El príncipe Walid Bin Talal-izquierda-y su esposa Amira.
En un comunicado de la sociedad Kingdom Holding, Walid bin Talal, ha deplorado que después de seis años de colaboración con el equipo de expertos que evalúan las grandes fortunas del mundo, Forbes hubiese rechazado calcular su riqueza sobre la base de sus haberes declarados en la bolsa saudí. En el texto se alude a que tuvieron en cuenta rumores que ¨propagaban que la manipulación de los datos de la bolsa saudí es un deporte nacional ya que no hay casinos, ni son lícitos los juegos de dinero, prohibidos por el Islam¨. Dolan ha descrito el ostentoso estilo de vida del príncipe, calificándolo de ¨absurdamente opulento¨ al exhibir sus palacios de mármol, con lagos y jardines, presumir de sus joyas, de sus aviones privados como un Boeing 747 con su trono a bordo.¨De los 1.426 multimillonarios de nuestra lista -ha afirmado- ninguno, ni el vanidoso Donald Trump, se han comportado con tanta desmesura para impresionarnos al establecer su rango en nuestra lista¨. El comunicado, en cambio, ha corroborado su confianza en Bloomberg Billionaires, que ha evaluado la fortuna del príncipe, sobrino del rey Abdallah, en veintiocho mil millones de dólares.
Walid Bern Talal con sus nacionalidades saudí y libanesa es muy popular en Beirut. Su madre, la princesa Mona El Solh, es hija de un descollante político suni, Riad El Solh, uno de los padres de la patria, y protagonista de su independencia. A menudo visita esta ciudad en la que posee acciones en cadenas hoteleras como Movenpik, en el canal de televisión LBC, en dos diarios, Än Nahar -el más prestigioso de Beirut- y Al Liwa. Entre sus numerosas empresas cuenta con el canal de televisión ¨Rotana¨, que hace furor en las juventudes árabes, por sus programas musicales, y de variedades, de estilo ligero y desenfadado, de sus concursos y seriales. Es la otra cara del príncipe, sometido en Riad, al oscurantismo, a la hipocresía y represión del reino saudí. Walid bin Talal vuela muy alto con sus grandes inversiones internacionales en Citygroup, en News Corporation, en Apple, en Disney Corporation, en empresas hoteleras, en palacios como el Savoy londinense y el George V de París. Gracias a su inmensa riqueza goza de gran influencia en Oriente y Occidente. Sus donaciones van a parar a establecimientos benéficos islámicos, a universidades como las de Oxford y de Cambridge. Con sus palacios, sus yates, sus doscientos automóviles desde Rolls Royce a Ferraris; es el príncipe árabe más mediático y brillante. Casado con la princesa Amira, tuvo un cuñado de su primera esposa, hermanastro del príncipe Faisal bin Musaid, que en 1975 asesinó al rey Faisal de una puñalada durante una ceremonia palaciega.
La mayoría de los más destacados multimillonarios árabes son saudis, kuwaitíes, qataris, súbditos de los emiratos del Golfo, bendecidos por la divina gracia del petróleo que no recibieron los países más populosos y antiguos. Dos libaneses, Nagib Mikati, ahora jefe del gobierno de Beirut, y su antecesor Saad Hariri, pertenecen a esta elite de potentados cuya fortuna con frecuencia amasaron a la sombra de los omnipotentes príncipes, en un falso mundo de las “Mil y una noches¨.
Tomás Alcoverro
Walid Bern Talal con sus nacionalidades saudí y libanesa es muy popular en Beirut. Su madre, la princesa Mona El Solh, es hija de un descollante político suni, Riad El Solh, uno de los padres de la patria, y protagonista de su independencia. A menudo visita esta ciudad en la que posee acciones en cadenas hoteleras como Movenpik, en el canal de televisión LBC, en dos diarios, Än Nahar -el más prestigioso de Beirut- y Al Liwa. Entre sus numerosas empresas cuenta con el canal de televisión ¨Rotana¨, que hace furor en las juventudes árabes, por sus programas musicales, y de variedades, de estilo ligero y desenfadado, de sus concursos y seriales. Es la otra cara del príncipe, sometido en Riad, al oscurantismo, a la hipocresía y represión del reino saudí. Walid bin Talal vuela muy alto con sus grandes inversiones internacionales en Citygroup, en News Corporation, en Apple, en Disney Corporation, en empresas hoteleras, en palacios como el Savoy londinense y el George V de París. Gracias a su inmensa riqueza goza de gran influencia en Oriente y Occidente. Sus donaciones van a parar a establecimientos benéficos islámicos, a universidades como las de Oxford y de Cambridge. Con sus palacios, sus yates, sus doscientos automóviles desde Rolls Royce a Ferraris; es el príncipe árabe más mediático y brillante. Casado con la princesa Amira, tuvo un cuñado de su primera esposa, hermanastro del príncipe Faisal bin Musaid, que en 1975 asesinó al rey Faisal de una puñalada durante una ceremonia palaciega.
La mayoría de los más destacados multimillonarios árabes son saudis, kuwaitíes, qataris, súbditos de los emiratos del Golfo, bendecidos por la divina gracia del petróleo que no recibieron los países más populosos y antiguos. Dos libaneses, Nagib Mikati, ahora jefe del gobierno de Beirut, y su antecesor Saad Hariri, pertenecen a esta elite de potentados cuya fortuna con frecuencia amasaron a la sombra de los omnipotentes príncipes, en un falso mundo de las “Mil y una noches¨.
Tomás Alcoverro