Desde inicios del conflicto en abril, luego de la anexión de la península de Crimea por Rusia y del surgimiento de los separatismos prorrusos en el este del país, más de 5.000 personas murieron en los combates entre soldados ucranianos y rebeldes separatistas, según la OSCE.
El presidente ucraniano, Petro Poroshenko, convocó este jueves a los jefes del ejército a una reunión de emergencia para responder al recrudecimiento de la "agresión" de Rusia, anunció la presidencia.
El líder prooccidental y su equipo de seguridad querian abordar"las maneras de reagrupar fuerzas y detener la agresión" rusa, dijo la oficina de Poroshenko.
La reunión llega también después de que un obús, que impactó contra un trolebús en el bastión prorruso de Donetsk, dejara 13 muertos el jueves por la mañana. Kiev y Moscú se acusaron mutuamente de haber perpetrado este ataque.
Los combates en Ucrania "se intensificaron" y alcanzan el nivel anterior al cese al fuego concluido con los acuerdos de Minsk en septiembre, declaró este jueves el comandante supremo de las fuerzas de la OTAN en Europa, el general estadounidense Philip Breedlove.
"La situación en la línea de frente no es buena. Los combates se intensificaron hasta el nivel de antes de los acuerdos (...) y en algunos casos más allá", afirmó en Bruselas.
Indicó que la OTAN detectó signos de la presencia de "sistemas de defensa antiaérea" y de sistemas militares electrónicos que acompañaron a las tropas rusas en el pasado.
"Por estos ataques terroristas, los civiles ucranianos sufren. Rusia debe detener a los terroristas (como se refiere Kiev a los rebeldes)", dijo el ministro ucraniano de Relaciones Exteriores, Pavlo Klikin, mientras su homólogo ruso, Sergei Lavrov, acusó a su vez al gobierno ucraniano de estar detrás del ataque.
Se trata de "una provocación grosera para boicotear el proceso de paz", aseguró Lavrov en un comunicado.
La matanza se produjo solo 8 días después de la muerte de otros 12 civiles en un autobús bombardeado cerca de Volnovakha, a 35 kilómetros al sur de Donetsk, ataque del que Ucrania y los rebeldes también se acusan mutuamente.
Según el ejército, diez soldados ucranianos han muerto en las últimas 24 horas en el este del país, a lo que se suman ocho víctimas civiles, en Lugansk, y 10 más en Gorlivka, en la región de Donetsk.
Un niño de 9 años murió en un bombardeo en Mariinka, en Donetsk, según un responsable separatista local.
- Desfile de prisioneros -
El aeropuerto de Donetsk es una posición estratégica y simbólica pese al actual estado ruinoso de la infraestructura. Los bandos peleaban por su control desde mayo.
Los rebeldes lanzaron una gran ofensiva el 15 de enero para hacerse con las posiciones defendidas por los soldados ucranianos, apodados "ciborgs" y elevados a la categoría de héroes por Kiev.
El domingo, el ejército aseguró que había repelido el ataque, pero al final debieron abandonar su posición, en la nueva terminal del aeropuerto.
"Hemos fracasado en mantener el control de la nueva terminal", admitió un consejero del presidente Petro Poroshenko, Yuri Biriukov, si bien aseguró que el aeropuerto "era y sigue siendo una línea de frente".
El fracaso es si cabe mayor, habida cuenta que en agosto las tropas de Kiev debieron retirarse igualmente del aeropuerto de Lugansk, la otra región secesionista.
El comandante del batallón Azov y diputado del partido Frente Popular, Andrei Boletski, no podía esconder su amargura: "Negociar ahora es estúpido, malvado y una traición. Tras una derrota no se puede esperar un armisticio en buenos términos. No hay nada más humillante e idiota que esperar la compasión del enemigo", escribió en su página de Facebook.
Poco después, una veintena de soldados ucranianos fueron obligados a desfilar entre el aeropuerto de Donetsk y el lugar donde se produjo el bombardeo al trolebús, para ser exhibidos ante la multitud indignada.
Los prisioneros fueron obligados a arrodillarse frente a la multitud, que los abucheó y lanzo objetos.
El ministro de Exteriores ucraniano prefirió considerar la situación en términos de "batalla diplomática" con el gobierno ruso, una batalla en la que, según él, "nadie ha ganado ni perdido".