crean circuitos entre formas de ver que parecen paradójicas: como las maquetas analógicas que la artista Barbara Kasten (Chicago, 1936) hacía en los años 70 y 80 invocando ya de alguna forma lo digital, o las pinturas sobre formato digital de la argentina Adriana Minoliti (Buenos Aires, 1980).
Pero el máximo exponente de esa versatilidad de formas de entender el tiempo, la materia o lo estético no es otro que Salvador Dalí, que pese a ser un artista muerto, es la gran estrella de esta sección, donde se muestran una serie de sus dibujos de diseños de moda.
“A muchos puede parecerle anacrónico y considerar que Dalí no pertenece al futuro, pero sí lo hace, porque era tan exuberante y expansivo en su forma de entender el presente que sin esa fuerza es muy difícil tener futuro”, defiende la comisaria Martínez.
“Dalí vivía en una especie de futuro continuo porque su presente no era adecuado”. Y en la búsqueda de nuevas posibilidades, el cambio estético era fundamental. “Si el cuerpo no cambia, el espacio no cambia y éste no lo hace si tampoco lo hacen el comportamiento y el pensamiento”, explica Martínez.
Y en ese infinito de posibilidades hay que dar también la misma ilusión a todos los materiales y soportes disponibles, incluso a la cerámica, defiende Martínez. “No hay que olvidar que la NASA utiliza la cerámica como material refractario para enviar naves al espacio (…) puede que tenga más futuro que las obras digitales”.
Y cerámica muestra también esta sección de la mano de la artista chilena Patricia Rodríguez, que propone un trabajo que relaciona lo natural con lo tecnológico y habla de la transferencia precolombina indígena a la corporativa. “El uso de la tierra y los elementos ha quedado en manos de corporaciones, que son nuevos dioses que van ordenando el mundo”, explica la artista a dpa.
Propone una especie de repisas multifunción que son como altares a esos dioses, que también sufren las enfermedades de la modernidad. Enfermedades que la artista cura con plantas medicinales como una rosa que limpia ambientes sobrecargados de wifi o trenzas que simbolizan la energía femenina como fuente de curación suave. Todo ello, en una especie de fusión con la naturaleza en forma de crítica feroz a lo que define como un “chamanismo express que no funciona”.
Porque uno de los conceptos que sí son tendencia en el mundo del arte y más allá es el de la empatía y la búsqueda de fusiones más profundas con las cosas, los materiales, las estéticas y las experiencias, explica Martínez. “Somos analógicos y digitales a la vez” y no por separado.
Una fusión que representa bien la obra de Goran Trbuljak, que se apropia de identidades de otros artistas en una obra de los años 70 que bien trasciende al actual debate de la suplantación en las redes sociales.
Las categorías tradicionales ya no sirven para entender el arte del futuro: “Dividir en temas ya no es la forma correcta de pensar lo contemporáneo”, señala Martínez. “Lo que el arte contemporáneo nos pide es que desaprendamos”.
Que seamos versátiles como el colectivo de artistas brasileños “OPAIVARÁ!”, que presentan obras transnómadas multiuso que pueden salir del museo y llegar a cualquier parte, o servir de objetos tan cotidianos como una barbacoa, una mesa de picnic o una ducha, explica una portavoz de la galería A Gentil Caríoca.
Bajo el lema “El futuro no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer” y parafraseando al escritor argentino Jorge Luis Borges, la feria ARCOmadrid ha dejado clara su voluntad de cambio con su sección Futuro. El programa sustituía en este edición número 37 al tradicional país invitado, que cada año sirve para acercar un poco más intensamente la creación de un país.
No se descarta que ese concepto vuelva, pero por el momento la nueva sección responde a la necesidad de salir de un enfoque geopolítico y de identidad nacionalista que está seriamente en crisis, como prueba el Brexit, el nacionalismo catalán, el auge de la extrema derecha en Austria y en Alemania o el “America First” de Donald Trump.
Lo que está claro es que sea como sea el futuro que nos espera, será necesario el arte. No importa de qué tipo, concluye Martínez. “Sólo debemos confiar en el artista”.
“Nadie ilustra el futuro”, señala Chus Martínez, la comisaria responsable de la sección, junto a Elise Llamer y Rosa Lleó. “Lo más importante es vivir el presente como una idea expandida de posibilidades. Porque lo que hace creer necesario el futuro es que el presente parezca poco”, cuenta en entrevista con dpa.
Una apertura de posibilidades que le esperan al visitante en un espacio innovador, totalmente abierto y de color verde, diseñado por Andrés Jaque, en el que las obras conviven unas con otras codo con codo, de forma muy distinta a como lo hacen en el resto de los estands de ARCOmadrid.
Así se crean circuitos entre formas de ver que parecen paradójicas: como las maquetas analógicas que la artista Barbara Kasten (Chicago, 1936) hacía en los años 70 y 80 invocando ya de alguna forma lo digital, o las pinturas sobre formato digital de la argentina Adriana Minoliti (Buenos Aires, 1980).
Pero el máximo exponente de esa versatilidad de formas de entender el tiempo, la materia o lo estético no es otro que Salvador Dalí, que pese a ser un artista muerto, es la gran estrella de esta sección, donde se muestran una serie de sus dibujos de diseños de moda.
“A muchos puede parecerle anacrónico y considerar que Dalí no pertenece al futuro, pero sí lo hace, porque era tan exuberante y expansivo en su forma de entender el presente que sin esa fuerza es muy difícil tener futuro”, defiende la comisaria Martínez.
“Dalí vivía en una especie de futuro continuo porque su presente no era adecuado”. Y en la búsqueda de nuevas posibilidades, el cambio estético era fundamental. “Si el cuerpo no cambia, el espacio no cambia y éste no lo hace si tampoco lo hacen el comportamiento y el pensamiento”, explica Martínez.
Y en ese infinito de posibilidades hay que dar también la misma ilusión a todos los materiales y soportes disponibles, incluso a la cerámica, defiende Martínez. “No hay que olvidar que la NASA utiliza la cerámica como material refractario para enviar naves al espacio (…) puede que tenga más futuro que las obras digitales”.
Y cerámica muestra también esta sección de la mano de la artista chilena Patricia Rodríguez, que propone un trabajo que relaciona lo natural con lo tecnológico y habla de la transferencia precolombina indígena a la corporativa. “El uso de la tierra y los elementos ha quedado en manos de corporaciones, que son nuevos dioses que van ordenando el mundo”, explica la artista a dpa.
Propone una especie de repisas multifunción que son como altares a esos dioses, que también sufren las enfermedades de la modernidad. Enfermedades que la artista cura con plantas medicinales como una rosa que limpia ambientes sobrecargados de wifi o trenzas que simbolizan la energía femenina como fuente de curación suave. Todo ello, en una especie de fusión con la naturaleza en forma de crítica feroz a lo que define como un “chamanismo express que no funciona”.
Porque uno de los conceptos que sí son tendencia en el mundo del arte y más allá es el de la empatía y la búsqueda de fusiones más profundas con las cosas, los materiales, las estéticas y las experiencias, explica Martínez. “Somos analógicos y digitales a la vez” y no por separado.
Una fusión que representa bien la obra de Goran Trbuljak, que se apropia de identidades de otros artistas en una obra de los años 70 que bien trasciende al actual debate de la suplantación en las redes sociales.
Las categorías tradicionales ya no sirven para entender el arte del futuro: “Dividir en temas ya no es la forma correcta de pensar lo contemporáneo”, señala Martínez. “Lo que el arte contemporáneo nos pide es que desaprendamos”.
Que seamos versátiles como el colectivo de artistas brasileños “OPAIVARÁ!”, que presentan obras transnómadas multiuso que pueden salir del museo y llegar a cualquier parte, o servir de objetos tan cotidianos como una barbacoa, una mesa de picnic o una ducha, explica una portavoz de la galería A Gentil Caríoca.
Bajo el lema “El futuro no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer” y parafraseando al escritor argentino Jorge Luis Borges, la feria ARCOmadrid ha dejado clara su voluntad de cambio con su sección Futuro. El programa sustituía en este edición número 37 al tradicional país invitado, que cada año sirve para acercar un poco más intensamente la creación de un país.
No se descarta que ese concepto vuelva, pero por el momento la nueva sección responde a la necesidad de salir de un enfoque geopolítico y de identidad nacionalista que está seriamente en crisis, como prueba el Brexit, el nacionalismo catalán, el auge de la extrema derecha en Austria y en Alemania o el “America First” de Donald Trump.
Lo que está claro es que sea como sea el futuro que nos espera, será necesario el arte. No importa de qué tipo, concluye Martínez. “Sólo debemos confiar en el artista”.