Guacamayo azul
"Gracias a estos controles redujimos 80% el tráfico de animales exóticos en este mercado respecto al año pasado", dice a la AFP la teniente Marcele Figueiredo, una joven de 28 años que lidera el batallón de la policía militar medioambiental de Rio de Janeiro.
Creado en 1983, este batallón especial está compuesto hoy en día de 400 efectivos -entre ellos seis mujeres- que no tienen descanso.
Cada año en Brasil 250.000 animales son víctimas del tráfico, según estadísticas oficiales, y es en mercados de fin de semana como éste donde encuentran compradores.
El tráfico de animales es la tercera actividad ilegal más lucrativa en el país, detrás de la venta de armas y de drogas, según la policía. Genera más de mil millones de dólares anuales, de acuerdo a Renctas, una ONG que lucha contra el tráfico de animales.
La legislación brasilera prohíbe la caza y la tenencia en cautiverio de cualquier animal salvaje a menos que provenga de criaderos autorizados, que son muy raros en el país. No obstante, un loro verde o un tucán secuestrados de su hábitat cuesta diez veces más barato en el mercado negro que en una tienda legal.
"Esta diferencia de precio alienta el tráfico", lamenta la teniente Figueiredo.
Ninguna especie escapa al mercado. Los pájaros son los más valorados, desde 8 euros por un ave común a 7.000 euros por un gran guacamayo azul. Mientras más amenazada esté su existencia, mayor será el costo.
Un hombre acaba de ser arrestado cuando trataba de vender un loro verde por unas decenas de reales. "Quería deshacerme de él porque muerde", pero "ignoraba que cometía una infracción", afirma.
El pájaro será trasladado a un centro de clasificación para animales cerca de Rio, mientras el vendedor saldrá con una multa y la obligación de no reincidir.
Los animales recuperados son puestos en cuarentena al llegar al Centro de Selección de Animales Salvajes (CETAS, por su sigla en portugués), un organismo en la periferia de Rio que depende del Ministerio de Medio Ambiente.
A la institución llegan unos 8.000 animales al año, a menudo en estado lamentable. Allí se reciben muchos primates que son abandonados cuando alcanzan la edad adulta, porque cuando crecen se vuelven demasiado agresivos.
"Es un verdadero problema", porque no se las pueden arreglar solos y no se los puede devolver a la naturaleza, dicen los veterinarios.
La mitad de los animales víctimas del tráfico mueren durante el transporte.
"Son transportados en malas condiciones, los ponen en pequeñas jaulas cerradas con poco aire. Pasan horas sin comer ni beber", afirma un veterinario del centro, Daniel Marchesi.
Con todo, estos animales hallan compradores. El 40% de ellos parten a Europa y América del Norte. Pero los brasileños mantienen también una gran parte del tráfico.
"Hay una gran diversidad de especies en Brasil y de animales muy bonitos que la gente desea tener. Y es una costumbre cultural entre los brasileños tener animales de toda clase en sus casas", señala Marchesi.
Creado en 1983, este batallón especial está compuesto hoy en día de 400 efectivos -entre ellos seis mujeres- que no tienen descanso.
Cada año en Brasil 250.000 animales son víctimas del tráfico, según estadísticas oficiales, y es en mercados de fin de semana como éste donde encuentran compradores.
El tráfico de animales es la tercera actividad ilegal más lucrativa en el país, detrás de la venta de armas y de drogas, según la policía. Genera más de mil millones de dólares anuales, de acuerdo a Renctas, una ONG que lucha contra el tráfico de animales.
La legislación brasilera prohíbe la caza y la tenencia en cautiverio de cualquier animal salvaje a menos que provenga de criaderos autorizados, que son muy raros en el país. No obstante, un loro verde o un tucán secuestrados de su hábitat cuesta diez veces más barato en el mercado negro que en una tienda legal.
"Esta diferencia de precio alienta el tráfico", lamenta la teniente Figueiredo.
Ninguna especie escapa al mercado. Los pájaros son los más valorados, desde 8 euros por un ave común a 7.000 euros por un gran guacamayo azul. Mientras más amenazada esté su existencia, mayor será el costo.
Un hombre acaba de ser arrestado cuando trataba de vender un loro verde por unas decenas de reales. "Quería deshacerme de él porque muerde", pero "ignoraba que cometía una infracción", afirma.
El pájaro será trasladado a un centro de clasificación para animales cerca de Rio, mientras el vendedor saldrá con una multa y la obligación de no reincidir.
Los animales recuperados son puestos en cuarentena al llegar al Centro de Selección de Animales Salvajes (CETAS, por su sigla en portugués), un organismo en la periferia de Rio que depende del Ministerio de Medio Ambiente.
A la institución llegan unos 8.000 animales al año, a menudo en estado lamentable. Allí se reciben muchos primates que son abandonados cuando alcanzan la edad adulta, porque cuando crecen se vuelven demasiado agresivos.
"Es un verdadero problema", porque no se las pueden arreglar solos y no se los puede devolver a la naturaleza, dicen los veterinarios.
La mitad de los animales víctimas del tráfico mueren durante el transporte.
"Son transportados en malas condiciones, los ponen en pequeñas jaulas cerradas con poco aire. Pasan horas sin comer ni beber", afirma un veterinario del centro, Daniel Marchesi.
Con todo, estos animales hallan compradores. El 40% de ellos parten a Europa y América del Norte. Pero los brasileños mantienen también una gran parte del tráfico.
"Hay una gran diversidad de especies en Brasil y de animales muy bonitos que la gente desea tener. Y es una costumbre cultural entre los brasileños tener animales de toda clase en sus casas", señala Marchesi.