Primero empuñó las armas y luego la pluma, pero en ninguno de los casos lo hizo sin notoriedad. El destino de Cesare Battisti, 54 años, ex terrorista y novelista italiano, ha llevado al peor estado de su historia a las relaciones entre Brasilia y Roma. En la polémica desencadenada entre ambos Gobiernos, incluidas las amenazas de ruptura diplomática por la concesión brasileña de asilo a Battisti intervino directamente ayer el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien apoyó la decisión tomada por su ministro de Justicia, Tarso Genro.
Battisti había huido ya a Francia cuando, en 1993, fue condenado en ausencia a cadena perpetua al encontrársele culpable de cuatro asesinatos; pero años más tarde, fallecido el presidente socialista François Mitterrand -a quien le gustaban las novelas del ex terrorista sobre su experiencia en la lucha armada revolucionaria-, el terrorista / escritor no se sintió seguro y huyó a Brasil el 21 de agosto de 2004. Algo menos de tres años después fue detenido y encarcelado. Italia pidió la extradición que ahora el Gobierno brasileño ha negado.
La derecha italiana ha puesto el grito al cielo. El ministro de Defensa de Berlusconi, Ignacio La Russa, calificó el asilo político concedido a Battisti de "desconcertante y ofensivo". Por su parte, el ministro del Interior italiano , Roberto Maroni, ha considerado el hecho como algo que "ofende a las víctimas del terrorismo, al sistema judicial y al pueblo brasileño".
Italia no sólo ha amenazado con recurrir al Supremo de Brasil, sino que hasta ha pedido a sus ciudadanos que boicoteen el turismo hacia Brasil. Así lo ha propuesto Sergio Divina, vicepresidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado y senador de la Liga Norte.
Sin embargo, Lula se ha mantenido firme y ha respondido a las iras de la derecha de Berlusconi diciendo que "a Italia podrá no gustarle el haber negado la extradición de Battisti, pero tendrá que aceptarlo porque es la decisión soberana de un país". Para Lula, "si cada país respetara las decisiones de los demás, las relaciones internacionales serían mejores".
Para los consejeros más cercanos a Lula, algunos de ellos viejos revolucionarios de la extrema izquierda hoy convertidos al liberalismo, la historia de Battisti tiene que ser vista a la luz de lo que ocurría políticamente en Italia en los años setenta, cuando, según Tarso Genro, ministro de Justicia de Brasil, los militantes revolucionarios de izquierda no gozaron de procesos judiciales totalmente libres. Se alega que también Francia ha acogido como refugiados políticos a otros miembros del grupo revolucionario al que pertenece Battisti, los Proletarios Armados para el Comunismo.
Desencuentros en Brasil
En Brasil, la decisión de conceder asilo político a Battisti no ha pasado inadvertida entre políticos y juristas, y hasta ha provocado desencuentros en el mismo Ejecutivo. Hasta el ministro de Asuntos Exteriores, Celso Amorim, se ha manifestado a favor de la extradición, aunque ha dejado claro que acata la decisión de su colega, el ministro de Justicia.
Para algunos, dicha decisión ha sido más bien el resultado de las presiones de la izquierda del Partido de los Trabajadores (PT), que hoy cuenta entre sus miembros, incluso dentro del Gobierno, con ex guerrilleros que se destacaron por la lucha armada, como la actual ministra de la Presidencia, Dilma Rousseff, la candidata de Lula para sucederle en 2010.
Los militares brasileños tampoco han visto con buenos ojos la concesión de asilo político al ex terrorista. Una nota del presidente del Club Militar, general Gilberto Barbosa de Figueiredo, resumió así la indignación del área militar: "El carácter político acaba sobreponiéndose al sentido de justicia". Y razona: "Causa inmenso espanto que una autoridad que proclama la necesidad de que Brasil juzgue a las personas bajo sospecha de haber cometido crímenes contra la humanidad, acabe dando acogida política a un terrorista condenado a cadena perpetua".
Para Lula, no existen pruebas de que el ex terrorista italiano fuera el autor de los crímenes por los que fue condenado y ya ni existen los que le acusaron. A ello hay que añadir la gran tradición brasileña de conceder asilo incluso a ex presidentes de la República de extrema derecha.
El más feliz es Battisti, hoy detenido en la cárcel del Complejo Penitencial de Papuda, en Brasilia. "Me siento aliviado. Ahora voy a seguir escribiendo", dijo ayer a uno de sus abogados, Luiz Eduardo Greenhalgh, de la izquierda del PT y amigo personal de Lula. En una carta divulgada en Internet, Battisti ha recordado que varios ex presos políticos hoy ocupan cargos importantes en Brasil.
El problema de fondo es si esos ex revolucionarios políticos, como Battisti, condenados como asesinos, fueron sólo teóricos del terrorismo o autores del mismo. El famoso revolucionario italiano Tony Negri que pasó siete años en la cárcel antes de ser elegido diputado, solía afirmar que "el terrorismo es el alba de la revolución".
La derecha italiana ha puesto el grito al cielo. El ministro de Defensa de Berlusconi, Ignacio La Russa, calificó el asilo político concedido a Battisti de "desconcertante y ofensivo". Por su parte, el ministro del Interior italiano , Roberto Maroni, ha considerado el hecho como algo que "ofende a las víctimas del terrorismo, al sistema judicial y al pueblo brasileño".
Italia no sólo ha amenazado con recurrir al Supremo de Brasil, sino que hasta ha pedido a sus ciudadanos que boicoteen el turismo hacia Brasil. Así lo ha propuesto Sergio Divina, vicepresidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado y senador de la Liga Norte.
Sin embargo, Lula se ha mantenido firme y ha respondido a las iras de la derecha de Berlusconi diciendo que "a Italia podrá no gustarle el haber negado la extradición de Battisti, pero tendrá que aceptarlo porque es la decisión soberana de un país". Para Lula, "si cada país respetara las decisiones de los demás, las relaciones internacionales serían mejores".
Para los consejeros más cercanos a Lula, algunos de ellos viejos revolucionarios de la extrema izquierda hoy convertidos al liberalismo, la historia de Battisti tiene que ser vista a la luz de lo que ocurría políticamente en Italia en los años setenta, cuando, según Tarso Genro, ministro de Justicia de Brasil, los militantes revolucionarios de izquierda no gozaron de procesos judiciales totalmente libres. Se alega que también Francia ha acogido como refugiados políticos a otros miembros del grupo revolucionario al que pertenece Battisti, los Proletarios Armados para el Comunismo.
Desencuentros en Brasil
En Brasil, la decisión de conceder asilo político a Battisti no ha pasado inadvertida entre políticos y juristas, y hasta ha provocado desencuentros en el mismo Ejecutivo. Hasta el ministro de Asuntos Exteriores, Celso Amorim, se ha manifestado a favor de la extradición, aunque ha dejado claro que acata la decisión de su colega, el ministro de Justicia.
Para algunos, dicha decisión ha sido más bien el resultado de las presiones de la izquierda del Partido de los Trabajadores (PT), que hoy cuenta entre sus miembros, incluso dentro del Gobierno, con ex guerrilleros que se destacaron por la lucha armada, como la actual ministra de la Presidencia, Dilma Rousseff, la candidata de Lula para sucederle en 2010.
Los militares brasileños tampoco han visto con buenos ojos la concesión de asilo político al ex terrorista. Una nota del presidente del Club Militar, general Gilberto Barbosa de Figueiredo, resumió así la indignación del área militar: "El carácter político acaba sobreponiéndose al sentido de justicia". Y razona: "Causa inmenso espanto que una autoridad que proclama la necesidad de que Brasil juzgue a las personas bajo sospecha de haber cometido crímenes contra la humanidad, acabe dando acogida política a un terrorista condenado a cadena perpetua".
Para Lula, no existen pruebas de que el ex terrorista italiano fuera el autor de los crímenes por los que fue condenado y ya ni existen los que le acusaron. A ello hay que añadir la gran tradición brasileña de conceder asilo incluso a ex presidentes de la República de extrema derecha.
El más feliz es Battisti, hoy detenido en la cárcel del Complejo Penitencial de Papuda, en Brasilia. "Me siento aliviado. Ahora voy a seguir escribiendo", dijo ayer a uno de sus abogados, Luiz Eduardo Greenhalgh, de la izquierda del PT y amigo personal de Lula. En una carta divulgada en Internet, Battisti ha recordado que varios ex presos políticos hoy ocupan cargos importantes en Brasil.
El problema de fondo es si esos ex revolucionarios políticos, como Battisti, condenados como asesinos, fueron sólo teóricos del terrorismo o autores del mismo. El famoso revolucionario italiano Tony Negri que pasó siete años en la cárcel antes de ser elegido diputado, solía afirmar que "el terrorismo es el alba de la revolución".