Cuatro trabajadores humanitarios intentan sacar un cadáver de un pozo de agua potable del que depende un pueblo.
Sophie (Méleanie Thierry), Mambrú (Benicio del Toro), B (Tim Robbins), Katya (Olga Kurylenko) - enamorada de Mambrú- y Damir (Fedja Stukan) el traductor bosnio tratan de poner un poco de orden en el caos reinante y en el propio caos que son las vidas de cada uno.
La cuerda con la que están izando el cadáver se rompe y empieza una odisea delirante de 24 horas en busca de otra, que va dejando al desnudo la destrucción de familias y del país que dejó la guerra de Bosnia (1992-1995).
La película, rodada en inglés, basada en la novela de la doctora y coordinadora de Médicos Sin Fronteras Paula Farias 'Dejarse llover' y lleva por título el de una canción de Lou Reed "A Perfect Day", desborda humor, ternura, pasiones, odios y situaciones hilarantes.
"El humor es como el sexo. Lo necesitas para sobrevivir en el caos" de la guerra. "Es catártico, cura", contó Aranoa al término de la proyección que recibió un fuerte y prolongado aplauso de la prensa y el público en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes.
"Tanto la población como los humanitarios lo utilizan todo el tiempo para tomar distancia del horror que viven cada día", contó el ganador de la Concha de Oro de San Sebastián y de un Goya con "Los Lunes al sol" (2002).
Desde las teorías locas de B (Tim Robbins) que con croquis al apoyo intenta meterse en la cabeza de los que han colocado una vaca muerta en medio del camino para obligar a los vehículos a desviarse a derecha o a izquierda y, en una especie de ruleta rusa, pisar alguna mina que los pulverice. O la negación de un comerciante de vender una cuerda que sabe que va a ayudar a sus vecinos enemigos.
Los cascos azules, amparados en las Convenciones de Ginebra y acuerdos que la realidad a menudo los convierte en papel mojado, contribuyen a poner su dosis de hilaridad y cinismo. Cuando han encontrado por fin la dichosa cuerda y están izando el cuerpo, llega un convoy para paralizar la operación porque la deben realizar las autoridades locales y en presencia un "juez". Al final, ni unos ni otros: la lluvia salva al pueblo.
Aranoa, el único español este año en Cannes en la Quincena de realizadores, ha conocido el trabajo de los trabajadores humanitarios de cerca en Uganda o en los Balcanes.
Su película ha querido plasmar cómo se ven los propios humanitarios que se aventuran a guerras que no son las suyas: misioneros, mercenarios y marcianos a la vez.
"Se trata de personas que acaban de desembarcar y que quieren cambiar el mundo, humanitarios profesionales que están ahí desde hace años o personas que saltan de una guerra a otra desde hace tanto tiempo y que ya no se sienten de ningún sitio", relata.
Según Benicio del Toro, "las películas traen alguna luz para esta gente que trabaja por nada".
Para Fedja Stukan, que hace el papel de intérprete en el filme y que vivió la guerra de Bosnia, aseguró que la "película le ha abierto los ojos" sobre el trabajo y el "heroísmo" de los humanitarios.
Durante la guerra, "la gente los odiaba porque tenían un pasaporte que les permitía salir del país cuando querían lo que no podíamos hacer nosotros", admitió.
Sophie (Méleanie Thierry), Mambrú (Benicio del Toro), B (Tim Robbins), Katya (Olga Kurylenko) - enamorada de Mambrú- y Damir (Fedja Stukan) el traductor bosnio tratan de poner un poco de orden en el caos reinante y en el propio caos que son las vidas de cada uno.
La cuerda con la que están izando el cadáver se rompe y empieza una odisea delirante de 24 horas en busca de otra, que va dejando al desnudo la destrucción de familias y del país que dejó la guerra de Bosnia (1992-1995).
La película, rodada en inglés, basada en la novela de la doctora y coordinadora de Médicos Sin Fronteras Paula Farias 'Dejarse llover' y lleva por título el de una canción de Lou Reed "A Perfect Day", desborda humor, ternura, pasiones, odios y situaciones hilarantes.
- Humor y sexo como antídoto de la guerra -
"El humor es como el sexo. Lo necesitas para sobrevivir en el caos" de la guerra. "Es catártico, cura", contó Aranoa al término de la proyección que recibió un fuerte y prolongado aplauso de la prensa y el público en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes.
"Tanto la población como los humanitarios lo utilizan todo el tiempo para tomar distancia del horror que viven cada día", contó el ganador de la Concha de Oro de San Sebastián y de un Goya con "Los Lunes al sol" (2002).
Desde las teorías locas de B (Tim Robbins) que con croquis al apoyo intenta meterse en la cabeza de los que han colocado una vaca muerta en medio del camino para obligar a los vehículos a desviarse a derecha o a izquierda y, en una especie de ruleta rusa, pisar alguna mina que los pulverice. O la negación de un comerciante de vender una cuerda que sabe que va a ayudar a sus vecinos enemigos.
Los cascos azules, amparados en las Convenciones de Ginebra y acuerdos que la realidad a menudo los convierte en papel mojado, contribuyen a poner su dosis de hilaridad y cinismo. Cuando han encontrado por fin la dichosa cuerda y están izando el cuerpo, llega un convoy para paralizar la operación porque la deben realizar las autoridades locales y en presencia un "juez". Al final, ni unos ni otros: la lluvia salva al pueblo.
Aranoa, el único español este año en Cannes en la Quincena de realizadores, ha conocido el trabajo de los trabajadores humanitarios de cerca en Uganda o en los Balcanes.
Su película ha querido plasmar cómo se ven los propios humanitarios que se aventuran a guerras que no son las suyas: misioneros, mercenarios y marcianos a la vez.
"Se trata de personas que acaban de desembarcar y que quieren cambiar el mundo, humanitarios profesionales que están ahí desde hace años o personas que saltan de una guerra a otra desde hace tanto tiempo y que ya no se sienten de ningún sitio", relata.
Según Benicio del Toro, "las películas traen alguna luz para esta gente que trabaja por nada".
Para Fedja Stukan, que hace el papel de intérprete en el filme y que vivió la guerra de Bosnia, aseguró que la "película le ha abierto los ojos" sobre el trabajo y el "heroísmo" de los humanitarios.
Durante la guerra, "la gente los odiaba porque tenían un pasaporte que les permitía salir del país cuando querían lo que no podíamos hacer nosotros", admitió.