Las autoridades de Misrata, en el este del país, dieron 72 horas a sus milicianos para que abandonen Trípoli, prácticamente paralizada desde los incidentes del viernes que enfrentaron a la población y a las milicias.
Estos grupos armados desafían al poder y siembran la anarquía en un país que no tiene todavía ni policía ni ejército profesionales.
Tras la caída de Muamar Gadafi en 2011, el gobierno libio usó a las milicias que habían luchado contra el régimen, entre ellas varios grupos islamistas, para intentar garantizar la seguridad del país. Pero el plan de integración de estos jóvenes combatientes en las fuerzas regulares fracasó.
El domingo, el breve secuestro del número dos de los servicios de inteligencia libios, Mustafa Nuh, puso en evidencia la debilidad del Estado frente a las milicias, formadas en función de afinidades regionales o ideológicas. Nuh fue liberado el lunes, indicó una fuente de los servicios de inteligencia sin dar más detalles sobre el incidente.
Decenas de tanques del ejército estaban desplegados este lunes en la capital libia, indicaron un periodista de la AFP y varios testigos.
Los soldados encaramados en los tanques se dirigían hacia el centro de la ciudad por la carretera cercana el mar y haciendo la "V" de la victoria ante el entusiasmo de los automovilistas.
El despliegue excepcional del ejército, todavía en fase de formación, fue ordenado por el ministro de Defensa.
Ametralladoras y armas pesadas
Los enfrentamientos del viernes en Trípoli empezaron cuando una milicia de Misrata instalada en el sur de la ciudad disparó contra los manifestantes que pedían su retirada.
Como represalia, hombres armados atacaron el cuartel general de la milicia provocando enfrentamientos que dejaron 43 muertos y más de 450 heridos, según el ministro de Sanidad.
El sábado otros grupos de Misrata llegaron a Trípoli para apoyar a las milicias y provocaron nuevos enfrentamientos.
La ONG Human Right Watch (HRW) pidió al gobierno libio que "cumpla inmediatamente su promesa de desarmar a las milicias e investigue los hechos".
"El gobierno también tiene que explicar porque la policía y las fuerzas militares no intervinieron para detener la matanza", dijo HRW, recordando que las milicias de Misrata dispararon contra manifestantes pacíficos "con fusiles de asalto, ametralladoras y armas pesadas".
El domingo líderes locales y excomandantes rebeldes de Misrata pidieron "la retirada de todos los exrebeldes de la ciudad de Misrata que se encuentran en Trípoli, sean cuales sean sus grupos o sus nombres [...] en las próximas 72 horas", según un comunicado.
Los enfrentamientos son "un intento para atentar contra la imagen de la ciudad [de Misrata] y presentarla como si fuera un obstáculo a la construcción de un Estado", añade el texto.
Tras un domingo relativamente tranquilo, la violencia afectó el lunes a Benghazi, la ciudad más importante del este de Libia, donde el gobernador militar escapó por poco a un intento de asesinato en el que uno de sus compañeros murió y otro resultó gravemente herido.
Los incidentes del viernes, los más violentos en Trípoli desde la revolución de 2011 que terminó con el régimen de Gadafi, reavivaron el descontento de los habitantes de la ciudad con las milicias.
El consejo local de Trípoli, el equivalente del ayuntamiento, convocó una huelga de tres días a partir del domingo en "signo de duelo" y solidaridad con las familias de las víctimas.
Las milicias venidas de otras ciudades contribuyeron a la liberación de Trípoli en agosto de 2011, pero aprovechando el vació del poder nunca abandonaron la ciudad.