En un mundo complejo y cada vez más insolidario, los pensadores Tristán Marof (Gustavo Navarro) y Reinaga tejieron hondos sentimientos de empatía y solidaridad al encontrarse existencialmente en situaciones de inestabilidad sociopolítica y económica. Al ser individuos críticos se convirtieron en pensadores periféricos y contrarios al oficialismo dominante de esa época. Se evidencia que ambos escritores, al ser antioficialistas, no tenían réditos económicos ni reconocimiento intelectual a diferencia de los intelectuales oficialistas que resultaban premiados y que casi siempre eran los que justificaban el poder. En ese desierto e indiferencia tuvieron que vivir casi miserablemente, casi siempre a la deriva por no saber qué podían esperar del mañana. Se puede percibir en su existencia la preocupación por la falta de dinero y a pesar de ello se evidencia la lucha por la publicación de sus libros. Sobre todo es notorio el vigor y esfuerzo económico que Reinaga realizaba por materializar sus proyectos intelectuales, al extremo de que estuvo a punto de suicidarse por la hipoteca de su casa, como le manifestó en una misiva a su gran amigo el viejo soldado (Marof). Esta es aún la situación boliviana, por lo menos el de las mayorías, sin garantías de una sobrevivencia digna. A pesar de todo Reinaga tuvo la fuerza de construir un baño y un pasillo que unió su habitación con la biblioteca que ofreció amablemente a Marof. Por lo menos ya no terminarían en la calle sin un techo. Recordemos que en esas décadas ambos eran mayores de 50 años. Pese a sus problemas de existencia compartieron lindas amistades y agradables momentos, buenos banquetes y bebidas que acompañaban a las típicas tertulias de estos inconformes, lúcidos y cultos ciudadanos. Es grato leer el intercambio de conocimientos, libros y autores a través de sus cartas. Nos transportan a un mundo donde trataron de comprender la realidad que los rodeaba y soñaron con nuevos proyectos de vida para todos los bolivianos.
Podemos advertir diálogos apasionantes, como por ejemplo, cuando Marof celebró que Reinaga tuviera formación filosófica y que conociera a los filósofos griegos. Por ello, le manifestó que a él poco le importó la filosofía hasta que cobró conciencia de que la “falta de madurez de los países suramericanos está en su falta de una filosofía. No saben qué son ni donde van ni se inquietan por nada”. Reinaga despliega la conciencia de sí como escritor. Le escribió a Marof para contarle que su entrevista con Víctor Paz Estenssoro fue un saludo glacial porque fueron espíritus distintos: “Soy un indio, hecho un solo bloque de roca. Amo mi libertad y mi independencia por sobre todas las cosas. No quiero ser vendido en mi vida por mi estómago ni mi bragueta… Le miré con una mirada de águila. Él era Presidente; pero yo era escritor. Cualquiera es Presidente; pero no cualquiera es escritor”. Un dato muy importante de la correspondencia se encuentra cuando Reinaga le manifiesta a Tristán Marof el interés de comunicarse con el “escritor camba”, refiriéndose a Daniel Pérez Velasco (carta del 25 de enero de 1962). Es notorio el impacto que le causó este escritor y me animo a afirmar, a riesgo de equivocarme, que el precursor de las ideas indianistas en Fausto Reinaga es Daniel Pérez Velasco. La influencia es teórica porque le proporcionó argumentos históricos, sociológicos, antropológicos y filosóficos para desarmar a los escritores cholos como Fernando Diez de Medina (Pachacuti), Augusto Céspedes, Augusto Guzmán, etc. y a la literatura de la “cholada republicana”. No nos olvidemos que el régimen del Movimiento Nacionalista Revolucionario fue muy largo y tuvo todo un aparato propagandístico e intelectual para justificar y expandir su poder. Por todo lo expuesto, Reinaga no toleraba a ese entorno y su principal fijación fue contra Diez de Medina. Toda su construcción teórica fue para contraponerse intelectualmente a este sujeto. Se dedicó a estudiar historia para mostrar las falacias de Diez de Medina. Es en este contexto donde se dio el descubrimiento de Pérez Velasco por Reinaga, que yo considero que fue fundamental, porque Fausto Reinaga se identificó con su obra y especialmente absorbió su filosofía de la historia porque el fin teleológico de Pérez en su obra La mentalidad chola en Bolivia es el indio boliviano. Pérez Velasco publicó muchas obras y perteneció al grupo de intelectuales de Arturo Posnansky e inclusive el libro mencionado fue prologado por Ernesto Quesada. Sus obras se desplazaron desde Las escuelas racionalistas en Chile hasta el misticismo religioso en Las parras de humo: capítulo de admonición, de amor y de esperanza. El escrito La mentalidad chola en Bolivia. Al través de un siglo de vida democrática (La Paz: López, 1928) que fue releído por Reinaga se basa en la “eugenesia mendelista” dividido en cuatro conceptos históricos: el político, el andinismo, el hombre andino y la nueva democracia. Pérez considera que el cholo (mestizo) representa el parasitismo democrático contraponiéndolo a las industrias y el sentimiento patriótico, colocando como fin teleológico al indio en calidad de sujeto político de la verdadera democracia y culpando del atraso del país al cholo que no tiene ni la hidalguía del español ni el espíritu práctico del indio. La nueva democracia es la expiación de esta maleza que desemboca en el indio como redención. Daniel Pérez Velasco escribió con estilo cruel y formuló las siguientes preguntas: ¿Somos una nacionalidad al fin? ¿A dónde vamos? ¿A qué se debe nuestro atraso, tan conocido por los extraños y tan tergiversado por los periodistas-prostitutas de Bolivia? Reinaga puso un epígrafe de este escritor en su obra El indio y el cholaje boliviano. Proceso a Fernando Diez de Medina (1964).
Podemos advertir diálogos apasionantes, como por ejemplo, cuando Marof celebró que Reinaga tuviera formación filosófica y que conociera a los filósofos griegos. Por ello, le manifestó que a él poco le importó la filosofía hasta que cobró conciencia de que la “falta de madurez de los países suramericanos está en su falta de una filosofía. No saben qué son ni donde van ni se inquietan por nada”. Reinaga despliega la conciencia de sí como escritor. Le escribió a Marof para contarle que su entrevista con Víctor Paz Estenssoro fue un saludo glacial porque fueron espíritus distintos: “Soy un indio, hecho un solo bloque de roca. Amo mi libertad y mi independencia por sobre todas las cosas. No quiero ser vendido en mi vida por mi estómago ni mi bragueta… Le miré con una mirada de águila. Él era Presidente; pero yo era escritor. Cualquiera es Presidente; pero no cualquiera es escritor”. Un dato muy importante de la correspondencia se encuentra cuando Reinaga le manifiesta a Tristán Marof el interés de comunicarse con el “escritor camba”, refiriéndose a Daniel Pérez Velasco (carta del 25 de enero de 1962). Es notorio el impacto que le causó este escritor y me animo a afirmar, a riesgo de equivocarme, que el precursor de las ideas indianistas en Fausto Reinaga es Daniel Pérez Velasco. La influencia es teórica porque le proporcionó argumentos históricos, sociológicos, antropológicos y filosóficos para desarmar a los escritores cholos como Fernando Diez de Medina (Pachacuti), Augusto Céspedes, Augusto Guzmán, etc. y a la literatura de la “cholada republicana”. No nos olvidemos que el régimen del Movimiento Nacionalista Revolucionario fue muy largo y tuvo todo un aparato propagandístico e intelectual para justificar y expandir su poder. Por todo lo expuesto, Reinaga no toleraba a ese entorno y su principal fijación fue contra Diez de Medina. Toda su construcción teórica fue para contraponerse intelectualmente a este sujeto. Se dedicó a estudiar historia para mostrar las falacias de Diez de Medina. Es en este contexto donde se dio el descubrimiento de Pérez Velasco por Reinaga, que yo considero que fue fundamental, porque Fausto Reinaga se identificó con su obra y especialmente absorbió su filosofía de la historia porque el fin teleológico de Pérez en su obra La mentalidad chola en Bolivia es el indio boliviano. Pérez Velasco publicó muchas obras y perteneció al grupo de intelectuales de Arturo Posnansky e inclusive el libro mencionado fue prologado por Ernesto Quesada. Sus obras se desplazaron desde Las escuelas racionalistas en Chile hasta el misticismo religioso en Las parras de humo: capítulo de admonición, de amor y de esperanza. El escrito La mentalidad chola en Bolivia. Al través de un siglo de vida democrática (La Paz: López, 1928) que fue releído por Reinaga se basa en la “eugenesia mendelista” dividido en cuatro conceptos históricos: el político, el andinismo, el hombre andino y la nueva democracia. Pérez considera que el cholo (mestizo) representa el parasitismo democrático contraponiéndolo a las industrias y el sentimiento patriótico, colocando como fin teleológico al indio en calidad de sujeto político de la verdadera democracia y culpando del atraso del país al cholo que no tiene ni la hidalguía del español ni el espíritu práctico del indio. La nueva democracia es la expiación de esta maleza que desemboca en el indio como redención. Daniel Pérez Velasco escribió con estilo cruel y formuló las siguientes preguntas: ¿Somos una nacionalidad al fin? ¿A dónde vamos? ¿A qué se debe nuestro atraso, tan conocido por los extraños y tan tergiversado por los periodistas-prostitutas de Bolivia? Reinaga puso un epígrafe de este escritor en su obra El indio y el cholaje boliviano. Proceso a Fernando Diez de Medina (1964).