El asesinato del poeta español Federico García Lorca le cambió el mundo y la poesía a Pablo Neruda, escribe en un artículo el historiador español Mario Amorós.
La derrota de la República española en manos de los fascistas conmovió al vate, quien designado como cónsul para inmigración española en París, convenció al presidente chileno de aquella época, el izquierdista Pedro Aguirre Cerda, de fletar un barco a Chile para acoger refugiados españoles.
Uno de estos españoles fue Víctor Pey, quien participó en la guerra civil (1936-1939) adaptando la industria metalúrgica catalana a la fabricación de municiones y armas de guerra.
Con la entrada de las tropas golpistas a Barcelona tuvo que escapar a Francia, como miles de refugiados.
"Mi hermano y yo atravesamos con una brújula los Pirineos, en invierno, y fuimos a parar a un campo de concentración", explica a la AFP.
En París, cuando buscaba la manera de escapar de una Francia en el umbral de la Segunda Guerra Mundial, leyó en el periódico que Neruda entrevistaba a españoles para llevarlos a Chile.
Pey se presentó al Consulado y respondió todas sus preguntas, mientras el poeta iba anotando en un cuaderno.
"Creí que era una gestión perdida porque fue muy poco cálida la entrevista con Neruda, pero a los diez días recibí una nota que decía que abordásemos de inmediato el Winnipeg en Trompelougue (Burdeos)", explica hoy Pey, lúcido a sus 99 años.
- Un viaje a la libertad -
Unos 2.200 españoles -pescadores, campesinos, obreros, intelectuales, ex militares, niños- escaparon a bordo del Winnipeg.
"No teníamos autorización para vivir en Francia, y teníamos miedo de ser deportados. Fue una gran alegría poder subir a ese barco que nos iba a traer a la libertad", cuenta Mercedes Corbato, en un encuentro de supervivientes en el marco del 75 aniversario de la llegada del Winnipeg.
El viaje duró exactamente treinta días. Era un barco de 4.500 toneladas, en el que se habilitaron las bodegas de carga con literas y colchonetas de paja para los refugiados. Una bodega se destinó a comedor.
"Las mujeres querían que sus hijos tuvieran una oportunidad. Ellas eran la fuerza y la esperanza", explica Maritza Figueroa, otra refugiada que era una niña cuando viajó.
Tocaron tierra el 3 de septiembre de 1939. "Llegamos al anochecer al puerto de Valparaíso y se postergó para el día siguiente el desembarque", narró Pey.
"Lo primero que vimos fue muy bonito: los cerros de Valparaíso todos iluminados", añadió. Al día siguiente, la mayoría subió a un tren con destino Santiago, donde "una muchedumbre de gente nos recibió con mucho cariño".
El Winnipeg llegó a Chile cuando comenzaba la Segunda Guerra Mundial. El carguero tuvo peor suerte porque más adelante fue destruido por la armada nazi, afirma Amorós. Pero los refugiados ya estaban a salvo.
Según Pey, la mayoría encontró trabajo rápidamente, pese a que les habían garantizado alojamiento y alimentación por seis meses. Sus vidas continuaron en Chile, hasta que la historia les jugó a algunos de ellos otra mala pasada.
Tras el golpe de estado de Augusto Pinochet, en septiembre de 1973, muchos de los refugiados españoles que habían simpatizado con la izquierda del gobierno del derrocado Salvador Allende, buen amigo de Pey, tuvieron que huir nuevamente.
Como explicaba en un reencuentro de supervivientes José Maza, su padre, quien llegó en el Winnipeg, le solía decir: "En la vida he tenido dos disgustos: Franco que me trajo a Chile, y Pinochet que me trajo a España".
Hoy, 75 años después, Pey recuerda el gesto de Neruda como "la decisión que hizo posible que mantuviera la vida, el trabajo y la dignidad".