Estonia ha estado buscando esta integración durante muchos años y le ha costado mucho conseguirla. Parece evidente que la economía del país distará de verse beneficiada por semejante integración. No hay más que recordar el caso de Grecia, que no ha podido evitar hundirse en la crisis a pesar de haberse incorporado a la eurozona en 2000. No obstante, el hecho de pertenecer a la zona euro le dará a Estonia más peso dentro de las estructuras europeas, entre ellas la UE, la OTAN y, sobre todo, el Banco Central Europeo (BCE). Dado el carácter poco amistoso de las relaciones ruso-estonias, Rusia debería sacar sus conclusiones de este hecho.
La entrada de Estonia en la zona euro no parece responder a una especial benevolencia por parte de los organismos europeos. Su total solidaridad con Estonia ya la expresaron esas organizaciones europeas con el vergonzoso acto de apoyo a este país báltico durante el traslado en 2007 del Soldado de Bronce, monumento a los soldados soviéticos que habían caído en combates liberando a Estonia de las tropas nazis. Con la eurozona estaríamos hablando "de negocio, puro negocio". Estonia está anhelando integrarse al club del euro desde 2007, cumpliendo los llamados criterios de convergencia de Maastricht, es decir, la normativa de obligado cumplimiento para la política financiera, aprobada en la cumbre celebrada en la ciudad holandesa de Maastricht. Según dichas normas, el déficit presupuestario de un país no puede superar el 3 % del PIB. En Estonia este indicador equivalía en 2009 al 1.7 % del PIB y, en 2010, el pronóstico es del 2.4 %. La correlación de la deuda pública al PIB en Estonia, de tan sólo 7.2 %, es probablemente la mejor de toda la zona euro.
Desgraciadamente, unos índices tan envidiables de déficit presupuestario y de deuda pública en este país báltico no se deben al crecimiento de su producción industrial ni a su desarrollo económico. Es más bien lo contrario: el impacto de la crisis global en la economía de Estonia fue igual de grave que en la rusa: en 2009, el crecimiento económico se redujo en un 14.1% y el paro alcanzó el nivel de 19.8 % de la población total del país, el más alto desde que el país se separara de la URSS, haciendo a mucha gente perder sus puestos de trabajo.
En las condiciones actuales, la reducción del déficit presupuestario y de la deuda pública sólo se ha podido conseguir a costa de la renuncia por parte del Estado estonio a sus obligaciones sociales. "Aceptamos la idea de la devaluación interna, es decir, aprobamos el empobrecimiento de la población, reduciendo las prestaciones sociales",- dijo el Presidente de Estonia, Toomas Hendrik Ilves, en una entrevista concedida al diario polaco "Gazeta Wyborcza".- Optamos por no devaluar la corona estonia, sino por reducir las pagas de jubilación de los funcionarios públicos en un 9 %. En el sector privado, la reducción ha sido todavía más significativa. Además, se ha reducido el número de los servicios estatales con el objetivo de disminuir el déficit". El máximo mandatario estonio reconoció que la población no estaba nada contenta con las decisiones tomadas, pero negó que en el país hubiera gente "nostálgica de la URSS". No obstante, en 2007, al ser desplegada en Estonia una operación policial contra los defensores del Soldado de Bronce y arrestadas decenas de personas, Ilves negó toda evidencia de la oposición civil a la medida, lo cual indica a las claras que el líder estonio suele pasar por alto esa nostalgia que tanto le desagrada. Incluso si los que la sienten son los ciudadanos de su país.
Sin duda las autoridades del país tratarán de presentar esta decisión del Ecofin de aceptar a Estonia en la Eurozona como un gran éxito. "Es un día grande para Estonia -ha declarado el Primer Ministro Andrus Ansip, que fue el responsable de la decisión de utilizar helicópteros en la operación contra el Soldado de Bronce. -Es mejor para nosotros estar dentro y no fuera: ahora somos miembros de este club y vamos a participar en la toma de decisiones".
En efecto, de acuerdo con el Tratado, el Presidente del Banco de Estonia, Andres Lipstok, pasará a formar parte del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo, que es el órgano encargado de fijar la tasa de refinanciación y, en general, la estrategia de desarrollo del sistema financiero europeo. No es de extrañar, pues, que la sensación de pertenecer al "club europeo" se agudice entre los dirigentes estonios, en perjuicio, quizá, de los intereses rusos. Manteniéndose, sin embargo, la cuestión de si esa pertenencia al club europeo aportará a Estonia la estabilidad económica y financiera que tanto anhela.
"La incorporación a la zona del euro es muy importante desde el punto de vista de los recién incorporados, porque les permite hacer valer su pertenencia al círculo más importante de toma de decisiones a nivel europeo -comenta Simon Tilford, economista jefe del Centro por la Reforma Europea, una institución analítica con sede en Bruselas. -Sin embargo, entrar en la zona euro precisamente ahora, cuando el futuro de la moneda europea es tan incierto, me parece un gesto aventurista por parte de Estonia".
El Presidente del Banco de Estonia gana 7 000 euros al mes, siendo el ejecutivo mejor retribuido del país. Y ahora, aparte de rico, se hará influyente, lo cual sirve para ilustrar a la perfección la respuesta real de los países europeos a la crisis (tan alejada de las declaraciones oficiales). A pesar de todo lo que se ha hablado en los últimos tiempos sobre las "tendencias socialistas", el poder de la élite burocrática y financiera no hace más que afianzarse, al tiempo que aumentan las diferencias sociales. Los impuestos no suben para lograr una mejor distribución de la renta entre la población, sino para disminuir el déficit presupuestario. Los ricos aumentan su riqueza y los funcionarios amplían su poder. Y unas potestades más amplias no siempre conllevan una mayor competencia. Ello es confirmado por las palabras del Presidente Ilves, que declaró al diario Gazeta Wyborcza que las prioridades de la política exterior del país se distribuyen de la siguiente manera: el 80 % para las relaciones con la Unión Europea, el 15 % para las relaciones con los países de la región, es decir, Finlandia, Lituania y Letonia y el 5 % para "todo lo demás". Un escueto 5 % destinado para las relaciones con Rusia, cuya lengua es hablada por el 30 % de la población estonia, no parece demasiado inteligente.