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Lo que se suponía que iba a ser una entrevista a solas con el grabador Alberto Murillo, se convirtió en un encuentro de masas: un coro de 56 miradas asistieron a la charla.
La sala 2 del Instituto de México alberga la exposición Autorretratos: Una multitud , la cual agrupa los trabajos elaborados por artistas practicantes de grabado de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica (UCR).
El tema de las obras es cada uno de los artistas, quienes se vertieron a sí mismos sobre las planchas y el papel. Murillo, director de la Escuela de Artes Plásticas y gestor de la muestra, lo explica: “Pongámoslo así: cuando uno hace una obra, quiere hacer poesía; entonces, invitamos a los artistas a hacer poesía de sí mismos”.
A sus espaldas lo acechaba la redundancia de su “otro yo”, quien, con la vista serena desde el papel, completaba el hablar paciente del entrevistado.
Con técnicas diversas. La exposición de autorretratos incluye una gran variedad de técnicas y de artistas. Hay serigrafía (grabado mediante sedas), xilografía (con madera), grabado en metal, monotipia (impresión única con una matriz que no ha sido labrada) y monograbado (impresión que ha sido intervenida posteriormente con otra técnica).
“Es un medio que no se agota: el grabador no se aburre”, dice Murillo.
Entre los expositores hay artistas veteranos, como Juan Luis Rodríguez, Grace Herrera, Crisanto Badilla, Elizabeth Thompson y Luis Paulino Delgado. Ellos comparten pared con jóvenes como Sofía Ruiz, Sebastián Mello y Mauricio Herrero.
Casi todas las obras fueron hechas en el transcurso de los dos últimos meses, y todas son de mediano y pequeño formatos.
No hubo una curaduría propiamente dicha de la muestra. Más bien, los artistas (que participaron por invitación) presentaron la obra que desearon. El montaje de la muestra estuvo a cargo del especialista Guillermo Montero.
Alberto Murillo nota que los artistas adoptan diversas actitudes frente a la tarea asignada: “Algunos se ocultan, otros se odian, otros son directos o sarcásticos con respecto a la imagen que proponen de sí mismos”.
Por ejemplo, Marcia Salas se dibujó a la usanza de su bisabuela en una monotipia de tonos sepias con collage . Por su parte, Ólger Arias ofrece una xilografía titulada La mente interna , la que figura un entorno caótico de figuras humanas en lugar de un autorretrato tradicional.
Hay artistas que son evasivos con su propia imagen. Ese no es Alejandro Tarzaán Villalobos, quien pone su rostro en un primerísmo plano encarando al espectador, en una monotipia titulada Mi recuerdo . Del mismo modo, la artista Yula Cambronero mira fijamente, detrás de sus anteojos, mediante una xilografía que revela las vetas de la madera que usó como matriz.
“El autorretrato no es una representación fidedigna de la realidad ni del verdadero yo del artista; es solo una forma de representarse, una afirmación o un ocultamiento”, dice la artista y profesora de grabado en un texto reflexivo que acompaña la muestra.
Obras como la de Nien Mei Lee ( Soy vendedora ) y de Jimena Sánchez (sin título) incorporan materiales no convencionales, como broches y bordado.
Según Murillo, hay autores que solamente se reconocen en su entorno; por ello involucran elementos cotidianos o muy cercanos a ellos. Por ejemplo, resalta la colografía (impresión en relieve) de Gustavo Serrano Menina y yo , en la cual el autor comparte la composición con una figura de mujer, en referencia a Las meninas , famoso cuadro de Velázquez.
Hay pocas estampas que involucran una actitud corporal del personaje. Una de las pocas es la xilografía Autorretrato , de Luis Paulino Delgado, la que también incorpora el entorno cotidiano de su hogar, con sus plantas y adornos.
Murillo contrasta la mirada de Delgado, que se antoja severa, con una más pícara vertida en la xilografía Ahora , desde donde “Juan Carlos Corrales apela con cierta ironía al espectador”.
Los contrastes cromáticos y de formas también están presentes. Mientras Patricia Hernández ofrece una xilografía de trazos y tonos muy sutiles con impresión en relieve y en acuarela, Enar Cruz presenta una cromoxilografía de colores vivos y líneas gruesas.
Hay artistas que apuntan por el realismo de las formas; otros apuestan a su esencia. Alberto Moreno sintetizó su perfil hasta semejar a un Freud que cambió la pipa por el cigarrillo. Otros artistas resumieron tanto su imagen que lo único que queda es una silueta. Por ejemplo, Salomón Chaves ofrece Autorretrato y artefactos nocturnos dispuestos para el viaje , monotipia con dibujo a tinta en tonos negros y amarillos que mezcla un contorno humano con elementos arquitectónicos.
Grabado presente. El rostro de Murillo, el otro (el de la pared), no tiene síntesis: es un dibujo realista ejecutado con punta seca sobre una plancha de metal e impreso sobre papel. “Quise ser directo pues el ejercicio del autorretrato a veces sirve para ver cómo se observa el artista en un momento particular”, explica.
El grabado es ampliamente practicado y apreciado en la UCR. Murillo precisa que tanto esta técnica como la acuarela son disciplinas desarrolladas con sello propio en Costa Rica. Ambas técnicas empezaron a extenderse en la Escuela de Artes Plásticas por la influencia de dos maestros: Francisco Amighetti (grabado) y Margarita Bertheau (acuarela).
“Ellos han inspirado la confianza necesaria para que el artista de hoy sepa que con esas técnicas pueden hacerse cosas buenas”, sostiene Murillo.
El profesor resalta que esta exposición ha servido para recuperar a pintores, fotógrafos y escultores que estaban alejados de las planchas: “Para los artistas que no son grabadores, esta es una actividad que los refresca y los mete en lo artístico y lo artesanal”.
La sala 2 del Instituto de México luce repleta de gente. Incluso sin espectadores, las miradas se cruzan en todas las direcciones. El visitante solitario encontrará buena compañía.
