Umberto Eco
"Tuve dudas sobre cómo iban a reaccionar los lectores ante el hecho de que no hubiera personajes positivos. Pero después de haberles hecho leer en latín y en idiomas inventados me sentí en el deber de someterles a esta tortura. Además, cuanto más mayores, más pesimistas y odiosos somos", se justificó ayer durante la presentación de la novela en Madrid el escritor y articulista de este periódico. Treinta años después de su gran bestseller, El nombre de la rosa, Eco regresa con una historia que aunque se apoya en el género del folletín, está muy lejos de ser una novela de masas al uso: llena de flashbacks y con varias voces el narrador, Simonini y su alter ego, el abate Dalla Picola. La tesis de la novela parte de la escritura, a mediados del XIX de Los protocolos de los sabios de Sión, un documento que narra una conspiración mundial judía por dominar el mundo, y que, aunque en 1921 se descubrió como falso, Adolf Hitler lo utilizó para desarrollar su teoría antisemita en el libro Mein Kampf.
Tras este complot contra los judíos, Eco sitúa a la Compañía de Jesús, a los masones y a la corriente socialista que en aquella época les definía como "una raza que se pasa el tiempo recordando su esclavitud y siempre dispuesta a someterse al culto del becerro de oro", según comenta el personaje del escritor Alphonso Toussenel. Por este argumento, el periódico de El Vaticano, L'Obsservatore romano, tachó la novela de "sinfonía maligna" cuando se publicó en Italia. "Lo que ha conseguido El Vaticano con esta confusión entre los términos de la ficción y la realidad es aumentar en 100.000 los ejemplares vendidos", manifestó Eco ayer.
El cementerio de Praga, novela por la que transitan los notables personajes del XIX como Garibaldi, Cavour y Sigmund Freud al que Eco describe como un doctor judío cocainómano, no tiene los mimbres del bestseller, pero en Italia "ya ha vendido 600.000 ejemplares". "Quizá es porque el libro habla de cosas que suceden hoy. Esto se refleja en lo que Simonini suele repetir: cuando se crea un documento falso no hay que dar noticias inéditas sino llenarlo de aquellas que ya se conozcan. Y esto es lo que está haciendo Wikileaks", comentó Eco.
Precisamente, con respecto al portal de Julian Assange, el italiano advirtió que ha subvertido el control orwelliano. Si con el Gran Hermano era el poder el que conseguía controlar todo lo que hacían los ciudadanos, "ahora son todos los que controlan al poder". Para Eco esta subversión puede traer consecuencias impredecibles, ya que "el poder necesita confidencialidad, como nosotros. Cuando hacemos una declaración de amor, tampoco queremos que se haga público".
El cementerio de Praga está plagada de falsedades (literarias) y falsarios, pero el autor de El péndulo de Foucault no obvia que la situación remite a nuestro mundo contemporáneo. "Estamos inmersos en mentiras, tanto por parte de los servicios de inteligencia como de los gobiernos", admitió.
Los hilos de la política y sus mensajes interesados también tienen mucho que ver, para el semiólogo, con los recientes recortes económicos en el mundo cultural de Italia y el resto de Europa. Eco no dudó ayer en calificar los tijeretazos como muestra de un "resurgimiento del odio hacia los intelectuales y la cultura que comenzó en el XIX. Es un hecho muy grave porque se está extendiendo la idea de que triunfe un populismo en Europa".
Con ello se refirió también al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, a quien no hay que dar por muerto, a pesar de que hoy se someta a una moción de censura. "Entre el cadáver y el vivo está el vampiro. [Berlusconi] es un zombi muy peligroso", insistió Eco, que, a pesar de sus teorías sobre las mentiras que manejan el mundo dejó un mensaje de optimismo: "La obsesión de [el Papa] Ratzinger es que si todo es falso, nada es verdadero. Eso es muy ingenuo. No puedo admitir que algo es falso, si no hay algo verdadero". Eco es un idealista platónico.
Tras este complot contra los judíos, Eco sitúa a la Compañía de Jesús, a los masones y a la corriente socialista que en aquella época les definía como "una raza que se pasa el tiempo recordando su esclavitud y siempre dispuesta a someterse al culto del becerro de oro", según comenta el personaje del escritor Alphonso Toussenel. Por este argumento, el periódico de El Vaticano, L'Obsservatore romano, tachó la novela de "sinfonía maligna" cuando se publicó en Italia. "Lo que ha conseguido El Vaticano con esta confusión entre los términos de la ficción y la realidad es aumentar en 100.000 los ejemplares vendidos", manifestó Eco ayer.
El cementerio de Praga, novela por la que transitan los notables personajes del XIX como Garibaldi, Cavour y Sigmund Freud al que Eco describe como un doctor judío cocainómano, no tiene los mimbres del bestseller, pero en Italia "ya ha vendido 600.000 ejemplares". "Quizá es porque el libro habla de cosas que suceden hoy. Esto se refleja en lo que Simonini suele repetir: cuando se crea un documento falso no hay que dar noticias inéditas sino llenarlo de aquellas que ya se conozcan. Y esto es lo que está haciendo Wikileaks", comentó Eco.
Precisamente, con respecto al portal de Julian Assange, el italiano advirtió que ha subvertido el control orwelliano. Si con el Gran Hermano era el poder el que conseguía controlar todo lo que hacían los ciudadanos, "ahora son todos los que controlan al poder". Para Eco esta subversión puede traer consecuencias impredecibles, ya que "el poder necesita confidencialidad, como nosotros. Cuando hacemos una declaración de amor, tampoco queremos que se haga público".
El cementerio de Praga está plagada de falsedades (literarias) y falsarios, pero el autor de El péndulo de Foucault no obvia que la situación remite a nuestro mundo contemporáneo. "Estamos inmersos en mentiras, tanto por parte de los servicios de inteligencia como de los gobiernos", admitió.
Los hilos de la política y sus mensajes interesados también tienen mucho que ver, para el semiólogo, con los recientes recortes económicos en el mundo cultural de Italia y el resto de Europa. Eco no dudó ayer en calificar los tijeretazos como muestra de un "resurgimiento del odio hacia los intelectuales y la cultura que comenzó en el XIX. Es un hecho muy grave porque se está extendiendo la idea de que triunfe un populismo en Europa".
Con ello se refirió también al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, a quien no hay que dar por muerto, a pesar de que hoy se someta a una moción de censura. "Entre el cadáver y el vivo está el vampiro. [Berlusconi] es un zombi muy peligroso", insistió Eco, que, a pesar de sus teorías sobre las mentiras que manejan el mundo dejó un mensaje de optimismo: "La obsesión de [el Papa] Ratzinger es que si todo es falso, nada es verdadero. Eso es muy ingenuo. No puedo admitir que algo es falso, si no hay algo verdadero". Eco es un idealista platónico.