¿Salvó Rusia a Al Assad? La intervención que cambió la guerra siria


Damasco. - Bastó una simple pregunta retórica del mediador de la ONU para Siria Staffan de Mistura para poner en su contra a los opositores del presidente sirio Bashar al Assad en la guerra del país árabe: el diplomático reflexionaba ante periodistas sobre la situación en el país y se preguntaba en voz alta si la oposición siria era "lo suficientemente realista como para comprender que no había ganado la guerra".



Un bombardeo en Siria
Un bombardeo en Siria
La polémica estaba servida. Los rebeldes acusaron a De Mistura de haber perdido su neutralidad y hablar "como un general ruso". Pero en realidad, sólo estaba repitiendo lo que los expertos en Siria piensan desde hace mucho tiempo: que la guerra civil no ha terminado, pero que la balanza se ha inclinado a favor de Al Assad.
"El Gobierno sirio ha ganado la guerra en un sentido estratégico amplio", aseñala Aron Lund, experto en Siria de la fundación Century de Nueva York. "O al menos la han perdido sus enemigos. Si por la parte del régimen no ocurre nada sorprendente, la oposición no se volverá a poner en pie". Si en algún momento de la guerra pareció que el dominio de Al Assad estaba a punto de terminar, hoy puede estar muy seguro de su poder.
Un éxito que debe, en primer lugar, a sus dos principales aliados, Rusia e Irán. Las tropas financiadas por Teherán luchan junto al Ejército sirio, con la milicia chiita libanesa Hizbolá al frente. Pero fue el apoyo aéreo de Moscú el que determinó la decisiva superioridad militar del presidente.
Desde el primer ataque de los aviones rusos el 30 de septiembre de 2015, hace ahora dos años, el Ejército y las milicias aliadas vuelven a controlar toda la zona central del país. Su principal éxito fue la toma del este de la norteña ciudad siria de Alepo, que estaba bajo control rebelde, a finales de diciembre del año pasado. Los rebeldes no se han recuperado tampoco de esta derrota moral.
"Al Assad controla todas las grandes ciudades y la mayoría de los territorios urbanos y rurales productivos, donde vive la mayoría de la población", señala Lund. A la oposición le quedan sólo unos pocos territorios aislados e inconexos en diversas partes del país.
También a Rusia le ha valido la pena la intervención, criticada por Occidente, en mucho sentidos: con ella, el presidente Vladimir Putin logró varios objetivos, escribe la revista moscovita "Russia in Global Affairs". Putin ha enviado a su población la señal de que es un líder fuerte, y al exterior de que Rusia es un actor internacional con capacidad de acción que no le tiene miedo a ningún conflicto.
"Siria se ha convertido en una zona de ensayo para las fuerzas de combate rusas", de ejercicio en condiciones de guerra reales, añadía el diario "Vedomosti". Las pérdidas para el país se limitan hasta ahora a unos 35 soldados muertos y los costes de la intervención son secretos, aunque se calcula que podrían rondar los 2.000 millones de euros.
La política siria de Rusia sigue una línea simple: primero bombardear y después hablar. Tras meses de intensivos ataques aéreos Moscú impulsó junto a Irán y Turquía a comienzos de 2017 las negociaciones de Astaná, en paralelo al proceso de paz mediado por la ONU en Ginebra.
Las zonas de seguridad acordadas en ese diálogo han dado a las tropas del Gobierno suficiente aire como para avanzar contra la milicia terrorista Estado Islámico (EI) en la parte oriental del país, donde se encuentran muchas de las reservas de petróleo y gas.
Y en lo político, Rusia ha afianzado su posición en la región: mientras su protegido Al Assad siga en el poder, estará asegurada su presencia militar en la ciudad portuaria de Tartus y en la provincia de Latakia, pero también su presencia futura en la mesa de negociaciones sobre Siria, donde Estados Unidos y Europa llevan tiempo desempeñando sólo un papel secundario.
La victoria de Al Assad es sin embargo de todo menos completa: puede seguir en el poder, pero al mismo tiempo ha perdido algo. En el norte de Siria, las milicias kurdas YPG controlan la mayor parte de la frontera con Turquía y han establecido allí una zona de administración propia. Para el Gobierno, las bases militares estadounidenses en esa zona son un motivo de inquietud.
Tras más de seis años de guerra civil, a Assad le queda además un país cuya economía e infraestructura están destruidas en gran parte. Hasta en 200.000 millones de dólares calcula el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) los costes para la reconstrucción, un dinero que Siria nunca podrá pagar sola. También Moscú y Teherán estarían dispuestos a financiarlo en parte. Pero podrían pasar décadas hasta que la economía siria, relativamente pobre en materias primas, recupere el nivel previo a la guerra.
Además, Al Assad ha perdido también una gran parte de su soberanía, pues depende mucho de la benevolencia de Rusia e Irán, sin los cuales apenas podría actuar. Los dos países quieren mantenerlo en el poder, pero persiguen diversos intereses: el principal objetivo de Rusia es estabilizar el país, mientras para Irán se trata de conseguir una conexión terrestre que vaya de Líbano a Teherán, pasando por Siria e Irak, explica Lund. Y aquí peligran nuevas tensiones, por ejemplo con Israel.
A finales de octubre, De Mistura quiere reanudar las conversaciones de paz de Ginebra, en las que la oposición sigue firme en su principal exigencia de que se marche Al Assad. Sin embargo el Gobierno tampoco da su brazo a torcer y se niega a hablar del presidente. Una vez más, el diálogo podría resultar estéril.
Viernes, 29 de Septiembre 2017
DPA (Deutsche Press Agency-Agencia de Prensa Alemana)
           


Nuevo comentario:

Noticias | Opiniòn | Comentario