Decenas de miles de personas se concentraron en el centro de Madrid, unos tras atravesar andando el país, algunos recorriendo a pie los últimos kilómetros y otros uniéndose en la misma capital.
Con lemas como "Ni un recorte más" o "Pan, trabajo y techo para todos y todas", una marea humana con banderas de todas las regiones de España invadió la capital en la mayor manifestación vista desde 2012.
Los altercados estallaron al terminar la protesta, cuando la policía cargó y disparó pelotas de goma contra decenas de jóvenes manifestantes que les lanzaban proyectiles.
Los jóvenes también montaron barricadas con algunas vallas, quemaron contenedores y rompieron los cristales de oficinas bancarias. Paralelamente, otros instalaban tiendas de campaña en una céntrica avenida de la ciudad con la intención de pasar la noche.
Los disturbios se saldaron con 17 detenidos por agresiones a agentes y vandalismo, así como 71 heridos leves, 41 manifestantes y 30 policías, indicó el servicio de asistencia, añadiendo que 13 personas fueron hospitalizadas.
Previamente, la multitud había desfilado en la llamada "marcha de la dignidad" para denunciar la "urgencia social", la tasa de desempleo del 26% y la política de austeridad del gobierno conservador.
"¡Arriba, arriba, que vamos a luchar!" gritaban los manifestantes.
Entre ellos se respiraba el sentimiento de injusticia por considerarse los únicos en pagar las consecuencias de la crisis económica, del enorme déficit público y del rescate europeo de más de 40.000 millones de euros al sector bancario en 2012 mientras que, según ellos, los responsables de la burbuja inmobiliaria, la corrupción y los abusos bancarios se siguen enriqueciendo.
Como símbolo de este malestar, un gigantesco dedo corazón levantado emergía de la multitud con una elocuente pancarta al lado: "El pueblo se despierta. Se acabó la fiesta".
"Los políticos han convertido la política en un negocio para su beneficio", proclamaba otro cartel con los rostros del gobierno de Mariano Rajoy.
"Se han aprovechado de los ciudadanos, nos han engañado: los banqueros, los políticos, (Iñaki) Urdangarin (yerno del rey imputado por corrupción, ndlr) y están todos en la calle", denunciaba Justina Santamarta, vigilante en un hospital de Madrid.
En total, ocho columnas procedentes de toda España convergieron en la céntrica estación de Atocha respondiendo a la llamada de 300 organizaciones, movimientos y colectivos profesionales.
La protesta resucitó el espíritu reivindicativo de las grandes movilizaciones de 2011 y 2012, que agitaron el país como símbolo del malestar social que se vivía.
Las autoridades locales movilizaron por su parte a 1.700 policías para garantizar la seguridad.
- Un país asfixiado -
Las marchas se iniciaron hace un mes cuando algunos participantes partieron a pie desde Andalucía (sur de España), Cataluña (noreste), Asturias (noroeste) y Extremadura (oeste).
"Queremos trabajo. No podemos aceptar que millones de personas en paro estén volviendo a casa de sus padres porque no podemos pagar las hipotecas", criticaba Jorge Balbas, un desempleado de 24 años de Burgos (norte), recordando que más de la mitad de los jóvenes en el país no encuentra trabajo.
"¡Ni paro, ni exilio, ni precariedad; marchas, marchas, marchas, para la dignidad!" vociferaban a través de un altavoz varios jóvenes en una camioneta descapotada.
La austeridad sin precedentes aplicada por el gobierno conservador desde su llegada a finales de 2011 dio lugar a dos huelgas generales en 2012 con centenares de miles de personas en la calle.
Sin embargo, el activismo acabó deshinchándose en un país asfixiado por la recesión, un desempleo récord y un plan de ahorro de 150.000 millones de euros.
"En 2014, nos encontramos en una situación límite de emergencia social que nos convoca a dar una respuesta colectiva y masiva de los trabajadores y la ciudadanía", afirman los organizadores de la marcha en su manifiesto.
"El sistema está agotado", decía el sábado por la noche Gabriel, un joven de 26 años de Ávila, al lado de una de las tiendas de campaña en la que pretendía pasar la noche.
Para él, la próxima muerte del ex jefe de gobierno Adolfo Suárez simboliza "el fin de un ciclo" democrático que requiere crear una nueva constitución.