–Hace 45 años que publicó su primera historieta, Súpervolador.
–Mi pasado como historietista tiene dos partes: la primera, cuando hacía historietas con guiones de otro y la segunda, a partir del 1975, cuando no hago ningún guión que no lo haya trabajado yo. O soy autor de todos mis guiones o soy coautor, como en Charlie Moon con Carlos Trillo.
–Con Carlos Trillo formaron un pareja muy prolífica.
–Terminamos separándonos, pero hicimos muchas cosas en poco tiempo, sí. Hicimos varios personajes de los que ahora se están publicando en Planeta: Las puertitas del señor López, que fue el primer volumen de la colección; Charlie Moon; Merdichesky, que saldrá en un par de meses. La otra gran obra que hicimos juntos fue El Loco Chávez, una tira diaria que empezamos en el año 1978.
Charlie Moon es la historia de un adolescente norteamericano amante del jazz en los años 30. Al contrario que Las puertitas del señor López, aquí no hay ninguna referencia a la dictadura argentina.
–Vistas desde hoy, las referencias a la dictadura pueden parecer ingenuas, pero en ese momento eran... no quiero decir arriesgadas, porque nunca sentimos que arriesgábamos, pero el hecho de dejar bocadillos en blanco sí suponía una transgresión.
–En Charlie Moon tampoco aparecen sus exuberantes mujeres.
–Me acusan de poner demasiado acento en el sexo, pero yo no lo siento así. Siento que hablo naturalmente, porque el sexo está en la vida.
–Ha usado el humor y el erotismo, pero en 45 años jamás ha recurrido a la violencia en sus historietas.
–En una tira como El Loco Chávez, que duró 13 años, hay una sola escena de violencia, cuando un tipo le da una trompada al Loco porque piensa que está ligando con su novia. Yo no comprendo la atracción por la violencia. En el último festival de cine de Sitges, la gente se puso en pie y aplaudió una película en la que hay una escena de 17 minutos de tortura física a una mujer (Martyrs). Yo no podría ver ni un minuto.
–El protagonista de Charlie Moon es un adolescente, como Gus en la Familia Tipo que publica en EL PERIÓDICO. ¿Qué le atrae de esta etapa?
–Siempre me gustó la adolescencia para contar cosas. Recuerdo que a esa edad en la escuela nos decían: «Estáis viviendo los años más hermosos y más felices de vuestras vidas». ¿Pués qué es lo que me espera?, pensaba yo. Era un chico con muchas dudas y miedos, en muchos aspectos torturado, y la represión no ayudaba mucho.
–Aquí la escenografía es tan importante como los personajes.
–En mi obra, salvo en la Familia Tipo, el segundo plano siempre es fundamental, porque me permite dar información. En este caso, refleja mi relación con la cultura norteamericana: he mamado el cine, el cómic y la literatura norteamericanos y uno de mis libros favoritos es El guardián entre el centeno. Todo esto se nota en la ambientación de Charlie Moon.
–¿Aún tiene cosas que contar?
–Todo está contado. La historia de Charlie Moon y todas las mías son versiones de la misma. Como en la música, lo único que puedes hacer son variaciones y buscar un resquicio que te permita ser original.
–Preside la Associació Professional d’Il.lustradors de Catalunya, que ha participado en el diseño del futuro museo del cómic. ¿Está contento con que se instale en Badalona?
–Vamos a ver cómo se ejecuta, porque es un megaproyecto. Será el más grande del mundo con vocación internacional. Ni el de Angulema, que es prácticamente francófono, ni los dos de EEUU, ni el de Japón, tienen nada que ver con este, que no se limitará a colgar obras en la pared.
–Mi pasado como historietista tiene dos partes: la primera, cuando hacía historietas con guiones de otro y la segunda, a partir del 1975, cuando no hago ningún guión que no lo haya trabajado yo. O soy autor de todos mis guiones o soy coautor, como en Charlie Moon con Carlos Trillo.
–Con Carlos Trillo formaron un pareja muy prolífica.
–Terminamos separándonos, pero hicimos muchas cosas en poco tiempo, sí. Hicimos varios personajes de los que ahora se están publicando en Planeta: Las puertitas del señor López, que fue el primer volumen de la colección; Charlie Moon; Merdichesky, que saldrá en un par de meses. La otra gran obra que hicimos juntos fue El Loco Chávez, una tira diaria que empezamos en el año 1978.
Charlie Moon es la historia de un adolescente norteamericano amante del jazz en los años 30. Al contrario que Las puertitas del señor López, aquí no hay ninguna referencia a la dictadura argentina.
–Vistas desde hoy, las referencias a la dictadura pueden parecer ingenuas, pero en ese momento eran... no quiero decir arriesgadas, porque nunca sentimos que arriesgábamos, pero el hecho de dejar bocadillos en blanco sí suponía una transgresión.
–En Charlie Moon tampoco aparecen sus exuberantes mujeres.
–Me acusan de poner demasiado acento en el sexo, pero yo no lo siento así. Siento que hablo naturalmente, porque el sexo está en la vida.
–Ha usado el humor y el erotismo, pero en 45 años jamás ha recurrido a la violencia en sus historietas.
–En una tira como El Loco Chávez, que duró 13 años, hay una sola escena de violencia, cuando un tipo le da una trompada al Loco porque piensa que está ligando con su novia. Yo no comprendo la atracción por la violencia. En el último festival de cine de Sitges, la gente se puso en pie y aplaudió una película en la que hay una escena de 17 minutos de tortura física a una mujer (Martyrs). Yo no podría ver ni un minuto.
–El protagonista de Charlie Moon es un adolescente, como Gus en la Familia Tipo que publica en EL PERIÓDICO. ¿Qué le atrae de esta etapa?
–Siempre me gustó la adolescencia para contar cosas. Recuerdo que a esa edad en la escuela nos decían: «Estáis viviendo los años más hermosos y más felices de vuestras vidas». ¿Pués qué es lo que me espera?, pensaba yo. Era un chico con muchas dudas y miedos, en muchos aspectos torturado, y la represión no ayudaba mucho.
–Aquí la escenografía es tan importante como los personajes.
–En mi obra, salvo en la Familia Tipo, el segundo plano siempre es fundamental, porque me permite dar información. En este caso, refleja mi relación con la cultura norteamericana: he mamado el cine, el cómic y la literatura norteamericanos y uno de mis libros favoritos es El guardián entre el centeno. Todo esto se nota en la ambientación de Charlie Moon.
–¿Aún tiene cosas que contar?
–Todo está contado. La historia de Charlie Moon y todas las mías son versiones de la misma. Como en la música, lo único que puedes hacer son variaciones y buscar un resquicio que te permita ser original.
–Preside la Associació Professional d’Il.lustradors de Catalunya, que ha participado en el diseño del futuro museo del cómic. ¿Está contento con que se instale en Badalona?
–Vamos a ver cómo se ejecuta, porque es un megaproyecto. Será el más grande del mundo con vocación internacional. Ni el de Angulema, que es prácticamente francófono, ni los dos de EEUU, ni el de Japón, tienen nada que ver con este, que no se limitará a colgar obras en la pared.