Jack Kevorkian.
El ex patólogo de origen armenio, que pasó más de 8 años preso por la muerte de un hombre en un suicidio asistido que fue grabado y pasado por televisión, afirmaba haber ayudado a 130 personas a morir.
"No me arrepiento de nada en absoluto", dijo a CNN en una entrevista el año pasado.
Kevorkian había sido hospitalizado por problemas renales, según informó su abogado el mes pasado.
"Puedo confirmar que Jack Kevorkian murió", dijo a la AFP Brian Bierley, portavoz del hospital William Beaumont, de Royal Oak, Michigan (norte de Estados Unidos).
La desesperación que llevó a decenas de personas moribundas a viajar a Michigan para ser conectadas a su "máquina de misericordia" -que mataba por inhalación de monóxido de carbono, a veces en moteles, a veces en la vans Volkswagen de Kevorkian- ayudó a convencer a muchos de la necesidad de un derecho a morir.
"Mi objetivo final es hacer que la eutanasia sea una experiencia positiva", dijo a The New York Times en 1990, tras realizar su primer suicidio asistido con Janet Adkins, una maestra de Oregon que sufría de Alzheimer.
Pero las locuras de Kevorkian alimentaron las críticas.
Dejó caer cuerpos fuera de los hospitales y los arrojó en parques y edificios abandonados. Sacudía los riñones de un hombre al que había ayudado a morir durante una conferencia de prensa en 1998 mientras decía "primero llegado, primero servido", en referencia a la donación de órganos.
Luego se grabó a sí mismo inyectando medicamentos a Thomas Youk, aquejado de esclerosis lateral amiotrófica (ALS, por sus siglas en inglés), pese a haberle sido retirada su licencia médica, y envió una copia al programa 60 minutos de la cadena CBS.
Sus detractores compararon el video con una "snuff movie". El juez encargado del caso acusó a Kevorkian de arrogancia y falta de respeto a la sociedad.
La campaña de Kevorkian para legalizar el suicidio médicamente asistido tuvo un éxito limitado.
Mientras su Michigan natal rechazó una propuesta de ley poco antes de ir a juicio, el Estado de Oregón aprobó la Ley de muerte digna en 1997 y el Estado de Washington hizo lo mismo en 2008.
Unos 525 pacientes en Oregon y 135 en Washington han muerto después de ingerir dosis letales de medicamentos prescritos por sus médicos desde que las leyes fueron promulgadas, según muestran registros estatales.
"No me arrepiento de nada en absoluto", dijo a CNN en una entrevista el año pasado.
Kevorkian había sido hospitalizado por problemas renales, según informó su abogado el mes pasado.
"Puedo confirmar que Jack Kevorkian murió", dijo a la AFP Brian Bierley, portavoz del hospital William Beaumont, de Royal Oak, Michigan (norte de Estados Unidos).
La desesperación que llevó a decenas de personas moribundas a viajar a Michigan para ser conectadas a su "máquina de misericordia" -que mataba por inhalación de monóxido de carbono, a veces en moteles, a veces en la vans Volkswagen de Kevorkian- ayudó a convencer a muchos de la necesidad de un derecho a morir.
"Mi objetivo final es hacer que la eutanasia sea una experiencia positiva", dijo a The New York Times en 1990, tras realizar su primer suicidio asistido con Janet Adkins, una maestra de Oregon que sufría de Alzheimer.
Pero las locuras de Kevorkian alimentaron las críticas.
Dejó caer cuerpos fuera de los hospitales y los arrojó en parques y edificios abandonados. Sacudía los riñones de un hombre al que había ayudado a morir durante una conferencia de prensa en 1998 mientras decía "primero llegado, primero servido", en referencia a la donación de órganos.
Luego se grabó a sí mismo inyectando medicamentos a Thomas Youk, aquejado de esclerosis lateral amiotrófica (ALS, por sus siglas en inglés), pese a haberle sido retirada su licencia médica, y envió una copia al programa 60 minutos de la cadena CBS.
Sus detractores compararon el video con una "snuff movie". El juez encargado del caso acusó a Kevorkian de arrogancia y falta de respeto a la sociedad.
La campaña de Kevorkian para legalizar el suicidio médicamente asistido tuvo un éxito limitado.
Mientras su Michigan natal rechazó una propuesta de ley poco antes de ir a juicio, el Estado de Oregón aprobó la Ley de muerte digna en 1997 y el Estado de Washington hizo lo mismo en 2008.
Unos 525 pacientes en Oregon y 135 en Washington han muerto después de ingerir dosis letales de medicamentos prescritos por sus médicos desde que las leyes fueron promulgadas, según muestran registros estatales.