Igual que en otros países del mundo árabe-musulmán, los homosexuales en Siria se exponen a ser rechazados por sus familias, al ostracismo social y a la prisión por una ley que castiga las relaciones sexuales "contra natura".
Desde que en 2011 empezó la agresión extranjera, con decenas de miles de mercenarios extranjeros, la comunidad gay de la capital siria tiene la sensación de estar menos vigilada.
"Desde que estamos en guerra, los servicios de seguridad se interesan mucho menos que antes en nosotros, hay menos redadas", explica Jad, sentado con sus amigos en un café de Suk Saruja, un barrio antiguo de Damasco.
"Tienen otros problemas e incluso la gente ya no se fija tanto en nosotros", asegura.
La ley 520 del código penal sirio prevé penas de hasta tres años de prisión, pero esta sanción parece ahora poco severa comparada con otras amenazas.
En abril, la ONG Human Right Watch informó de casos de brutalidad sádica cometidos tanto por el régimen como por grupos rebeldes.
Pero lo que más preocupa ahora a la comunidad homosexual es el avance de los yihadistas en Siria, que no dudan en lapidar o matar a los que acusan de homosexualidad.
"Tenemos miedo. Si los extremistas ganan ya sé lo que me espera, la muerte", dice Jad, de 32 años, que luce un brazalete con los colores del arcoíris.
- Homosexuales lapidados -
Antes de la guerra, este vendedor en una tienda de ropa femenina solía visitar a sus amigos homosexuales en Raqa y Deir Ezzor, dos provincias del norte y el este, hoy bajo control del grupo yihadista Estado Islámico (EI).
"No tengo ninguna noticia suya, sus cuentas en Facebook han sido cerradas", explica el joven, que excluye volver a esta zona. "¿Todavía están vivos? Han conseguido huir del EI? No lo sé, estoy angustiado", confiesa.
En la provincia de Deir Ezzor, el EI anunció hace poco haber lanzado a un homosexual desde el tejado de un edificio y luego haberlo lapidado. A finales de noviembre, el grupo extremista ya había lapidado a dos jóvenes acusados de homosexualidad.
Junto a Jad, su amigo Mohamad explica el "sufrimiento" que supone para él tener que esconder su condición sexual, acrecentado por problemas personales relacionados con la guerra.
"Desde que tenía 15 años escondo mi homosexualidad pero es muy duro", explica este hombre de 22 años.
"Mi padre quiere que me case y funde una familia. Pero para mi es imposible. Prefiero morir", explica Mohamad, que finalmente decidió irse a Europa para estudiar diseño y escapar a la guerra y a las presiones familiares.
En el mismo café, Nuha, una lesbiana de 22 años, explica su doble vida en la sociedad siria, muy conservadora.
"Para mis padres hay los estudios y el trabajo, y luego tengo una vida secreta", explica esta chica, que sólo ha revelado su homosexualidad a su hermano y a un primo.
También está aterrorizada ante la idea del avance de grupos como el Estado Islámico (EI) o el Frente Al Nosra, la rama siria de Al Qaida.
"Para ellos las mujeres no existen. Imagínate una lesbiana", se exclama.